Cuando las entendemos, nos libramos de la confusión, de la impotencia que produce no saber qué ha ocurrido ni por qué” Anne Perry. Una promesa navideña.

Miente de la manera más descarada y ofensiva, sin pudor, con indolencia, con burla. El régimen usurpador insiste en mostrar una Venezuela que no lo es en realidad. Se empeña en presentarnos una cara de ella ajena a la enorme tragedia que día a día nos estremece a lo largo y ancho de la geografía nacional. Como si la vida de todo un país pudiese reducirse a lo que ocurre en unas pocas calles y avenidas de una u otra ciudad, iluminadas y decoradas llamativamente en ambiente navideño, con alegría postiza, con muchos transeúntes y con algunos establecimientos comerciales movidos sospechosamente por una economía dolarizada para un pequeño público muy selecto.

Convertido hace años en uno de los símbolos urbanos del fraude chavista, al ser objeto de un proyecto de saneamiento que terminó en la nada y entre fuertes rumores de corrupción, hoy al río Guaire se le vuelve a colocar en un primer plano con la iluminación pomposa de una parte de su trayecto. Una iluminación que seguramente produce una mezcla de envidia e indignación en quienes en la gran mayoría de las regiones del país ven trastornadas severamente sus vidas cotidianas de diferentes maneras por las fallas prolongadas o intermitentes del servicio de electricidad.

Una simple operación cosmética. Como todas las que se realizan con la Misión Venezuela Bella, que no atacan ni resuelven problemas urbanos de fondo. Son obras de maquillaje para crear una apariencia de belleza; para generar empleos temporales con salarios muy precarios y disfrazar la situación de miseria de unos cuantos; y, sobre todo, para darles jugosos contratos a quienes resulten favorecidos por el dedo benefactor del régimen. Un ejemplo, a la vista de todos, son esos recurrentes trabajos de mantenimiento, de destrucción y de supuesta remodelación que se llevan a cabo con la mayor improvisación en el Paseo de los Ilustres y en otros espacios de la ciudad capital, bajo el lema de “Juntos todo es posible”.

A esas obras de acicalamiento de la ciudad que dice impulsar el régimen, más aparentes que reales, cabe agregar lo que pudiera llamarse la fabricación por el poder de una sensación de normalidad en ciertos ámbitos comerciales del espacio urbano, a partir de una dinamización económica alimentada con la inyección en el mercado de cuantiosos dólares de dudosa procedencia. Una sensación con la que se pretende vendernos de manera engañosa la idea de que el país está en vías de recuperación, saliendo de la crisis. Una supuesta normalidad que desde luego no refleja, entre otras cosas, el profundo deterioro de la calidad de vida y de los derechos humanos en general de los venezolanos en la actualidad.

Hay que estar atentos a esos espejismos, los cuales podrían nublar nuestra visión y entendimiento de la realidad. Es preciso mostrarlos una y otra vez como lo que en verdad son, vitrinas de las mentiras a las que hoy apelan los interesados en seguir usurpando el poder en Venezuela.

@eleazarnarvaez


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