En España cualquier persona, a partir de los 16 años, puede cambiar de sexo sin operarse. Basta con acudir el registro civil y manifestar el deseo de hacerlo. De tal modo y sin someterse a una costosa, y quizá riesgosa intervención quirúrgica; sin exámenes médicos que lo avalen, José puede convertirse en Josefina (o viceversa); ese respeto al derecho de cada quien de hacer con su sexualidad lo que le venga en gana, complica un poco las cosas para los aspirantes a engrosar las filas de la policía nacional, los cuales deben conocer hasta 37 géneros y 10 orientaciones sexuales, a fin de superar con éxito el examen de admisión al cuerpo, pues así lo dispuso el Ministerio de Igualdad cuando eliminó 476 diferencias legales entre hombres y mujeres, al aprobarse la semana pasada la llamada Ley Trans.

La acepción tercera en el diccionario de la Real Academia Española del vocablo género — «Grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido éste desde un punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente biológico»— es la que comúnmente se usa en Venezuela al referirnos a las agresiones perpetradas por el macho sobre la hembra. Por eso, cuando se dice «Violencia de género», expresión recurrente en los medios de comunicación, ya se sabe de qué va el asunto.

Un informe elaborado por Equilibrium-Centro para el Desarrollo Económico reveló que la mayoría de la población venezolana considera que los/las transexuales deben dedicarse al estilismo y la peluquería, pero no incursionar en áreas inherentes a la seguridad y la educación. Sin duda, a nuestro tercermundismo mental ha de parecerle inaceptable, por ejemplo, que en el ejército de Estados Unidos haya oficiales y soldados gays. Un par de datos sorprendentes del citado informe son: primero, «las personas trans tienen menos oportunidades laborales y sociales que el resto de la comunidad LGBTIQ+ en Venezuela; segundo y ha de ser de tal modo por dictados de la costumbre o la tradición: los adultos mayores y los religiosos son los que más se oponen al reconocimiento y al respeto de sus derechos. Para bien o para mal, entre nosotros predomina el concepto gramatical de la palabra y, en consecuencia, los géneros no serían 37, sino apenas 5: masculino, femenino, neutro, común y epiceno.


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