La sinergia entre ciencia y bondad es la síntesis superior de la identidad del Dr. José Gregorio Hernández.

Prócer civil

El doctor José Gregorio Hernández es el prócer civil más conocido y más querido de los venezolanos, en todos los tiempos y lugares. Tener un patrimonio humano de esta magnitud es muy importante a la hora de construir la república civil y cívica que aún está pendiente desde hace más de 200 años.

Venezuela es un país sobresaturado de héroes militares. La Guerra de Independencia, la Guerra Federal y las numerosas contiendas armadas, unas de alcance nacional, muchas limitadas a montoneras regionales, todas sangrientas, dio como resultado una abundancia de generales, almirantes, coroneles, capitanes, tenientes, sargentos y soldados cuyos nombres ocupan plazas, calles, pueblos, estados, municipios y parroquias. De ellos se han erigido estatuas ecuestres, pedestres y bustos por todas partes. Retratos y murales adornan muchos metros de paredes en salones y plazas, escuelas, liceos y otros edificios públicos. Venezuela está llena por todas partes de personajes con charreteras.

El balance es que el talante castrense ha dominado, y con ello la cultura que trae aparejada: el mando autoritario y la obediencia ciega. Cultura de jefes y caudillos ha sido la nuestra. La jerarquía y el orden marcial frente al trabajo en equipo y la horizontalidad, la disciplina sin chistar frente a la crítica constructiva. El dar o recibir órdenes, frente a las conversaciones fecundas. El machismo. La casta militar nacida al calor de la guerra larga, de la cual la primera víctima fue el propio Bolívar.[1]

Próceres civiles ha tenido esta nación desde que existen registros históricos. Personas que, desde la escuela, el hospital, la iglesia, los medios de comunicación, el servicio civil, la empresa, los gremios, los sembrados, la cultura, el servicio a la comunidad y muchas otras actividades, han contribuido a la construcción de esta nación venezolana. A muchos se les recuerda con afecto y admiración, pero no ocupan en las páginas de historia, ni en las crónicas, ni en los espacios públicos, la preeminencia de los hombres de armas.

En esa larga lista sobresale la figura del doctor José Gregorio Hernández por su popularidad. Todos los venezolanos saben más o menos quien fue el Médico de los Pobres, a pesar de no haberlo estudiado en los libros de historia de Venezuela. Su figura está en casi todos los hogares, en edificios públicos y privados, a lo largo de las carreteras y caminos, en barrios y urbanizaciones, en el transporte público y en vehículos particulares, en medallas y estampas que cuelgan de cadenas o están en las carteras. En todas partes se encuentra una capilla al Venerable. Él se ganó ese puesto en el corazón de la gente debido a que se preparó conscientemente para servir con eficacia a los demás.

La sana utilización de su imagen para poner de relieve el procerato civil, es una de las tareas más importantes, a los fines de fortalecer la cultura cívica, civil y ciudadana.

Ciencia y bondad

La sinergia entre ciencia y bondad es la síntesis superior de la identidad del doctor José Gregorio Hernández. Era un eminente científico, un excelente médico y un profesor insigne. Y a la par un hombre humilde que atendía a cualquiera que le solicitara sus servicios para una sencilla curación de un malestar. Podía dejar admirados a los colegas que lo escuchaban en la Academia, a su equipo en el laboratorio o a sus alumnos en la cátedra, e irse a atender un paciente y luego pasar por el templo a dar gracias a Dios.

Cuando él muere y la ciudad se estremece, son sus colegas y discípulos los que rodean el cadáver. Pero la multitud crece y cuando al otro día en la tarde sale el féretro sobre los hombros de éstos, el pueblo reclama “también es nuestro” y lo llevan lentamente al cementerio. Se explica porque la sabiduría de Hernández estaba al servicio de la humanidad. Se formó para poner su talento al servicio de la persona humana. Trabajó por y con los pobres sin empirismo ni voluntarismos, sino con capacidad bien consolidada para atender con eficacia.

La sola bondad es ya una gran virtud, también lo es el cultivo del talento, pero la espléndida combinación de ambas que se da las convierte en una virtud heroica. Para lograr el desarrollo humano integral y sostenible de Venezuela necesitamos gente preparada, pero también gente bondadosa, solidaria, que entienda que el Estado está al servicio del bien común, que la economía está al servicio de la persona humana, como lo están la política, el derecho y todas las demás ciencias.

Religiosidad, espiritualidad y misticismo

De la religiosidad del doctor José Gregorio Hernández da suficiente fe el Santísimo Padre Juan Pablo II cuando declaró solemnemente: “Que consta de las virtudes teologales fe, esperanza y caridad para con Dios y el prójimo, y de las virtudes cardinales prudencia, justicia, templanza, fortaleza y sus anexas, del Siervo de Dios José Gregorio Hernández en grado heroico, en el caso y para los efectos de que se trata”. Y mandó que se editase y se registrase en las Actas de la Congregación para la Causa de los Santos, el 16 de enero de 1986.

José Gregorio Hernández desde niño hasta el día de su muerte fue un católico practicante, que cumplía los deberes inherentes a su fe. De tal manera que era una persona profundamente religiosa. Ahora bien, su religiosidad estaba fundamentada en su espiritualidad y su misticismo.

Puso su existencia al servicio de la vida, por eso era médico y por eso sanaba vidas. Creía y obraba en la plenitud de la existencia humana y su asistencia a la misa, la comunión frecuente, las oraciones y, en fin, lo religioso, fortalecía en él esa plenitud y esa trascendencia. De allí que su espiritualidad estaba armoniosamente articulada a su actividad como científico, profesor y profesional de la medicina.

Su mística se manifiesta de muchas maneras, no solo en su capacidad de conmoverse profundamente frente a la creación, en particular la persona humana, es decir la razón de ser de su servicio, sino sentir la obra divina, la perfección, la totalidad, en la música, la pintura, la literatura, los oficios, todo lo que el hombre y la naturaleza hacen, incluyendo por supuesto el estudio de las ciencias médicas y el ejercicio cotidiano de su profesión.

No es de extrañar entonces que admirara a los grandes místicos de la Iglesia, como Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Santa Catalina de Siena, Santa Gertrudis, San Henrique Suso (o Enrique Susón, discípulo del Maestro Eckhart) o la Madre María de Ágreda, tal como la expresa en su libro “Elementos de Filosofía”.

El Dr. José Gregorio Hernández en un ejemplo de armonía y coherencia entre religiosidad, espiritualidad y misticismo, junto a la praxis cotidiana de su existencia como persona.

La honestidad

El Dr. José Gregorio Hernández fue un hombre honesto. En la “Declaración de virtudes heroicas” dado en Roma el 16 de enero de 1986, el Santísimo Padre declaró solemnemente que “no se dejaba deslumbrar jamás por las riquezas, los honores, las alabanzas, el confort”. No por eso nunca dejó de andar bien vestido, incluso a la moda, pues fue un hombre de mundo, bien relacionado socialmente, que tuvo cargos importantes en la administración de asuntos médicos y académicos. Recibió recursos importantes para adquirir en Europa los equipos para fundar en la Universidad de Caracas las cátedras de Histología Práctica y Patología, de Fisiología Experimental y de Bacteriología (la primera que se fundó en América).

En el mundo de hoy en general, y en Venezuela en particular, la corrupción ha sido la principal culpable de mucha pobreza. La codicia es uno de los males más generalizados, y la responsable de la implantación de sistemas financieros, de producción, intercambio y consumo, que no alientan la equidad, ni el desarrollo humano integral y sostenible. Antes, por el contrario, impulsan la concentración de la riqueza, la explotación de las personas, la violación de la dignidad de la persona humana, el desprecio al bien común y el deterioro del planeta.

José Gregorio Hernández fue un hombre honesto y su ejemplo debe iluminar el comportamiento de las personas en la gestión pública y privada.Lla responsabilidad

La responsabilidad fue una de las virtudes centrales del Dr. José Gregorio Hernández. Respondía a sus actos, a sus compromisos y era un hombre de palabra. Quería estudiar derecho, pero su padre lo convenció para que se formara como médico, y llego a ser el mejor médico del país. Le prometió a su madre regresar a su tierra natal, una vez preparado, y al poco tiempo de su graduación estaba atendiendo a los paisanos de Isnotú, Betijoque y sus alrededores. Se comprometió al aceptar la beca para estudiar en París, y fue el mejor estudiante del prestigioso Instituto Pasteur. Recibió un dinero del Estado para adquirir en Europa los equipos necesarios para fundar diversos laboratorios en Venezuela, adquirió los mejores, se preparó para su adecuada instalación y rindió cuentas claras. Cuando asumió sus cátedras en la universidad asistió puntualmente a todas sus clases. Respondió al llamado del país cuando fue amenazado por potencias extranjeras y fue el primero en alistarse como voluntario.

Fue una persona responsable al formarse al más alto nivel para poder cumplir con eficacia su vocación social. Y se formó en filosofía y teología para practicar mejor su fe cristiana. Fue una persona culta para ejercer con plenitud su condición de ciudadano y de persona humana. Quien hablaba con él sabía que estaba hablando con una persona seria, confiable, honorable, puntual, correcta e incapaz de mentir o faltar a la palabra empeñada.

Estos valores son esenciales en la construcción de un nuevo país. Hemos visto que es casi tradición “la traición de los mejores”, como diría Mario Briceño Iragorry, para señalar el mal ejemplo que dan los que están más visibles en la sociedad. Como se premia al ignorante, al “vivo” o al pícaro. Como se designan personas que no reúnen las competencias para una responsabilidad por mera amistad, partidismo o adulancia. La palabra nada vale, en particular la de los que están llamados a honrarla, por sus responsabilidades colectivas.

La nueva institucionalidad venezolana debe ser construida sobre la base de la confianza, la veracidad, la honestidad y la responsabilidad. La rendición de cuentas y la transparencia, virtudes todas que eran sustantivas a la personalidad de José Gregorio Hernández.

La dignidad de la persona humana

Todos eran iguales frente a José Gregorio Hernández y a todos los atendía con esmero, educación y cortesía, aunque tenía fama de ser severo con sus estudiantes, pero también la tenía de justo. La vida de cada ser humano era un valor superior y son muchos los testimonios de su abatimiento cuando no lograba salvar a algunos de sus pacientes.

Quizás la necesidad más importante de la nación venezolana reside en el respeto a la vida, a cada persona y a todas las personas, independientemente de su condición social, política o intelectual. No puede tolerarse más la discriminación por ninguna causa. Ni salud de primera para unos y de segunda para otros, al igual que la educación, los servicios públicos, los procedimientos administrativos, la dotación de infraestructura y otros asuntos. Venezuela es un país de una gravísima inequidad, tanto social como territorialmente. La descentralización y la aplicación del principio de subsidiariedad es una de las traducciones prácticas del respeto a la dignidad de la persona humana.

La Venezuela posible debe estar basada en el respeto a la dignidad de la persona humana, tal como la practicaba de manera cotidiana José Gregorio Hernández.

El bien común

La fama bien ganada del Dr. José Gregorio Hernández pudo haber sido aprovechada para propio beneficio personal. Siendo ya famoso al graduarse podría haber aceptado las atractivas ofertas que se le hicieron en Caracas. Atender y ampliar su ya inicial clientela, poner un excelente consultorio y haber sido un hombre rico y poderoso.

El 29 de junio de 1888 obtuvo con honores su grado de Doctor en Ciencias Médicas, que según testimonios de muchos de los presentes fue memorable, al punto que fue muy concurrida por las expectativas que despertó y al final del mismo los integrantes del jurado se pusieron de pie, lo aplaudieron y lo abrazaron felicitándole. El rector Aníbal Dominici, al otorgarle el título dijo: “Venezuela y la Medicina esperan mucho del doctor José Gregorio Hernández”. Luego de obtener su grado decide regresar a su pueblo natal, una aldea lejana, sin mayores comodidades, a ponerse al servicio de sus paisanos en Isnotú, Betijoque y comarcas circunvecinas.

Se coloca al servicio del bien común. Pero tiene que vivir y reunir para cumplir su sueño de ir a especializarse en el Instituto Pasteur de París. Cuando entra en cuenta que este lugar se estrecha, y muchas veces por el predominio del atraso que inclina a mucha gente a preferir la superstición que la ciencia, busca ampliar su espacio en las vecinas Valera y Boconó, luego en Mérida y Táchira.  Es conocido que en su tierra se involucró en diversas actividades para el progreso de la comunidad, lo que le deparó no pocas dificultades, hasta la posibilidad de ir preso por orden del gobernador.

Llega la oportunidad de ir a París a sus ansiados estudios en el prestigioso Instituto Pasteur, adquiere los equipos para fundar laboratorios y cátedras de medicina experimental en Caracas, regresa y los conocimientos y los equipos adquiridos con recursos nacionales los pone al servicio del bien común. Despliega entonces su gran labor en la investigación científica, en la docencia y en la atención médica, con particular acento en atender las enfermedades endémicas del país, por la salud de los venezolanos, por su opción por los pobres.

La Venezuela posible debe imitar esa virtud tan importante del Dr. José Gregorio Hernández, de poner el énfasis en el beneficio de la comunidad, en particular los más pobres. Todo al servicio del bien común.

Respeto positivo

“Respeto positivo y no respeto negativo de silencio o de temor ante la expresión de las ideas, ese clima universitario debe ser una gloria para Venezuela y debe reivindicarse hoy”, [2] afirmaba el Dr. Rafael Caldera al referirse a la famosa polémica entre el Dr. Luis Razetti y el Dr. José Gregorio Hernández en el seno de la Academia Nacional de Medicina, de la cual eran fundadores.

Ambos científicos eran calificados y reconocidos, profesores innovadores en el campo de la salud, pero Razetti era ateo y Hernández católico practicante. El primero sostenía la teoría evolucionista de Charles Darwin y propuso que la Academia acogiera como principio dicha tesis. El segundo era creacionista y sostuvo que una academia científica no podía adoptar ninguna tesis como valedera, porque era contraria al espíritu de la ciencia, cuya misión es la búsqueda del conocimiento. Escribe Hernández el 23 de abril de 1905: “Hay dos opiniones usadas para explicar la aparición de los seres vivos en el Universo: el Creacionismo y el Evolucionismo. Yo soy creacionista, pero opino además que la Academia no debe adoptar como principio de doctrina ninguna hipótesis, porque enseña la Historia que, al adoptar las Academias Científicas tal o cual hipótesis como principio de doctrina, lejos de favorecer, dificultan notablemente el adelantamiento de la ciencia”.

La academia sabiamente acogió la tesis de Hernández, aun cuando en la época El Origen de las Especies era una especia de “biblia”. La controversia había sido muy fuerte, pero en un marco de altura y cortesía. Hernández tenía un alto aprecio por Razetti y para sentir lo que pensaba Razetti de José Gregorio Hernández basta recordar sus palabras en las exequias: “31 años consagrados a la práctica del bien bajo las dos más hermosas formas de la caridad: derramar luz desde la cátedra de la enseñanza, y llevar al lecho del enfermo, junto con el lenitivo del dolor, el consuelo de la esperanza…”. “Cuando Hernández muere no deja tras de sí ni una sola mancha, ni siquiera una sombra, en el armiño eucarístico de su obra, que fue excelsa, fecunda, honorable y patriótica, toda llena del más puro candor y de la inquebrantable fe”.

Pero el respeto positivo lo necesitamos hoy todos los venezolanos. La situación en estos tiempos recios ha conducido a la extensión extrema de la violencia física y verbal, personal e institucional. El lenguaje de muchos de los llamados a dar buenos ejemplos es tóxico, grosero y agresivo, se descalifica con hostilidad al que piensa distinto, y se le persigue, encarcela y mata.

La construcción de un país distinto tiene que reconstruir el tejido social nacional, fundar un nuevo, denso y solidario capital social que restaure la concordia, la confianza y el respeto. Pero el respeto positivo, el que tolera la disidencia, las ideas ajenas y que construya sobre la base de un país diverso y plural.

Ese respeto positivo, el que se refiere la tolerancia de las opiniones diversas y a la legítima defensa de las propias, es otra de las grandes virtudes del Dr. José Gregorio Hernández.

Local y global

José Gregorio Hernández nació en Isnotú el 26 de octubre de 1864 y se crio en ese pequeño pueblo del estado Trujillo y a él retornó cuando se graduó de Médico. Allí, es esta geografía donde atemperan las altas serranías andinas para dejar ver el pie de monte, el espejo del lago de Maracaibo y el relampaguear del Catatumbo, de suave clima y grato verdor, recibió su educación inicial y conformó su carácter, del amor y la dedicación de su madre Josefa Antonia, Benigno su padre, sus tías paternas María Luisa Hernández y Sor Ana Josefa del Sagrado Corazón de Jesús, del maestro don Pedro Celestino Sánchez, su padrino el presbítero Francisco de Paula Moreno y de los vecinos. Benigno había donado el terreno para el templo y contribuyó a su construcción, Josefa Antonia tejió parte de sus ornamentos. Era una comunidad amorosa, religiosa y culta en medio del ambiente tranquilo, pero con el movimiento que daba el   negocio y la posada familiar, con arrieros y viajeros que subían o bajaban gracias al tráfico del puerto de La Ceiba.

El 6 de febrero de 1878, a ocho meses de cumplir 14 años, sale hacia Caracas a estudiar medicina. La noche anterior había dormido en la posada de Don Benigno – su padre – el insigne sacerdote Jesús Manuel Jáuregui Moreno. Diez años después el 12 de septiembre de 1888, regresa a su lugar de origen. El 29 de julio se había graduado de médico con honores y ya contaba con justificado prestigio como estudiante excepcional y persona de bien, que bien pudo haberlo tentado a quedarse en la capital. En Isnotú se entrega con pasión al ejercicio de su profesión, se involucra en diversas actividades de desarrollo comunitario tanto de su pueblo como de Betijoque, trabaja por el acueducto, por la creación de una Junta de Beneficencia, es parte de la Comisión Municipal de AsuntMs Médicos, asiste al Concejo Municipal con regularidad y lo nombran Médico de Betijoque, visita diariamente a sus enfermos en ambas localidades y en los campos, visita a Valera, Boconó, Mérida y San Cristóbal.

Estudia inglés, francés y alemán, recibe revistas y noticias científicas por suscripción o por el envío de su amigo Santos Aníbal Dominici y otros [3], debate temas médicos con sus colegas en Caracas, está pendiente de su Universidad y al tanto de sus cambios, y pinta, lee, escribe, baila, ora y trabaja, hace planes para continuar su formación en Europa. En aquel pueblo tan modesto José Gregorio no pierde el tiempo. Es un ciudadano activo tanto en su comunidad local, como en los pueblos y ciudades que visita, como en Caracas mediante una abundante correspondencia.

Su viaje por el páramo merideño es fundamental en la vida de Hernández y se piensa que el tránsito por esos altos parajes, la inmensidad de aquellos relieves, lo riguroso del clima, la vegetación adaptada a los extremos del viento y el frío, la profundidad de los valles, todo en la compañía de su cuñado José Temístocles Carvallo, lo conmueve, profundiza su conciencia de sí, consolida en su vocación espiritual, su compromiso hacia la ciencia y su disposición de servicio a la colectividad.

En aquel tiempo quedarse en Isnotú no le hubiera permitido desplegar su potencial en ese campo del conocimiento. Las oportunidades estaban concentradas en pocos lugares, sobre todo en las grandes capitales, y en general la provincia venezolana era atrasada. Ese modelo centralista concentrador, a pesar de la retórica federal, se ha mantenido hasta el presente, y aun cuando los avances tecnológicos propios de la sociedad de la información y del conocimiento vence las distancias y hace accesible las oportunidades a todos, indistintamente del lugar donde se nace o se vive, la realidad del precario acceso a los servicios, a la lentitud de la conectividad, la baja calidad la energía eléctrica, la mediocridad de la salud y la educación y otros adversidades, determina que no tengan las mismas oportunidades los que hoy nacen en Isnotú o cualquier lugar de Venezuela que no sea Caracas y algunos otros pocos lugares. Por ello la subsidiariedad, la descentralización y la profundización del modelo federal es un imperativo de la Venezuela posible.

Las virtudes del Dr. José Gregorio Hernández se explican en gran parte por esa formación lugareña de hogar y comunidad íntima, que luego de su tránsito por la capital y por Europa, se traducen en ese hombre admirable y excepcional, con temprana aura de santidad, que es y se percibe como una persona de carne y hueso.

El desarrollo local, con base en el principio de subsidiariedad, es otra de las lecciones que debemos aprender de la vida de este hijo de la provincia venezolana.

El trabajo como única fuente legítima de riqueza

Desde pequeño trabajó para generar ingresos que le permitieran vivir modestamente, sin mayores apremios. Cuando estudiaba se desempeñó como ayudante de la escuela, trabajó en algunos oficios y en la universidad como preparador de cátedras. Luego ejerció la medicina, fue investigador y profesor universitario. Sus ingresos le permitieron pagar las posadas donde vivía o el alquiler de la casa, hasta que compró la propia y allí se llevó a vivir a varios familiares cercanos. También le permitieron una vida cómoda, sin lujos, realizar algunos viajes y, sobre todo, ayudar a su familia y socorrer a muchas personas, sin que estas se enteraran, aunque se corrió la fama de persona caritativa.

El Dr. José Gregorio Hernández se preocupó por mantener una economía familiar sana, procurando la generación de recursos para atender a los suyos, y para asegurarles de no pasar atribulaciones futuras, pero no acumuló fortunas ni bienes. Era un hombre moderno y actualizado, y su vida social activa, sobre todo en el círculo intelectual relacionado con las ciencias médicas y la práctica de sus compromisos religiosos.

La Paz

El domingo 29 de junio de 1919 el Dr. José Gregorio Hernández estaba feliz porque se acababa de enterar que el día anterior se había firmado el Tratado de Versalles que puso fin a la Primera Guerra Mundial. En el reposo luego del almuerzo un amigo fue a saludarlo por el aniversario de su graduación y al verlo tan contento le preguntó las razones.

—¡Cómo no voy a estar contento! –Respondió Hernández. “¡Se ha firmado el Tratado de Paz! ¡El mundo en paz! ¿Tiene usted idea de lo que esto significa para mí? Entonces el médico acercándose le dijo en voz baja: “- Voy a confesarle algo: Yo ofrecí mi vida en holocausto por la paz del mundo… Ésta ya se dio, así que ahora solo falta…”

Conclusiones

José Gregorio Hernández fue un hombre excepcional gracias a la adquisición de una filosofía de vida.

El Dr. José Gregorio Hernández fue un personaje excepcional. No splo para recordarlo o para venerarlo, es fundamentalmente para conocerlo e imitarlo y tenerlo como ejemplo. Su pensamiento y su obra nos sirve de modelo tanto personalmente como para fundamentar las bases axiológicas de una organización, una sociedad y, como lo planteamos en este trabajo, de Venezuela, un país cuya crisis tan extensa y profunda ha tocado gravemente las bases mismas sobre las cuales está construida la nación.

La personalidad de este hombre solo es posible entenderla si se estudian las razones profundas que mueven su admirable voluntad. José Gregorio Hernández adquirió desde temprano unas bases éticas, una cultura espiritual, unas motivaciones axiológicas que fue aquilatando a lo largo de su vida, y que luego escribió en sus “Elementos de Filosofía”, como el compendio de la guía que orientó su inmaculado tránsito vital.

“Ningún hombre puede vivir sin una filosofía. La filosofía es indispensable para el hombre, bien se trate de la vida sensitiva, de la vida moral y particularmente de la vida intelectual.

“…publico hoy mi filosofía, la mía, la que yo he vivido; pensando que, por ser yo tan venezolano en todo, puede ser que ella sea de utilidad para mis compatriotas, como ha sido a mí, constituyendo la guía de mi inteligencia.

«También la publico por gratitud.

“Esta filosofía me ha hecho posible la vida. Las circunstancias que me han rodeado en casi todo el transcurso de mi existencia han sido de tal naturaleza que muchas veces, sin ella, la vida me habría sido imposible. Confortado por ella he vivido y seguiré viviendo apaciblemente.

«Más si alguno opina que esta serenidad, que esta paz interior de que disfruto a pesar de todo, antes que, a la filosofía, la debo a la Religión santa que recibí de mis padres, en la cual he vivido y en la que tengo la dulce y firme esperanza de morir:

«Le responderé que todo es uno”.

Así comienza su libro Elementos de Filosofía. (Hernández, 1912)

Para la nación venezolana el Dr. José Gregorio Hernández representa un tesoro que aún está por ser conocido y plenamente aprovechado. Y en esta hora de profunda y extensa crisis total todos debemos ir al encuentro de este hombre, cuyas virtudes pueden servir de base y guía para la Venezuela posible que es capaz de existir, si la diseñamos y la construimos como un gran proyecto nacional.

Se plantea retomar el proyecto establecido en la Constitución que establece las bases de la nación en los “valores de libertad, igualdad, justicia y la paz”. Que proclama que “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores la vida, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”. Y que establece que el Estado tiene como fines esenciales “la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo”. Y añade “la educación y el trabajo son los procesos fundamentales para alcanzar dichos fines”.

Para asumir el desarrollo y la cristalización de ese proyecto allí enunciado se requiere, como lo dice expresamente, gente educada y trabajadora. Personas de talento y probidad, preparadas y honestas, de pensamiento y acción. Venezuela los tiene, sin lugar a dudas. Gente competente y honesta que están aquí o en el exterior que aportan y seguirán aportando lo mejor de sí en esta tarea de enormes dimensiones. Y también tenemos las referencias del pasado, personas que, desde los remotos tiempos coloniales, los días de los sueños fundacionales de la república y en los azarosos años vividos y sufridos en los avances y retrocesos de la historia reciente, nos dieron lecciones de grandeza.

Venezuela ha dado grandes valores humanos, pero entre ellos existe uno que es muy conocido y querido por casi la totalidad de los venezolanos. Un personaje popular que reúne lo más alto del prestigio como persona de talento, y del cariño de la gente por su talante bondadoso: El Dr. José Gregorio Hernández. ¡Qué mejor personaje para tenerlo como referencia de esa Venezuela soñada por las grandes mayorías!

José Gregorio Hernández fue un hombre excepcional la adquisición de una filosofía de vida.

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[1] El primer golpe militar se dio contra el presidente encargado Francisco Antonio Zea el 14 de septiembre de 1819, cuando Bolívar lo dejó encargado del Poder Ejecutivo entre tanto se ocupaba de la campaña en Cundinamarca. Su delito era ser civil.

[2] Rafael Caldera. Espíritu universitario: Razetti y Hernández. Palabras en el Congreso Nacional Homenaje los 25 años de la muerte de José Gregorio Hernández. 19 de junio de 1944.

[3] La ruta de las cartas y otros materiales vía correo en esa época eran Caracas a Curazao, Nueva York, Maracaibo, La Ceiba, Betijoque e Isnotú. A veces directo Curazao – Maracaibo.

Bibliografía

Caldera, Rafael. Tres discursos sobre José Gregorio Hernández. Ediciones de la Presidencia de la República. 1996

Castañeda, Raúl Díaz. Novela Un milagro histórico” Fondo Editorial de la Universidad Valle del Momboy. Valera, 2014

Castellanos, Rafael Ramón. El milagroso médico de los pobres en Isnotú. Italgráfica. Caracas, 1994

Diócesis de Barinas. Gobierno Superior Eclesiástico. Carta pastoral conmemorativa del centésimo quincuagésimo tercer aniversario del nacimiento del venerable Dr. José Gregorio Hernández Cisneros”. +José Luis Azuaje Ayala. Obispo de Barinas. Barinas, 26 de octubre de 2017.

Yaber Pérez, Miguel. “José Gregorio Hernández”. Ediciones Trípode. 5ª Edición. Caracas, 2009. Reproducido en Hernández Briceño, 1958.

Yaber Miguel. José Gregorio Hernández. Hombre de Dios y Siervo de los enfermos”. Caracas 2010

El primer golpe militar se dio contra el presidente encargado Francisco Antonio Zea el 14 de septiembre de 1819, cuando Bolívar lo dejó encargado del Poder Ejecutivo entre tanto se ocupaba de la campaña en Cundinamarca. Su delito era ser civil.

Rafael Caldera. «Espíritu universatorio: Razetti y Hernández». Palabras en el Congreso Nacional Homenaje los 25 años de la muerte de José Gregorio Hernández 19 de junio 1944

La ruta de las cartas y otros materiales vía correo en esa época eran Caracas a Curazao, Nueva York, Maracaibo, La Ceiba, Betijoque e Isnotú. A veces directo Curazao-Maracaibo.


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