Ante rumores y enfrentamientos bélicos confirmados, el terror y profunda reflexión se acoplan en las psiquis de seres expectantes, aparentemente no tan involucrados en el conflicto. El autor Sun Tzu expresa en su libro El arte de la guerra que la misma es de vital importancia, ya que permite el control sobre la vida y la muerte, la prolongación o pérdida del poder, y depende de factores como: doctrina, tiempo, terreno, mando y disciplina. Deja manifiesta la importancia y preparación que requiere enfrentarse a un enemigo digno, haciendo un justo análisis de todos estos aspectos y saboteando la naturaleza propia del contrincante de acuerdo a sus características.

Si vemos la guerra como el oscuro arte que es, sabemos que bajas pasiones sirven de pilares fundamentales, irguen a hombres débiles como baluartes de poder y gloria efímera. Quienes en el ejercicio histórico de la autoridad, someten a otros hombres de menor influencia a reñirse con armas de toda índole, unos contra otros; generando tragedia, muerte, trauma, pobreza y desolación. La guerra fomenta a fuego lento todo tipo de agresión como el robo, la violación e indefensión, que cauterizan a los que no tienen una elección aparente.

Tiempos pospandemia, parecen los menos apropiados para liderar enfrentamientos bélicos entre países vecinos que podrían ser aliados estratégicos en comercio, salud y crecimiento de sus pueblos. Sin embargo, se observa un compás vulnerable de reinvención en todo el planeta, donde un auge del negocio que se mueve detrás de la guerra, puede ser un catalizador económico de algunas minorías, o una estratégica propulsión para gigantes aliados emergentes, en el señorío geopolítico mundial. Al costo que sea, los autoconcebidos inmortales del planeta, se posicionan hegemónicos como minidioses con el seudoderecho a decidir quién vive o muere.

Incorporados entre los tejidos de beligerancia, se conectan en primer lugar, las profundas motivaciones inicuas de seres con ansias de dominio desmedido e insondable menosprecio por la vida de sus semejantes. Luego, se unen intereses y negociaciones emergentes, de quienes son capaces de simular posturas públicas ajenas a los verdaderos roles y discursos que rigen sus acciones. Por último, las incalculables consecuencias de las pugnas, que a pesar de que se pueden proyectar, por expertos en la materia, siempre dejan un margen de incertidumbre, que solo la consecución natural de los hechos evidenciará. Todo esto, sin tomar en cuenta las generaciones marcadas por el odio, la rabia y el trauma, cuyas vidas y sistemas de pensamiento jamás volverán a ser los mismos, tal como se evidenció en los sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial.

Tiempos apocalípticos nos han sobrevenido, con o sin preparación todo esto ocurre: guerra, enfermedad, translocación de montes o dominios, ausencia de satisfacción frente a todo, confusión generalizada en las bases de la vida y temor paralizante. Me pregunto si la guerra es solo entre individuos o hay mucho más debatiéndose a altas temperaturas y presiones. Será que como dice la Biblia, nuestra lucha nunca ha sido contra carne ni sangre, sino contra principados y potestades que influencian a quienes abren sus puertas para ello. De ser así, el cese a las armas solo vendrá por mano y voluntad divina, no por concilio de mentes entenebrecidas. La humanidad está tan carente de amor puro y divino, el que sustenta la vida, que ni siquiera reconoce lo que falta.

@alelinssey20


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!