Hace como seis años atrás los detractores del anterior gobierno de Estados Unidos profetizaban que iba a ocasionar la tercera guerra mundial, y los hechos no solo desmintieron tal aseveración sino que evidenciaron que esa administración pasaría a la historia como la única –por lo menos en muchos años– que no inició una nueva guerra.

Y, lo que es más llamativo aún, es que esos mismos falsos «profetas» aseguraron que votar por Joe Biden era más seguro para la humanidad, y otra vez se pelaron. La actitud timorata de la actual administración de la Casa Blanca hizo explotar la guerra en Ucrania y está jugando con candela en Taiwán.

Biden no es rival político para Putin, y el autócrata ruso lo sabe bien, y por eso se aprovechó de la carencia de visión táctica del actual presidente de Estados Unidos e invadió, a sangre y fuego, a Ucrania.

Y, por otro lado, permitir la visita de Nancy Pelosi –presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos– a Taiwán fue otro desatino que está colocando al mundo al borde del desastre. Pues, China no está dispuesta a aceptar un reconocimiento formal de la independencia taiwanesa ni menos que se le reconozca a Taipei como capital de la República de China.

Todo esto sin obviar las tensiones entre Kosovo y Serbia y lo que esto también significaría con una eventual intervención de los cascos azules de la Organización de las Naciones Unidas. ¡Todo un caos!

Y usted, apreciado lector, se preguntará la razón por la cual hago esta síntesis del clima belicoso del planeta, y los motivos que me llevaron a desprenderme de la disertación típica de la realidad venezolana.

Lo cierto es que no estoy alejándome del tema venezolano, debido a que, en medio de este panorama, Miraflores se mete en camisa de once varas y coquetea con el tema guerrerista con gestos innecesarios y peligrosos.

Maduro no solo anunció sino que promueve unos juegos militares en Venezuela con participación de Rusia, Bielorrusia, China, Irán y otras naciones que integran el llamado “eje del mal”, con lo cual el usurpador de Miraflores no solo vuelve a evidenciar su amor por los autócratas sino que se involucra fuertemente en el conflicto internacional.

Lo menos que nos interesa a Venezuela es estar incursionando en temas de esa índole. Como se decía antes, “cuando tigre ronca, no hay burro con reumatismo”. Nosotros, como nación, nada tenemos que hacer o inmiscuirnos en esos asuntos.

Los demócratas en Venezuela debemos rechazar estos guiños enloquecidos, pues, aunque nos solidarizamos con el pueblo ucraniano y aunque agradecemos el apoyo humanitario que Taiwán le ha brindado a la ciudadanía venezolana, es menester quedarnos al margen de tal conflictividad de gran escala.

No hagamos que los vientos de guerra lleguen hasta nuestras costas; no juguemos con candela. Maduro no puede seguir expresando su desequilibrado deseo de complacer a sus jefes de Moscú, Pekín o Teherán, generando en provocaciones contra la civilización occidental y,  especialmente, contra Estados Unidos.

Hay que ser sensatos, aunque a veces es mucho pedirle a quienes usurpan el poder en Venezuela, pues ellos –por naturaleza– son insensatos e imprudentes.

Y sin más que agregar, nos leemos la próxima semana.


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