La decisión del 19 de abril -¡vaya fecha!- de la Plataforma Unitaria de anunciar la candidatura unitaria del diplomático Edmundo González Urrutia a la presidencia de la República es extraordinaria y se constituye en un acontecimiento político de impacto nacional e internacional. Las fuerzas de la oposición democrática llegaron a una decisión unánime en un ambiente de tensiones previas que presagió el peor de los escenarios.

Queda, sin embargo, un trámite decisivo: que la postulación de González Urrutia por las tarjetas de los partidos Un Nuevo Tiempo (UNT) y la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) se pueda concretar y supere los obstáculos que el sistema electoral ha colocado en el camino de las fuerzas democráticas que aspiran a participar y votar el próximo 28 de julio. Las próximas horas son para mantenerse en vilo.

González Urrutia representa desde la noche del 19 de abril a las 10 organizaciones políticas presentes en la Plataforma Unitaria Democrática más, y nada menos, a María Corina Machado, la líder electa en la primaria de octubre del año pasado, y su organización Vente Venezuela.

A pesar de los augurios negativos, de una desatada furia de dimes y diretes por las redes sociales, la dirigencia política democrática ha dado una vez más -y esto poco se reconoce- una muestra de madurez, de calibre político en circunstancias muy adversas y de indudable compromiso con el rescate democrático del país y la construcción de una sociedad donde las garantías políticas prevalezcan para todos los venezolanos sin distingo alguno.

Falta, insistimos, que juegue el gobierno, que ojalá pueda leer con raciocinio el potente mensaje de la decisión del 19 de abril.

La decisión ratifica la voluntad inequívoca de las fuerzas democráticas de participar electoralmente. De resolver el conflicto venezolano por la vía como se aprendió a tramitar las diferencias políticas desde 1958: mediante el voto, por la decisión de cada ciudadano al hacer valer su sufragio.

La decisión significa que están equivocadas las voces, en una y otra acera, que atisban equivocadamente que la violencia pueda animar a sectores de las fuerzas democráticas, También descarta de manera contundente la existencia de una estrategia oculta destinada al boicot electoral, que algunos sectores de manera interesada han intentado poner de regreso en la discusión pública.

La decisión es una expresión política del férreo empeño en sortear todos los obstáculos -inhabilitación de María Corina Machado, bloqueo de la candidatura de Corina Yoris, y no son los únicos- puestos para impedir la participación unida de las fuerzas del cambio político.

Edmundo González Urrutia es un diplomático de larga trayectoria. Reservado, prudente y observador experimentado, como corresponde a su oficio. Vinculado desde hace mucho más de una década a la construcción de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que condujo a la magnífica victoria electoral de las parlamentarias de 2015.  Quienes lo conocen le reconocen amplitud para el entendimiento y capacidad para sumar aliados y ensanchar el territorio del acuerdo político.

La decisión unánime de las fuerzas democráticas reivindica su dirección en esta hora crucial. A María Corina Machado, en uno de los momentos supremos de un liderazgo que el país aclama. También a Manuel Rosales, cumplidor de su palabra, centro de ataques desmedidos y cuyo olfato político y coraje es necesario revalorizar. Al igual que otros dirigentes que desde su propio espacio han sabido cumplir un rol de utilidad para favorecer el acuerdo, explicar la complejidad de lo que se decidía y el deseo de encontrar la solución que los venezolanos reclaman.

“Avanzamos”, dijo María Corina Machado. Y de qué manera. Un paso, sin embargo, en la ruta para el reencuentro de los venezolanos, el regreso de una buena parte del exilio, la reinstitucionalización del país, el cumplimiento de las demandas de un pueblo sufriente y la recuperación del Estado de Derecho como centro y talismán de la vida de todos los venezolanos.


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