Umberto Eco fue el primer semiólogo pop de la historia, aparte de erudito, filósofo y escritor de novelas, como el best seller El Nombre de la Rosa, del cual renegó, tiempo después de su exitosa adaptación al cine.

Falleció en 2016 en Italia y el mundo todavía no se repone de su sentida pérdida en el campo intelectual.

Por ello, el cine documental busca hacerle justicia en La Biblioteca del Mondo, filme dedicado a investigar en el legado del autor, a partir de su inmensa colección de libros, hoy conservada por el Estado italiano.

El largometraje pueden verlo en la plataforma de Filmin, cuya grilla es un oasis de profundidad ante el paisaje superficial de los algoritmos dominantes del streaming.

Como un Indiana Jones de la academia, el maestro Eco atesoró en vida los ejemplares e incunables más surrealistas, históricos y curiosos, inspirando su visión ecléctica y sincrética de la cultura, sin complejos de crítico elitista.

Hoy Eco nos regalaría un ensayo sobre los códigos secretos de Barbie, a diferencia de tanto analista esnob de la generación boomer, empeñado en denostar de la cinta, antes de verla.

No en balde, las ideas del autor superaron el paradigma de rencor y resentimiento hacia la cultura de masas, dando pie a su comprensión en títulos inolvidables como La estrategia de la ilusión y Apocalípticos e integrados, texto de referencia en la universidad.

Es un verdadero gusto recomendarlo, sorprendiendo a los chicos por cómo el escritor reivindica el análisis de los fenómenos del pop, como el cómic, justo cuando Superman era satanizado por la izquierda.

Atención, porque mucho del odio que despierta el tema de los súper héroes, viene de la repetición de una serie de clichés y cajas de pensamiento, que superaron los aportes de Umberto Eco.

Los familiares del autor, en efecto, nos señalan su colección personal de historietas, en uno de los lugares privilegiados de la biblioteca, donde se desarrolla la película de no ficción.

Ahí nos introduce la cámara, a través de la mirada juguetona y activa de un plano subjetivo, como de video game.

El chiste obvio es que la herencia de Eco sigue viva, gracias al empeño de su familia, del cine y de sus fanáticos, por reproducir su conocimiento.

En un testimonio, el personaje evoca su afecto por Charlie Brown en Peanuts, al considerarlo un fascinante vehículo del psicoanálisis.

Después de armar y desarmar a la comunicación social, con sus tratados de semiótica, el intelectual descubre una segunda etapa de mayor reconocimiento, al incursionar en el mercado de la narrativa.

Explota la Ecomanía y sus novelas se venden en todo planeta, como poderosas inmersiones en los laberintos de la mente, la literatura y la historia de la humanidad.

Un misterio que se nos revela en páginas de inspiración borgeana.

El filme es generoso en la edición del material de archivo, ilustrando cada uno de sus tres actos con agudas e irónicas muestras de ingenio, a cargo del protagonista de la trama.

Nos enseña el valor de la verdad, y de cómo el “Ur Fascismo” miente, por medio de signos e imágenes retóricas.

Todo lo contrario al perfil empático de Umberto Eco, quien hoy hace falta para enfrentar el ruido y la manipulación de la red social.

En última instancia, una celebración de los libros impresos, porque en palabras del maestro: lo digital es una quimera que nos inunda con desinformación, y su inmaterialidad es un peligro, que algún día puede desaparecer, cual fantasma o el símbolo del parajito de una compañía como Twitter.

Por eso, leo y amo los libros impresos de Eco.

Agradecido con Luis Carlos Díaz por permitirme descubrir el documental.

Recomiendo.


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