«Perhaps a lunatic was simply a minority of one» (GEORGE ORWELL)

Llámeme pesado, cansino, estúpido o lo que quiera. El caso es que no me puedo callar. No me parece sano lo que está pasando en el mundo. Alguien tiene que decirlo hasta que la gente lo entienda y sea consciente de lo que nos perdemos.

Hace unos años, se publicaba la fotografía del Rijksmuseum de Ámsterdam en la cual veíamos a un grupo de adolescentes volcados en sus smartphones mientras el cuadro Ronda de noche de Rembrandt permanecía ignorado al fondo.

Aquella instantánea del museo holandés fue viral en el año 2014. Si pensamos bien podemos creer que los chicos pertenecen a un colegio y están realizando una actividad extraescolar. En el momento de la imagen, los pupilos ya habrían observado atentamente el cuadro de Rembrandt y quizás buscaban más información. Sería extraño, por otro lado, renunciar a perderse detalles de la obra pictórica teniéndola delante de los ojos. Los libros y las consultas quizás debieran hacerse en otro sitio y en otro momento.

Alguien compartía en Twitter hace unos días la imagen de cuatro jóvenes en una góndola veneciana. En realidad, era una grabación en vídeo de 18 segundos de duración. El comentario en forma de tuit decía así: «These 4 tourists will never forget every second of their gondola tour in Venice 😳” (*pic) [Estos 4 turistas no olvidarán ni un segundo de su tour en góndola por Venecia]. El emoticono de cierre no puede ser más clarificador del tono irónico del mensaje: ojos abiertos y boca inexpresiva. Cara de sorpresa. No entiendo qué pasa. ¿Por qué? ¿Qué buscan estos jóvenes en Venecia? ¿Es que han venido a hacer aquí lo mismo que hacen en todas partes? En fin, los pasajeros de la pequeña embarcación aprovechan el tiempo de la ruta turística centrando su atención y sus sentidos (vista, oído, olfato) en el dispositivo electrónico de bolsillo de moda.

Resulta cuando menos curiosa la preocupación de aquellos que veían una intención oscura en la vacunación masiva ante la pandemia de la covid-19. Ah, había un sentimiento de desconfianza general. Algunos pensaron en una conspiración mundial política de vigilancia y control de los ciudadanos al estilo de que imaginó (ojo, imaginó) George Orwell en su acertada distopía 1984.

No crea, querido lector, que he elegido dos imágenes escandalosas como excusa para criticar a las generaciones jóvenes. Seguramente también hay gente madura y consciente de esta dependencia tóxica al teléfono móvil. No digo que no.

Por desgracia, el viaje de esos jóvenes a Venecia no será muy distinto al de otros adolescentes. El uso de los celulares se ha convertido en problema de toxicidad global. Tenemos que curarnos de una vez de esta adicción y aprender a vivir un poco más como vivíamos antes, sin quitarnos la vida.


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