Nuestra Venezuela ha sido siempre un país en el que la contradicción existente entre la generosa disponibilidad  presupuestaria originada en una alta renta había podido convivir  insólitamente con la falta de recursos para destinar a la satisfacción de otras obligaciones esenciales propias del Estado, fenómeno agudizado en los últimos veinte años.

Hoy día, cuando aquella ilusión de que “éramos ricos y no lo sabíamos” hace tiempo que se acabó, las contradicciones siguen existiendo aun en pleno “socialismo del siglo XXI” que -según decían- había llegado para resolver aquello.

La Venezuela actual parece tener suficientes recursos que le permiten regalar petróleo a Cuba, aun a costa del abastecimiento interno; subsidiar y hasta perdonar millonarias deudas a países del Caribe, especialmente si hay coincidencia ideológica. También vemos con asombro cómo cada vez que alguno de los “panas” del Grupo de Puebla u otros “chicos malos” precisan desplazarse a cualquier lugar del mundo, allí está a la disposición el avión de Conviasa (sancionado) con matrícula, tripulación, combustible y gastos por cuenta de Miraflores etc.

La contradicción está presente en la medida en que aquella generosidad coexiste con hospitales en ruinas, servicios en su peor momento, hambre generalizada, enfermedades otrora erradicadas que regresan y pare usted de contar.

Ni la peor ni la última es la vergüenza vivida el pasado 24 de febrero en la Asamblea General de Naciones Unidas con motivo de cumplirse un año del inicio de la invasión rusa a Ucrania. En ese foro -escenario de la totalidad de la representación mundial- la Venezuela que teóricamente “se está arreglando” no pudo emitir su voto por estar suspendida por reiterado y exagerado atraso en el pago de la cuota que le corresponde como miembro de la organización. Tal blasón lo comparte nuestro país con tres o cuatro más, auténticamente pobres e imposibilitados.  Tal vez eso no sea tan grave ni tan lacerante como ver a nuestros compatriotas hurgando la basura para comer, pero no se puede desconocer el bochorno de constatar cómo nuestro país es expuesto ante todo el planeta como “mala paga”.

Esa misma Venezuela es la que hasta el año pasado -sorprendentemente- formaba parte del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, desde cuyo seno exhibía sus “logros” en materia de respeto a esas garantías fundamentales. La misma Venezuela cuyo gobierno la semana pasada emitió un altisonante comunicado denunciando la “maniobra” del fiscal de la Corte Penal Internacional de La Haya, ante quien se acumulan centenares de denuncias por delitos de lesa humanidad atribuibles a la cadena de mando cuyo vértice es Miraflores y que están a punto de ir a juicio en ese tribunal.

En todo caso fue menos malo no poder votar por morosos que haberlo hecho en contra de la Resolución que se aprobó condenando a Rusia por su acción violatoria del derecho internacional, la cual obtuvo nada menos que 141 votos a favor. De haber votado seguramente la representación venezolana hubiera formado parte del “selecto” grupo de solamente 7 países (de 193 miembros) que se alinearon con el agresor. Ellos fueron Bielorrusia, Mali, Nicaragua, la propia Rusia, Siria, Corea del Norte y Eritrea, todos los cuales exhiben los peores registros de respeto a los derechos humanos y al Estado de Derecho. Es cierto también que 32 Estados -entre los cuales algunos “panas” del relato chavista, como China- prefirieron abstenerse.

Sin embargo, pensándolo bien, no hay motivo para sorprenderse cuando esta misma semana los medios han reseñado en video y audio (para que no haya malas “interpretaciones”) las palabras nada menos que del presidente de la Asamblea Nacional (oficialista), Jorge Rodríguez -psiquiatra del horror-, quien explicó con toda claridad que nadie debe soñar con “elecciones libres y competitivas” para el 2024 mientras la oposición no se allane a renunciar a las exigencias de condiciones mínimas para competir y Estados Unidos levante todas las sanciones. En todo caso, una aberración así no es extraña en boca de ese señor, como sí es repugnante lo afirmado por un dirigente fundamental de Primero Justicia (Tomás Guanipa) recordando que María Corina Machado aparece como inhabilitada para el ejercicio de cargos de elección, olvidando que el recién proclamado candidato de su propio partido lo está hasta el 2034. Creo que eso en la guerra se llama “fuego amigo” o “autosuicidio”, como alguna vez lo denominó CAP, otrora satanizado y hoy rescatado como genuino demócrata certificado como profeta que predijo con acierto lo que sucedería en nuestra patria.

@apsalgueiro1


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