Dijo José Gervasio Artigas “Con libertad ni ofendo ni temo”.

A finales de 2021, la idea de impulsar un referéndum revocatorio presidencial se posicionó en algunos sectores políticos y sociales del país. En contraparte, otros sectores, donde me incluyo, defendimos la tesis de que este camino sería un error político desde el punto de vista estratégico, debido a la profunda fragmentación existente en las fuerzas opositoras.

Como siempre, no faltó quien nos llamara “colaboradores” del “régimen” y nos acusaran de jugar en contra. La verdad es que, desde ese sector de oposición con acceso a recursos y reconocimiento internacional, entiéndase el G4, no se acompañó al sector convocante, no hubo solidaridad ni unidad en torno al referéndum, al parecer nunca estuvo en los planes.

Recordemos que el “gobierno” interino nace bajo la premisa del “cese a la usurpación”, es decir, desalojar del Palacio de Misia Jacinta a Nicolás Maduro, y acaso ¿el referéndum no es una vía para ello? Llama poderosamente la atención que la iniciativa del RR no fue impulsada desde el “interinato”, ni por ninguno de los seudolíderes que han pedido intervención extranjera y sanciones para el país.

¡Válgame, Dios!, para este sector político es más fácil contratar mercenarios, pedir la llegada de los marines y planificar la operación Gedeón que organizarse, ponerse de acuerdo, unirse, exigir una ley de referéndum, salir a convencer a la gente y hacer valer un derecho civil, político y constitucional. Han tenido desde 2019 para ello, ¿por qué no lo hicieron?

Existen tres posibles respuestas: a) son conscientes de que perdieron credibilidad; b) si la iniciativa no es de ellos, entonces no sirve; y mi favorita, les asusta la posibilidad real de salir de Maduro sin tener la garantía de que ellos serán poder.

Un referéndum revocatorio, en el mejor de los escenarios, podía acortar el mandato de Nicolás Maduro pero en ningún caso garantizaba que la oposición concentrada en torno al G4 o María Corina Machado tomaría el poder, pues en unas elecciones presidenciales con solo 30 días de preparación y frente a los altos niveles del ego opositor, el chavismo o un buen outsider tenía mucho chance de ganar.

El 17 de enero, Juan Guaidó en una entrevista al medio Analítica, dejó ver que, pese a sus reservas, consideraba que la oposición debía evaluar la opción del RR como un mecanismo para movilizar a la ciudadanía. La gran pregunta es, como “presidente” interino, ¿por qué no lo hizo?, ¿por qué no salió a movilizar a la ciudadanía en favor del referéndum y sí lo hace llamando a la calle el próximo 12 de febrero?

No hay condiciones. Sí, efectivamente el cronograma planteado por el CNE fue totalmente cuesta arriba y cuestionable, pero si el 80% del país quiere que Nicolás Maduro se vaya, como dicen algunas encuestadoras, esto no debería ser un inconveniente.

EL gobierno jugó muy mal. El CNE le hizo un favor a quienes no querían, convenientemente, ir al referéndum. Un cronograma más coherente y flexible hubiese puesto en aprieto al grueso de la oposición que no logra ponerse de acuerdo, pero también hubiese hecho feliz a un sector del chavismo que por diversos motivos sí querían referéndum.

Quienes sí merecen un reconocimiento son los 42.421 valientes que tuvieron el coraje y el compromiso de escribir su nombre en la solicitud del RRP.

Personalmente, no estoy de acuerdo con publicar la lista de los firmantes, pero sería interesante saber, solamente, si en esas 42.421 rúbricas aparecen, aunque sea por simbología y solidaridad, el nombre de Juan Guaidó y de los principales dirigentes de oposición que viven gritando “Maduro, vete ya”.

Los chilenos tuvieron de 1986 a 1988 para llegar a la estrategia de ir al plebiscito, aún en condiciones adversas. Si desde 2019 se hubiesen propuesto crear una gran coalición nacional por el revocatorio presidencial, en vez de tomar atajos y salidas aventureras, quizás la historia hoy sería otra.


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