Julio Borges
Foto: Archivo

I

Les pido un ejercicio de imaginación. Sitúense en el año 1962, en el Salón Oval de la Casa Blanca, en Washington. John F. Kennedy discute con su gabinete de guerra lo que el avión espía U2 fotografió cuando sobrevolaba Cuba: trabajos de instalación de unos misiles rusos.

La gran pregunta era, obviamente, ¿qué hacer? Todos los presentes estaban de acuerdo en que se trataba de una amenaza directa a la seguridad de Estados Unidos, de eso nadie podía tener duda. Pero cómo responder seguramente levantó varias ideas. Quizás haya documentos de la época que recojan las opiniones de los que estaban en ese momento discutiendo el asunto. Pero dada la naturaleza humana, es imposible que todos estuvieran de acuerdo sobre el plan. Alguno debió asomar la idea de destruir la zona con un bombardero. Otro seguramente desestimó la amenaza. Obviamente, el presidente tendría la última palabra.

Terminada la reunión, ¿se imaginan si alguno de los que no estuvo de acuerdo o que pensó que tenía una idea muy original para resolver el conflicto saliera y llamara a un reportero del The Washington Post y le dijera lo que pasaba y cómo pensaba él resolverlo? ¿Se imaginan que añadiera que Kennedy pensaba hacer tal o cual cosa y que él no estaba de acuerdo? Si hubiera existido para entonces Twitter ¿se pasean por la idea de lo que hubiera escrito este personaje?

Creo que no lo estuviéramos contando ni se estaría tomando como uno de los ejemplos de negociación de crisis en los estudios de Ciencias Políticas. Esos personajes debieron discutir hasta el cansancio y al final todos acordaron una salida.

II

Cuando yo era reportera de política me tocaba todos los lunes cubrir las reuniones del Comité Ejecutivo Nacional de Acción Democrática. Era lo que llamamos los periodistas un plantón, que la mayoría de las veces no daba noticia a menos que uno escarbara en lo profundo. Pero era lo cotidiano, lo esperado que se hubiera presentado alguna pelea, algún desacuerdo entre los asistentes, y confieso que de allí uno sacaba punta al lápiz para tener noticia toda la semana.

Una vez al partido le tocó hacer “revisión de los estatutos”. No crean entonces que era una cosa improvisada. Se nombró una comisión que revisó el documento como si se tratara de la Constitución, anotaron y propusieron reformas. Al final, en un proceso de más o menos tres días, la dirigencia nacional se reunió para discutir y acordar los cambios. A esas reuniones no entraban extraños, mucho menos periodistas, que teníamos que conformarnos con la rueda de prensa final que daban, al unísono, todos. Por más que uno consiguiera una fuente “extraoficial”, lo máximo extra que obteníamos era quién peleó con quién, quién dijo improperios y quién salió ganando; pero la conclusión, la reforma la apoyaban todos.

Claro, ocurrían desacuerdos que reseñaba la prensa, pero los partidos tenían la costumbre de lavar sus trapos sucios en privado. Todos.

III

Ahora no necesitan llamar al periodista de la fuente para contarle “extraoficialmente” que no se está de acuerdo con tal o con cual. Sencillamente toman su celular y escriben en alguna red social que fulanito es un imbécil, o que renunció porque no he estado nunca de acuerdo, o mejor candidato soy yo, o vamos a acabar con esto.

A estas alturas, si me siguieron leyendo,

alguno dirá que exagero cuando comparo la crisis de los misiles con lo que nos estamos jugando en Venezuela. Aquello pudo haber desatado la tercera guerra nuclear, lo entiendo. Pero en este país se mueren niños, mujeres y hombres a diario por una crisis humanitaria demasiado compleja, por no decir otra cosa. Es un caso de vida o muerte.

Y en vez de estar metidos de pata y cabeza en alguna parte dilucidando sus diferencias y tratando de definir una sola línea para alcanzar el objetivo de salir de este gobierno, cada quien se reúne con su grupo de aduladores. El afán de protagonismo nada tiene que envidiarle al de los rojitos. Qué tristeza.

¿Cuándo van a pensar en nosotros los que estamos sufriendo? Los viejos ya tuvieron su oportunidad y no llegaron a nada, los jóvenes todavía tienen tiempo de pasar a la historia. ¿Por qué no salimos de esto primero en vez de prender el ventilador para acabar con la imagen del otro? Nadie les está pidiendo que sean amiguitos, solo que sacrifiquen sus apetencias. Les aseguro que así serán recordados como la generación que liberó a Venezuela. Dennos la posibilidad de votar por cualquiera de ustedes, pero en un país sin la peste roja.

@anammatute


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