Cualquier negocio de exportación de excedentes de electricidad de un país A hacia un país B por supuesto que es bueno. Pero primero debe satisfacerse la demanda interna. Cuando el país A no puede satisfacer su propia demanda resulta irrisorio proponer o siquiera pensar en proyectos de “exportación” de electricidad.

Además de todo esto, sucede que ese país A (Venezuela) vive en un régimen totalitario socialista que quitó la libertad a sus ciudadanos. Con eso es imposible pensar en que otro país B (Brasil) compre electricidad, o cualquier commodity, porque estaría financiando de forma (in)directa la opresión del pueblo venezolano.

Antes de vender electricidad a terceros países primero libertad para Venezuela.

Si ningún país comprara el petróleo, la dictadura hubiera caído hace años. Sensiblemente la dinámica comercial e industrial del globo es mucho más compleja que dejar de adquirir el petróleo venezolano. Los equilibrios son muy frágiles. Vean lo compleja que fue la operación europea/norteamericana para evitar el gas ruso a Europa. Un sinfín de malabarismos. Venezuela es la principal reserva de petróleo del planeta, más que Arabia; pero vean ustedes cómo está Arabia y cómo está Venezuela. Eso ya lo hemos comentado en un análisis anterior: la clave es correcta inversión de excedentes de capital para fortalecer a la sociedad.

Pero volviendo al caso específico de la electricidad venezolana, sintetizamos en este concepto: la oferta de electricidad para el mercado interno de Venezuela es poco menos que caótica. Me confirman mis colegas y amigos ejecutivos de compañías del sector: hay permanente fallos del sistema. Hay “apagones” (cortes de luz). En 2017 hubo 34 cortes de luz, más de 70 en 2018. Y cientos de miles de incidentes con el sector, que están registrados, a lo largo de 2020/2023. Eso es clara muestra de que el sector está desinstitucionalizado, venido a menos y sencillamente no se va a solucionar ni con más burocracia ni con otra empresa estatal.

El Sistema Eléctrico Nacional (SEN) venezolano tiene predominantemente en su mix: generación con fuente hidroeléctrica y termoeléctrica (oil y gas), con una capacidad instalada de aproximadamente 19.000 megavatios (MW). Hay un excedente que podría ser exportado, pero insistimos en que primero se debe atender a plenitud el mercado interno. Además de que las cifras que proporcionan los regímenes socialistas, para hacer estos análisis, no son las más confiables, cabalmente porque ocultan sus fracasos.

Las renovables aún no están con fuerte presencia, excepto en el parque eólico en Paraguaná, estado Falcón, y La Guajira. Pero obviamente las renovables serán un factor decisivo para reformar, modernizar y poner al día al sector eléctrico venezolano, una vez que haya libertad para inversiones privadas.

Por su lado, Brasil necesita la electricidad de Venezuela para satisfacer la demanda de su estado Roraima, norte de su geografía, un estado brasileño rural que tiene casi 700.000 habitantes en varios municipios, pero que no se alimenta del Sistema Interconectado Nacional (SIN) brasileño.

Más allá de la buena intención del objeto de la compra/venta de electricidad entre Estados, que conceptualmente satisface el concepto de la “integración energética”, es importante señalar que el sector eléctrico venezolano, igual que su sector petrolero, está muy abandonado: 1) marcada obsolescencia tecnológica; 2) alta burocracia y partidización del sector; 3) ausencia de inversiones privadas en generación tradicional o renovable, en transmisión y en distribución; 4) gestión deficiente de los actuales sistemas que ocasiona “apagones”; 5) retrasada legislación sectorial y organismos que duplican servicios.

Con esa “ensalada” de elementos negativos no se puede vender electricidad, se tiene que priorizar el mercado demandante interno que está desatendido y sin planes de modernización del SEN. Obviamente, primero debe haber libertad en Venezuela para que se piensen en negocios de exportación eléctrica.

@BorisSGomezU


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