Joe Biden y Vladimir Putin en una imagen de 2011 | Foto AP – Alexander Zemlianichenko

-La enorme influencia que Putin ejerció sobre Trump junto con los intereses de Rusia, China, Cuba e Irán en Venezuela, fueron los más serios escollos para que las sanciones y el soporte de más de 60 países no pudieran remover del poder a Maduro.

-Cuba, Irán, Rusia y China, países sobre los cuales ha descansado el soporte real del régimen de Maduro, se perfilan ahora como el más importante bloque de adversarios estratégicos de la nueva administración Biden.

-Por primera vez en 4 años, Estados Unidos a través de Biden amenaza a Putin sobre el hackeo de Rusia al gobierno federal advirtiéndole que no permitiría esa intrusión y no se «quedará sin respuesta». Esta semana Biden protestó el arresto del líder opositor de Rusia, Alexei Navalny.

De los estudios que se han hecho sobre el creciente uso internacional de sanciones, el más amplio ha sido el de los investigadores Kimberly, Ann Elliott and Gary Clyde Hufbauer, titulado “Sanctions”. Las sanciones son formas de acción que toman algunos estados para influir en otros y cambiar su comportamiento. Las sanciones por definición implican restricciones al comercio exterior, ya sea de todos los bienes o de productos básicos. Una característica general es que son impuestas por grandes potencias a países más pequeños. En los 116 casos de este estudio que abarca desde la Primera Guerra Mundial hasta la década de los noventa, la tasa de éxito de las sanciones ha sido de 30%. No obstante, es el instrumento más recurrido en diplomacia y el más expedito para evitar un conflicto militar.

Naciones imponen sanciones económicas con la intención de forzar un cambio en la política del país objeto de las sanciones o para demostrar determinación, disgusto al transgresor o por intermedio de este, a otros países. En muchos casos, concluyen los autores, políticos acuden a este expediente a fin de influir en sus electores nacionales.

Uno de estos autores, Gary Hufbauer, del Instituto Peterson de Economía Internacional, ha dicho que sanciones inteligentes, una moderna tendencia, es la mejor forma de evitar el sufrimiento que las sanciones imponen en la población de países pobres. Las sanciones inteligentes tienden a seleccionar más a los intereses de los gobernantes del país objetos de sanciones que a la población. «Si de alguna manera se puede privar a la élite de sus cuentas bancarias, de sus escuelas en Suiza, de sus viajes, etc., al menos no se afecta a la gente común y corriente», alega Hufbauer.

Sanciones y la «opción militar»

El primer embargo, una forma más agresiva de sanciones, en la historia de Estados Unidos fue en 1806, contra Francia y Gran Bretaña para tratar de permanecer neutral durante la guerra entre estas dos potencias. Fue impuesto durante la segunda administración de Jefferson y fracasó en sus objetivos. El mismo Jefferson las revocó tres años más tarde. El embargo de armas a Cuba se inició en marzo de 1958 contra Batista y se amplió bajo el régimen de Fidel Castro. Desde entonces el único presidente de Estados Unidos que de alguna forma ha reconocido este fracaso de 62 años ha sido Barack Obama, intentando sanciones inteligentes.

Durante su campaña electoral de 2016 Trump prometió que, en casos de crisis internacionales, en contraste con Barack Obama, se cuidaría de revelar sus estrategias. A cinco meses justos de su ingreso en la Casa Blanca anunció urbi et orbi que en el caso  de Venezuela la opción militar estaba sobre la mesa.Advertidos, Cuba, Rusia, China e Irán le hicieron saber mediante acciones disuasivas concretas de refuerzos militares a Maduro que, una decisión de esta naturaleza tendría un costo mucho más alto que el que había estimado Trump en su precipitación. La alternativa no fue muy original, sanciones.

Demostrablemente inefectivas, las sanciones, en las circunstancias en que fueron adoptadas por Trump, han perdido relevancia y existen señales de que el equipo de política exterior y seguridad de Biden pudieran redirigirlas a sanciones inteligentes mientras diseñan una solución estratégica definitiva en un contexto más amplio de políticas coercitivas o de intercambio que anule el soporte que recibe Maduro de Cuba, Irán, Rusia y China.

La lógica venezolana

En un gesto sin precedentes en el continente y pese a disponer de un temperamento tan volátil, Trump llevó a Juan Guaidó a Washington, lo presentó ante el Congreso Nacional en pleno y lo recibió con honores de jefe de Estado en la Casa Blanca. Estos hechos hicieron pensar que ayudarían a galvanizar a la oposición en torno a Guaidó, especialmente por aquellos venezolanos que reverencian con furia a Trump. No fue así.

Por una insana e increíble contradicción, estos venezolanos del culto a Trump terminan despreciando a Juan Guaidó, alegando los mismos argumentos que grandes sectores de Estados Unidos han invocado para despreciar a Trump y hacerle perder las elecciones. Las divisiones de la oposición venezolana son tan irracionales que, para Trump, repudiado en su propio país y en el mundo por divisionista, resultó más fácil unificar a más de 60 países alrededor de Guaidó que convencer a grupos venezolanos del sentido práctico de apoyar al mismo líder que cuenta con ese histórico respaldo. Esta babieca actitud, el colaboracionismo y las luchas intestinas de la oposición han hecho que en Estados Unidos y en Europa duden acerca de la viabilidad o la sostenibilidad de un eventual gobierno integrado por estos… ¿opositores?

La nueva oportunidad

Pese a estos desencuentros, con la nueva administración Biden ha surgido un nuevo marco estratégico que favorece las condiciones para la salida de régimen de Maduro bajo una presión insostenible. En anticipo de esta nueva realidad el equipo de política exterior de la administración Biden y la Unión Europea han ratificado el respaldo de Estados Unidos a Juan Guaidó, el líder más visible internacionalmente de Venezuela. Por primera vez los cuatro principales soportes del régimen bolivariano, Rusia, Cuba, Irán y China coinciden en ser los principales adversarios estratégicos de la nueva administración de Estados Unidos, de la Unión Europea y de Venezuela. Esta circunstancia, en cualquier otra latitud, activaría en la oposición la unidad necesaria e indispensable para aprovechar estas favorables condiciones estratégicas para un cambio de régimen. Así lo dicta el instinto de sobrevivencia social.

Pero Venezuela no parece haber recibido esa herencia darwiniana. Lo más probable es que los bolivarianos confíen, como es costumbre, que nuestra oposición aplique ese variante del dictum criollo de cambiar algo para que casi todo siga igual.

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