• Después de múltiples y fallidas opciones, la salida de Maduro no parece depender de un golpe de Estado, la dinámica presente aconseja otro curso de acción
  • El golpe de Estado en Venezuela es improbable, así como no fue posible en Cuba
  • The New York Times: “Maduro parece más enquistado en el poder que nunca”

 

Como en la isla castrista, en Venezuela casi todas las opciones de cambio de régimen se han puesto a prueba sin mucho éxito. El paro petrolero, el 11 de abril de 2003 con la renuncia, la cual aceptó. El Referendo Revocatorio. Diálogos en Caracas, en República Dominicana y en Noruega. La operación Gedeón y las frustradas revueltas populares de 2014 o la de 2019, lideradas por Leopoldo López, para terminar con el más reciente de los intentos: la “opción militar sobre la mesa” concebida por el expresidente Donald Trump en agosto de 2017.

No obstante, hace una semana The New York Times destaca: “Maduro parece más enquistado en el poder que nunca” y “los funcionarios gubernamentales interinos exiliados y la oposición parece estar tan contenta con el statu quo que corren el riesgo de seguir el camino de los opositores cubanos, quienes han mantenido una maquinaria política exitosa durante seis décadas sin lograr un cambio de gobierno en la isla”. La expulsión de la embajadora de UE muestra que a un Maduro más audaz y más que que un disparate, como se ha señalado, es un mensaje de fortaleza a sus aliados. «Seguir adelante no tiene ningún sentido», declara Stalin González al NYT, “tanto Maduro como parte de la oposición quieren convertir esto en Cuba, porque les conviene a los dos”. La alusión no es imprecisa. Los opositores cubanos hicieron de Miami una arena política cómoda que les permitió al exilio cubano adentrarse en las sinuosidades del capitalismo al tiempo que se peleaban por el liderazgo del exilio e hicieron de estos dos factores un hábito permanente que evolucionó hacia un modo de vida donde “the American way” prevaleció. ¿Sigue la misma ruta el exilio venezolano?

La seducción venezolana con el golpe de Estado es comprensible, está en nuestros genes latinos. La expresión “golpe de Estado” es exclusiva de las lenguas ibero-romances que se desarrollaron bajo la influencia del latín. El desarrollo de las instituciones políticas anglosajonas ha sido tan diferente que no existe una expresión lingüística propia que la describa, de modo que han tenido que acudir al francés, “coup d’ Etát”. El golpe de Estado está tan intrínsecamente asociado a la historia de América Latina que en el léxico político de otras lenguas se admiten los vocablos “pronunciamiento” y “junta” para describir la forma como los conjurados organizan y motivan sus propósitos. Nuestra cultura latina le ha dado forma y esencia a los golpes de Estado.

Militares y golpe de Estado

Las corporaciones castrenses modernas son el microcosmo de un Estado. Poseen autosuficientes sistemas de aprovisionamiento, suministros de bienes, comunicaciones, ingeniería, educación, presupuesto y finanzas. En sociedades no-desarrolladas están mejor equipados técnicamente que el sector civil. En países en vías de desarrollo como Brasil, Perú y antes de la revolución, Venezuela, las fuerzas armadas solían participar en la construcción de carreteras, en tendidos eléctricos, telégrafos, escuelas y desarrollos indígenas. En sociedades atrasadas como la Venezuela de hoy, las fuerzas armadas se destinan a proteger las autocracias y de hecho lo hacen, supuestamente para ofrecer paz y orden a cambio del resto de los derechos constitucionales.

En este tipo de sociedades no-desarrolladas, las corporaciones militares tienen tres importantes ventajas políticas sobre las organizaciones civiles para intentar con éxito un cambio o defender un régimen. Una marcada superioridad organizativa, un estatus simbólico altamente emocional y el monopolio de las armas. A excepción de la Iglesia Católica, no existe una organización civil más cohesiva y jerárquica que la de una fuerza armada. Es un instrumento con dos propósitos fundamentales, librar guerras y “asistir” al sector civil.

Por su centralización, jerarquía, disciplina, intercomunicación y espíritu de cuerpo, los ejércitos son más organizados que cualquier entidad civil. La formación militar centralizada, jerárquica y de estricta obediencia separan a los militares, no sólo de la sociedad a la que sirven, sino de los miembros de su propia comunidad. El rango entre un soldado o el de un oficial de baja graduación con un general es una barrera más radical que las diferencias de clases. La especie de que son “pueblo con uniforme” es más retórica que realidad. De estas características se derivan dos debilidades políticas intrínsecas, su incapacidad para administrar sociedades complejas y su carencia moral para gobernar bajo el expreso uso de las armas.

Venezuela es un ejemplo de militares incapaces de administrar organizaciones complejas como Pdvsa, el sistema de salud o las finanzas públicas. No obstante, siendo la FAN bolivariana la más desorganizada del continente ha sido capaz de darle soporte a la autocracia gracias a una institución castrense mejor organizada, la fuerza armada de Cuba.

Henry Kissinger solía decir que “un bluff que se toma en serio es más útil que una amenaza seria interpretada como un bluff”. Todo aquel que conocía los antecedentes de Trump sabía que su anuncio de la “opción militar” era un bluff, no obstante, tuvo el efecto de disparar las alertas de Cuba, Rusia y China. El bluff fue celebrado por toda la oposición. Pero Trump hizo algo mucho más importante, reunir el apoyo de más de 60 naciones en torno a Juan Guaidó como presidente interino. Grupos de oposición, consistentes con esa lógica Cartesiana que la caracteriza, siguen venerando al catire Trump y desprecian al moreno de Guaidó. Fue más fácil para Trump, con toda su inexperiencia en política exterior, lograr el apoyo de 60 naciones en diferentes latitudes, que conciliar diez cabezas de ratón de la oposición venezolana.

Por su parte el gobierno bolivariano ha sido tan autodestructivo en el sentido material y moral que perdió el respeto de la comunidad internacional y ha justificado lo inconcebible: que se reconozca la autoridad presidencial de un líder de la oposición, el incesante acoso de la UE y provocar en Estados Unidos la acción de formular cargos al alto gobierno bolivariano y ofrecer millonarias recompensas por su captura con el clarísimo fin contribuir con la oposición a cambiar de régimen. Hechos sin precedentes en la historia del continente, pero la estulticia y los intereses grupales de algunos líderes de la oposición no les permite admitir que esta es la vía.

Conforme a una de las leyes de la termodinámica, la entropía es la magnitud que indica el grado de desorden molecular de un sistema que tiende a transformarse en caos cuando no es controlado. En el sistema político opositor venezolano ¿podrá alguien controlar la entropía de la oposición venezolana?

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