Desde el último cuarto del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, diversas naciones de América Latina se convirtieron en receptores de oleadas masivas de inmigrantes, procedentes sobre todo de la Europa mediterránea así como también de países del Medio Oriente. Los primeros migrantes europeos que llegaron a finales del siglo XIX e inicios del XX lo hicieron atraídos por un Nuevo Mundo virgen, con grandes oportunidades de explotación. Los que llegaron del Medio Oriente lo hicieron atraídos por las noticias europeas de la existencia de una tierra lejana curiosamente llamativa con grandes posibilidades de trabajo. En Venezuela  estas inmigraciones no se pueden considerar oleadas dado su reducido número, apenas arribaban al puerto de La Guaira uno o dos barcos al mes provenientes de Europa, principalmente de Italia, España y Gran Bretaña.

A partir de la década de los treinta, específicamente en 1936, Venezuela inicia una importante política migratoria con la Ley de Inmigración y Colonización, con el fin de, según Alberto Adriani, ministro de Agricultura y luego ministro de Hacienda en el gobierno de López Contreras,  “… poblar los territorios desiertos e incorporarlos  a la vida nacional, diversificar la agricultura y la industria, acelerar el desenvolvimiento económico y social.” (Berglund Susana, 1977). Por su parte, Arturo Uslar Pietri, en su notable ensayo “Venezuela necesita Inmigración” (1937), expone la importancia que significa para la nación  venezolana el atraer inmigración europea que contribuya a desarrollar y fortalecer a la población venezolana en buenas costumbres, conocimientos y preparación técnica.

Posteriormente, en la década de los cincuenta, dentro del marco de la política estatal de “puertas abiertas”, Venezuela experimentó un significativo crecimiento económico, favoreciendo notablemente la llegada de numerosos inmigrantes, en su mayoría europeos. Españoles, especialmente canarios, italianos y portugueses, y luego del resto de Europa, vieron en Venezuela un espacio atractivo para establecerse. Esta inmigración fue alentada por dos acontecimientos relevantes, uno exterior y otro interior. El primero, las repercusiones de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) en Europa; el segundo la bonanza económica que disfruta el país gracias a los extraordinarios ingresos de la venta del petróleo, permitiendo impulsar el proceso de modernización de Venezuela. (Ramos Rodríguez, 2010).

A lo largo de toda la década de los cincuenta, con un gobierno militar, Venezuela vivió un impresionante flujo migratorio, predominando los llegados de Italia, así como los de España y Portugal. Los italianos durante la administración de Marcos Pérez Jiménez (1952-1958) fueron los constructores por excelencia de la política de cemento armado del Gobierno Nacional,  participando de manera importante en las obras arquitectónicas de gran envergadura.

En julio de 1958, posterior a la caída del dictador Macos Pérez Jiménez, se terminó la política de “puertas abiertas”, reduciéndose considerablemente la inmigración hasta 1973.

En el año 1973 se presenta el boom petrolero, pero además se presenta una general inestabilidad política en casi todos los países latinoamericanos, con la caída de las democracias, y sus consecuentes conflictos políticos y sociales en casi todos los países presentándose golpes de estado, guerrillas, levantamientos gremiales y poblacionales.

Venezuela, junto con México, gozando de una democracia estable, se convirtió en el refugio político de muchos latinoamericanos originando un masivo aumento de la inmigración, en esta oportunidad de Chile, Colombia, Argentina, Perú, Bolivia, Ecuador, Centroamérica, etc.

A lo largo de todo el siglo XX Venezuela fue una gran tierra de inmigrantes. Españoles, italianos y portugueses de Europa, árabes de Siria, Líbano y Palestina, latinoamericanos desde todos y cada uno de los países vecinos, cada grupo en un determinado período del siglo.

La actual composición multicultural de la sociedad venezolana no es más que el resultado de la incorporación, en el siglo pasado, de las numerosas migraciones procedentes de países cercanos y lejanos. Destacando el papel de los inmigrantes de Latinoamérica, que han sido los más numerosos, se puede afirmar que el papel de los inmigrantes en general, tanto europeos como árabes y latinoamericanos, en la transculturación de la sociedad venezolana ha sido trascendental. La gran mayoría de los llegados a Venezuela han hecho vida estableciéndose para siempre, integrándose en forma definitiva, asimilando y aportando hábitos, usos y costumbres, de tal manera que han cambiado y asimismo han inducido cambios en la sociedad.

Venezuela ha representado históricamente una patria para los inmigrantes que procuraron   construir un porvenir provechoso. Buscaron y encontraron mucho más que una fuente de empleo. Han constituido familias, han hecho vida. De manera tal que, esta tierra venezolana se ha convertido en un lugar de encuentro de comunidades donde han nacido fuertes lazos de hermandad, uniendo las diversas características culturales, con el predominio  identitario de la venezolanidad.

 


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