Los venezolanos hemos sido víctimas del peor asalto. Para sostener su farsa de protector y proveedor del “pueblo” —así llaman los populistas a los ciudadanos—, por más de siete años el gobierno mantuvo prendida la infernal máquina de impresión y emisión de dinero inorgánico del Banco Central para pagar su desproporcionado e inmenso gasto público populista, del que, además, gran parte se perdió por su ineptitud y corrupción; y cuyo único logro fue aniquilar la capacidad de compra y ahorro de los sectores más vulnerables de la sociedad. Incluso, logró demoler a la clase media venezolana.

La inhumana inflación que con su ignorancia e irresponsabilidad han producido todos estos años, considerada ya la peor de la historia en toda América, es el impuesto más cruel con el cual la revolución chavista robó los ahorros y el poder adquisitivo de los venezolanos. Cuando se desplomaron los ingresos desde 2013, producto de su nefasta política petrolera y destrucción del ya menguado aparato productivo de Venezuela, decidieron no recortar gastos, es más, aumentaron su despilfarro populista recurriendo a la impresión de dinero inorgánico y sin respaldo, para intentar desesperadamente medio sostener su ficticia apariencia de una economía activa, que tuvimos que pagar todos.

A ningún venezolano le quedan dudas de que esa gasolina supuestamente regalada, que los servicios públicos totalmente subsidiados pero deficientes, el pago de nóminas fantasmas y el mantenimiento de cientos de empresas públicas quebradas, fueron financiados a costa de arrastrar a todos al hambre y la miseria; de que todo ese despilfarro, además del inmenso saqueo de nuestros recursos, es hoy la principal causa de la ruina de nuestra nación.

Con la terrible depreciación de los salarios, las prestaciones sociales, ahorros y jubilaciones de los trabajadores que produjo ese desastroso manejo de nuestra economía, toda la deuda social del país se redujo a nada, y con ello, el Estado sometido por Maduro y el chavismo le robó la estabilidad y el futuro a los venezolanos; especialmente a la “clase trabajadora” que se ufanan de defender. Hoy nada de eso existe. Fue la máquina silente pero criminal del BCV la que les quitó el plato de comida a los venezolanos para pagar el socialismo y hacernos naufragar en el “mar de la felicidad”.

Hace unos días, luego de evidenciar su terrible manejo de las matemáticas más básicas, el ministro de Comunicación e Información, Jorge Rodríguez, calificaba de “dólar criminal” a esa ciertamente absurda referencia del valor de cambio al que los venezolanos se han visto obligados a recurrir, precisamente por la destrucción del Banco Central y sus mecanismos de información fiable; además del irresponsable, manipulador y engañoso manejo de nuestra economía que ha hecho su gobierno. Por cierto, a este inefable ministro hay que explicarle que dentro de la estructura de costos hay variables intangibles difíciles de ponderar y que si su revolución espera que esa apertura económica a medias que ahora ensayan, obligados por las circunstancias que ellos mismos han ocasionado, repercuta en el bienestar de los trabajadores, deben liberar la economía definitivamente, respetar la propiedad privada, devolver lo robado (expropiado); así como establecer reglas claras y dejar de perseguir y coaccionar a industriales, empresarios y comerciantes, que brinden la confianza suficiente que repercuta en la reivindicación laboral.

Esa máquina de producir dinero falso y sin sustento se recalentó y fundió. Hoy el bolívar ya no existe. Venezuela quedó desmonetizada, ya no tenemos moneda propia; nuestro bolívar no es más que una nostalgia de tiempos que ahora en retrospectiva todos entendemos que sí, que definitivamente eran mejores. Sin salarios, sin prestaciones, sin jubilaciones, la gente se ha visto obligada a refugiarse en el dólar como la única vía para mantener una mínima estabilidad de sus ingresos y de adquisición e intercambio de bienes y servicios. Hasta las consultas médicas y las verduras en el mercado —como advertimos que ocurriría, hace tres años— las pagamos en dólares. Hoy, toda esta nueva estructura económica basada en el dólar, se apoya en los ahorros de los venezolanos en el exterior y en las remesas de nuestra diáspora; que por cierto, producto de la parálisis mundial por el covid-19, se han visto muy mermadas, golpeando aún más a las familias de bajos y medios recursos en la agravante situación por esta pandemia que ha empeorado mucho más nuestra situación. El dólar es una realidad y llegó para quedarse.

Nuestra propuesta desde hace más de tres años es la misma: debemos adoptar el dólar como moneda oficial. Se debe desmontar por completo todos los controles cambiarios, con seriedad y reglas claras. Y no con esa confusa normativa que solo busca mantener las armas de coacción, chantaje y represión del sector productivo del país. Hay que parar en seco el constante asalto de la revolución bonita al poder adquisitivo de los venezolanos mediante la inflación que produce para sostener su populismo. Hay que darle un parado a este gobierno de usurpadores y al que venga luego, con leyes, medidas y decisiones firmes que encaucen la economía bajo reglas claras y racionales.

En lo personal, me causa asombro que todavía existan factores en la oposición que crean que rescatar el bolívar es una opción. Es una fantasía criminal creer que con ayuda internacional vamos a quemar recursos para mantener una moneda que dejó de existir, en vez de invertirlos en el rescate de sectores claves y de extrema urgencia como la educación, salud, seguridad y servicios básicos. Me inquieto cuando escucho a algunos representantes de oposición hablar y solicitar aisladamente la #DolarizaciónDelSalarioYA. Eso no es más que populismo oportunista. Es a toda la economía en su conjunto que hay que dolarizar. Para que esos salarios aumenten hasta los promedios de América Latina —y nuestra aspiración es que sean incluso mayores— se deben tomar antes muchas medidas que le brinden estabilidad al sector productivo. Se debe, incluso, hasta revisar sin tapujos a esa Ley del Trabajo paternalista que solo restó competitividad al trabajo y brindó el marco legal para la aniquilación del producto de del esfuerzo por años a los trabajadores. Es mucho lo que hay que hacer para lograr rescatar el salario de los venezolanos, la dolarización por sí sola no será suficiente.

Uslar Pietri más de una vez nos dijo que “Venezuela necesita una cura de verdades”. El cambio de rumbo debe ser profundo, serio y contundente. No se trata solo de sustituir un mal gobierno por otro que termine haciendo lo mismo, sino de rescatar y curar a fondo un país que necesita estabilidad y seguridad; que requiere reglas de juego claras para poder reactivar su empresa privada, la economía y el empleo para generar prosperidad.

Teniendo al dólar como moneda junto a la libre circulación y convertibilidad de divisas, junto a la revisión y modificación del entramado de leyes restrictivas “revolucionarias”; con verdadera libertad económica, generaremos un marco fiable para poder traer de regreso a los miles de millones de dólares que huyeron de la pandemia socialista. Es hora de ponernos los pantalones largos y asumir con seriedad el rescate de una nación entera. Una moneda sólida es clave para poder abrir la puerta a una nueva época de crecimiento económico y bienestar. Ya el país entero, hasta el venezolano común y más humilde del interior del país, es consciente y está plenamente convencido de ello. ¿Cuándo lo hará su clase política?


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