La historia aún no se termina de escribir en Bolivia. Por ahora queda un país convulsionado, envuelto en llamas y violencia, caravanas movilizándose desde El Alto hacia La Paz, muertos, heridos, propiedades destruidas y un futuro incierto.

Bolivia puede catalogarse como el país de la región que más golpes de Estado le ha tocado enfrentar a lo largo de su historia. A los demócratas del mundo, más allá de si comulgamos con la izquierda o la derecha, nos debe entristecer que la hija predilecta de Bolívar regrese a un camino que parecía haber superado.

Después de 13 años en el poder, Evo Morales deja una gestión positiva en lo étnico, lo social, lo político y lo económico. Los indicadores demuestran la disminución de la pobreza, el desempleo y el analfabetismo; sin embargo, se va por la puerta pequeña señalado de fraude electoral.

El poder desmedido es una seducción del diablo, tal como lo muestra el pasaje bíblico donde Jesús es tentado en el desierto.

Lamentablemente, parece que retrocedimos 500 años en la historia. Los países de nuestra América lucharon contra el poder de las monarquías para conseguir su independencia. Cinco siglos después aparece el artificio de la reelección indefinida para dar paso a una especie de “monarquía popular” en la que la silla presidencial es considerada un trono, el cual no es heredado por el ius sanguinis sino por la voluntad impuesta de militares y políticos que manipulan las leyes según sea conveniente.

Evo Morales firmó su sentencia cuando decidió postularse y desconocer la voluntad manifiesta del pueblo que le dijo ¡no! en el referéndum de 2016. El error subsiguiente fue oponerse a una segunda vuelta cuando todavía tenía la posibilidad de salir y luchar por más.

Sabiendo que existían fallas y dudas sobre el proceso electoral, Evo Morales acepta la verificación de la OEA, que emite un informe indicando que en los cuatro elementos revisados (tecnología, cadena de custodia, integridad de las actas y proyecciones estadísticas) se encontraron irregularidades, mas no menciona la palabra fraude, la cual alude a un proceso masivo de estafa electoral.

Evo asumió de inmediato la instrucción de la OEA e hizo un llamado a elecciones, pero ¿qué correspondía legalmente? Desde mi opinión, se debió convocar a los actores políticos y a los diferentes poderes públicos con la finalidad de acordar los términos de una nueva elección, incluyendo el cambio de autoridades del Tribunal Electoral e incluso solicitar la no participación de Morales; en paralelo, iniciar las investigaciones judiciales con acompañamiento de la ONU y determinar responsabilidades. Pero nada de esto ocurrió.

El comandante de las Fuerzas Armadas, Williams Kaliman Romero, el mismo que el día domingo 10 desconoció la autoridad del ministro de la Defensa, Javier Zabaleta, decidió “recomendarle” a Evo Morales que renunciara, ¿fue un golpe de Estado o no?

En Bolivia hubo una interrupción repentina del mandato presidencial por una “renuncia recomendada”, ¿quién puede negarse a poner la firma teniendo la amenaza en frente? No se vale autoengañarse.

El acto siguiente a la “renuncia recomendada” fue la persecución; quemaron la casa de Evo y la de su hermana; lo querían preso y desataron la violencia. Esta escena todavía está fresca en la memoria de muchos dirigentes del chavismo que vivieron los sucesos de abril de 2002.

Cuando he tenido la oportunidad de hablar con líderes de la base chavista y con algunos amigos militares que no están contentos con lo que está viviendo el país, siempre llegamos al mismo punto, me dicen “el tema no es que Maduro se vaya, sino lo que viene después”. Si la oposición venezolana cree que Bolivia es el mejor ejemplo, les cuento que en Venezuela vamos a seguir teniendo militares y civiles resistiendo al lado de Maduro por una simple razón, se trata de sus propias vidas.

A los “líderes políticos” venezolanos que inundaron las redes sociales con el mensaje “Sigue Venezuela”, les puedo decir: Venezuela no es Bolivia.

La base social de Evo Morales no se encuentra precisamente en La Paz, cosa que el chavismo sí tiene. Miraflores está flanqueada por colectivos, milicias, RAAS, UBCH, Frente Francisco de Miranda y consejos comunales, entre otros.

Evo Morales no tenía control sobre los comandantes de cuerpos policiales y militares; en Venezuela cada nombramiento obedece a un principio: lealtad incondicional a la revolución.

En Venezuela hay suficiente armamento en manos civiles como para encender una guerra civil en cuestión de segundos; en Bolivia todavía salen a la calle con palos y piedras.

En Bolivia la oposición actuó de forma organizada y estructurada, no los veías tratando de figurar en la foto, supieron jugar su tiempo; no se fueron a la calle cuando Evo desconoció el referéndum, tampoco llamaron a la abstención, aguardaron y prefirieron demostrar fuerza en las urnas electorales. En Bolivia la protesta no fue motorizada por los partidos políticos sino por los ciudadanos.

La oposición tradicional venezolana es inmediatista e inconsistente.Tiene 21 años paseándose por diferentes caminos: desde intentos de golpes de Estado, marchas, abstencionismo, presidente interino, planes carentes de táctica y estrategia.

Todos soñamos con una Venezuela reinstitucionalizada, próspera, de plena justicia y ejercicio de nuestros derechos. ¿De qué forma vamos a lograrlo? El 16 de noviembre se convoca nuevamente al pueblo para que salga a las calles, no me opongo, es un acto legítimo; solo me permito recordarles, si algo podemos extraer de la experiencia boliviana y la nuestra propia de abril de 2002, es que si un militar no “sugiere la renuncia” nada sucede, para ejemplo Chile y Ecuador, donde las protestas y las concentraciones han sido multitudinarias.

El fin de la crisis en Venezuela requiere una negociación seria, de consenso, incluyendo a los militares y a la base chavista que también quiere cambio. Debemos ser inteligentes, apartar el revanchismo y pensar en la prioridad: ¿recuperar el país o la venganza?


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