Régimen proyecta una cotización de 1.235.920 bolívares por dólar en enero
EFE/ Rayner Peña

El producto interno bruto es el valor de los bienes y servicios producidos en una economía en un momento determinado. También se habla de que es el valor agregado a una economía. Cuando el PIB crece/aumenta, se dice que en ese país hay crecimiento económico.

Venezuela no presenta crecimiento económico desde el año 2013 (cuando apenas lo hizo en 1,3%). Incluyendo este 2020, serían siete años seguidos en que el tamaño de la economía se reduce, todo un récord para nuestro país, la región y el mundo. Si comparamos la economía venezolana de 2013 con la de 2020, veremos que esta última equivale a solo 25% de la primera. Venezuela era la cuarta economía de América Latina al inicio del chavismo, hoy es la número 13 y muy posiblemente termine 2021 en el puesto 15.

En medio de todo eso, hay que agregar 3 años de hiperinflación (vamos rumbo a ser la tercera hiperinflación más larga de la historia), fenómeno que ha generado un deterioro importante de nuestra moneda, pero también un aumento significativo de la pobreza. No hay salario en moneda nacional que aguante una hiperinflación tan prolongada. Nuestros indicadores sociales son solo comparables a los de Haití (y algunos hasta peores).

El venezolano ha padecido una situación muy difícil y nada indica que estamos cerca de parar ese sufrimiento. La crisis política, el colapso de la industria petrolera, el deterioro institucional, la infraestructura y la compleja situación externa (default y sanciones) son limitantes al crecimiento.

Ante esta situación, el país necesita una nueva etapa de consensos en torno a generar mínimas condiciones para que, mientras sigue el conflicto político (que pueden ser años, décadas), la situación de la gran mayoría de los venezolanos cambie de manera positiva. Egos, ideologías, amenazas, deben ser dejados de lado por el bienestar de la población.

El país necesita algún arreglo político –social– económico de cara al futuro inmediato. Es vital que se imponga la racionalidad por el bien de las mayorías. Se tiene que reconstruir un país, sacar gente de la pobreza, lograr que miles de niños vuelvan a tener alimentos. Eso no significa rendirse o capitular, como algunos critican, simplemente es dejar de lado egos, entender que hoy un porcentaje importante de los venezolanos lo está pasando muy mal, que millones han huido del país y otro tanto lo hará conforme se vayan abriendo las fronteras, y que hay que lograr que nos pongamos de acuerdo en cosas elementales para poder sacar este país adelante. Se puede seguir con el conflicto político (consensos en algunas cosas no implica borrar todas las diferencias), pero poniendo al país adelante.

El 15 de octubre, la Conferencia Episcopal Venezolana publicó una “Exhortación Pastoral”, sobre la dramática situación social, económica, moral y política que vive nuestro país. La Iglesia, la institución más respetada y tal vez la que mejor conoce al venezolano, ha mandado un mensaje claro que debería ser lectura obligada para las partes en conflicto en el país.

Ojalá la racionalidad y la cordura se impongan. Son muchas vidas las que están en juego.

 


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