El término “traidor” ha vuelto a la dinámica política, pero esta vez de mano de un sector de oposición que dice luchar por la democracia. Ahora es un adjetivo compartido entre oficialistas y opositores congregados en torno a Juan Guaidó, María Corina Machado y otros defensores del “realismo mágico” bien explicado por Elliott Abrams.

Hace veinte meses se presentó al país y a la comunidad internacional el plan del “gobierno interino” con el objetivo de desalojar a Nicolás Maduro del poder. Los voceros del G4 y demás sectores pro-Guaidó defienden el éxito de esta ruta argumentando el respaldo internacional de 60 países, la cantidad de sanciones y el “acorralamiento del régimen”.

Al parecer, esta defensa solo tiene validez en la realidad de un grupo reducido, porque en la realidad práctica, Maduro sigue mandando y para quienes tienen que cocinar con leña por la falta de gas, hacer largas colas para abastecer combustible, sobrevivir a una hiperinflación descontrolada y padecer el deterioro de los servicios públicos, el “interinato” nada les ha resuelto.

Después del desgate político y la pérdida del momentum, la crisis política de Venezuela entró en el peligro de la inercia. Todo se percibía detenido, ambos polos –Maduro y Guaidó– permanecían en sus cómodas trincheras concentrados en sobrevivir, hasta que apareció el “sacudón Capriles”.

En un rango no mayor a diez días, Henrique Capriles logró cumplir con una pequeña parte de las promesas ofrecidas por Juan Guaidó durante casi dos años: excarcelaciones de un número importante de presos políticos y la lucha por la ruta electoral. Lo que debió ser una fiesta de júbilo y el justo evento para reagrupar a los sectores democráticos del país, se convirtió en una batalla campal de descalificaciones y confrontaciones, atizando aún más las divisiones dentro del mosaico opositor.

Así como cuando desde el chavismo se llamaba traidor, escuálido y apátrida a cualquiera que estuviese en algún nivel de disidencia u oposición; desde importantes vocerías del G4 y del GRM (Grupo del Realismo Mágico) se le tildó de traidor, vendepatria, alacrán, tanto a Capriles como a toda persona que coincidiera con su planteamiento. En este mismo sentido, debemos interpelar el concepto de democracia empleado por quienes están en el entorno directo del “gobierno interino”, quienes viralizaron y asumieron la frase “únete o apártate”, solo les faltó el “aquí no se rinde nadie” y la camisa roja rojita.

Ante la falta de resultados del “interinato”, los venezolanos estamos llamados a intentar otras rutas. Si la receta no ha curado la enfermedad, hay derecho a cambiar de fórmula, por tanto, ni los actores internos y mucho menos los extranjeros poseen moral facultativa para descalificar o proferir amenazas con sancionar a quienes asumen el deber de abrir otros escenarios para la lucha democrática. Lamentablemente en el chavismo la disidencia se castiga con cárcel, en el G4 con sanciones.

La contrapropuesta de Juan Guaidó frente a los “hay que abrir caminos” de Henrique Capriles, es el Pacto Unitario, una lista de ofrecimientos que no deja de ser un “refrito” de lo prometido. Su redacción está hecha como si el día de hoy fuese 23 de enero de 2019, lo peculiar es que me recuerda muchísimo al gobierno cuando decía “ahora sí” y en eso se nos fueron 22 años.

El Pacto Unitario pudo ser la Carta de Jamaica para la integración de las fuerzas opositoras democráticas, invocando el perdón por los errores cometidos y ofreciendo la posibilidad sincera de construir una agenda común, no “únete a mi agenda”. El documento contiene ocho puntos para la lucha, solo me referiré a los más controvertidos.

En el punto seis, por ejemplo, se establece la necesidad de luchar por la libertad de los presos políticos, ¡caramba! ¿Acaso eso no fue lo que hizo Henrique Capriles? Pero, contradictoriamente, le valió el descrédito, el rechazo del “gobierno interino” y de un sector de Estados Unidos; el punto siete habla sobre luchar por la transparencia, esto es muy importante sobre todo cuando en casi dos años no se ha recibido la primera memoria y cuenta de Juan Guaidó; tampoco se sabe con exactitud los recursos a los cuales tienen accesos, qué, cómo se gastan; y existen serios escándalos de corrupción en su entorno.

En las líneas de acción el punto tres habla de construir, organizar un nuevo espacio o plataforma de unidad y coordinación de las fuerzas democráticas, de la sociedad civil organizada, ¿esto no era el Frente Amplio Venezuela Libre?; así mismo, el punto siete propone celebrar asambleas ciudadanas en concordancia con el artículo 70 de la Constitución, precisamente el mismo FAVL hizo cientos de estas asambleas en todo el país, por ello digo, esto es más de lo mismo.

El punto cinco señala la necesidad de construir puentes y establecer garantías con los actores civiles y militares. Simplemente esto es ofrecer aire, es un bluf. El sector militar y así lo dijo públicamente el general Padrino López, no quiere nada con el “interino” ni su entorno, por cierto, la ley de amnistía fue percibida como una bofetada para el sector institucional de la FANB.

Ahora bien, la comunidad internacional ha fracasado en su intento de darle una solución a Venezuela; por tanto, es hora de que entren en una profunda reflexión colectiva, decidir si su compromiso está con una persona determinada o con los venezolanos. Si la respuesta es la última, entonces no deberían poner resistencia ni negarse a escuchar nuevas voces, nuevos caminos para conseguir la tan anhelada solución a la crisis y poner fin al sufrimiento de nuestra gente sin importar quién o quiénes sean los protagonistas.

Mientras tanto, debemos hacer un esfuerzo por recuperar el verdadero sentido de la democracia y sus principios: pluralidad, respeto a la disidencia, tolerancia. Es hora de construir una nueva ética política y volver al sano ejercicio de esta, sepultar la nefasta etiqueta del traidor es un síntoma de cambio.


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