Es una infamia negar que Venezuela es la antítesis de lo que fue en sus décadas democráticas. Para marzo de 2020 con un PIB en -39,65%, el decrecimiento más grande del mundo. Las perspectivas de recuperación, como se escucha, sin un programa integral, son ciertamente remotas. La responsabilidad, atribuible al gobierno, para la mayoría de los opinantes.

Ha de considerarse, además, de que en diciembre se celebrarán dos procesos electorales, uno para la escogencia de los diputados a la AN y otro, consultivo, pues se preguntará a los votantes si reconocen como tal al hoy presidente. O sea, que la tradición de “las felices pascuas” será víctima de unos cuantos jaloneos.

En la escena, una inquietud que pellizca el alma lleva a reclamarnos por qué nos ha costado siglos edificar lo bueno y apenas años para destruirlo, enigma ante el cual, tal vez, ayude a repasar lecciones de la vieja filosofía de Platón en el libro La República, remarcando algunas de las consideraciones en los diálogos con Sócrates, Céfalo, Polemarco, Trasímaco y Glaucón: 1. La justicia no puede ser ventajosa para el perfecto malvado, 2. Quién es más feliz, el injusto o el justo, 3. La injusticia produce disensiones, odios, peleas entre unos y otros, la justicia concordia y amistad, 4. La envidia animada por la ambición, la violencia por el amor a los honores y la cólera por la ferocidad, nos empujan a hartarnos de exasperación sin razonamiento, ni entendimiento, 5. El vicio esclaviza al hombre, sí a la bestia que hay en él, 6. El más fuerte no mira sino a su propio interés y 6. Ningún gobernante debe proponerse utilidad para sí mismo, por el contrario, ha de ordenar y procurar lo que es útil para el gobernado. Una apreciación significativa es que la función del alma es gobernar, su virtud, la justicia. A ellas se les considera las de “sacra idea”, por lo que estamos llamados a aceptarlas, pero, también, a observarlas. Pues, no hay otras más ilustrativas.

Platón en una actitud pensativa pareciera aconsejar a “los moradores” en pueblos que no logran ser repúblicas, a conformarse de que viven en la vejez. Porque en esa etapa del ser humano se produce no únicamente una gran paz, sino también una libertad en lo tocante a las “perturbaciones de los sentidos”. La democracia demanda del carácter de los hombres y de que hayan sabido librarse de tiranos furibundos”.  La pregunta: ¿Es la justicia para servir a los perversos y perjudicar a las gentes de bien?, se contesta que es ajena a la república.  Asimismo, se observaría la máxima de que “el hombre justo no debe perjudicar a nadie”. Y en lo tocante a los gobiernos defectuosos, es responsabilidad nuestra. Una apreciación derivada de estos lineamientos, no deja de ser un aporte para “la ciudadanía”, indispensable en las repúblicas democráticas, pero teniéndose presente de que en el libro de Platón se mencionan tres clases de ciudadanos: “los zánganos, los pobres y los ricos”. Las tres categorías, fáciles de identificar. Y, por supuesto, sin excluir a Venezuela, cuanto menos,  la de hoy.

En los diálogos se hace referencia a: 1. “La timocracia”, resultado de la avaricia del gobernante, 2. “La oligarquía”, en la cual los ricos mandan, pero los pobres sin injerencia alguna. Se acota, asimismo, que en “el Estado tiránico” estamos reducidos a una esclavitud indigna y miserable, calificándose al “hombre tiránico” como “el democrático corrompido” y que “el exceso de libertad conduce a la perplejidad, tanto en el individuo como en el Estado”, convirtiéndose en coadyuvante para el salto de la oligarquía a la democracia y de esta a la tiranía. Merece mención, también, el aserto de que el bien de la democracia consiste en la libertad, pero el deseo insaciable para con ella conlleva al exterminio de aquella. El Estado democrático es aquel en el cual el hombre nacido libre permanecería, cuanto menos, con relativa complacencia. No así un joven formado en la ignorancia y el deseo de lucro, ya que saboreará la miel de los zánganos y los instintos ciegos, ardientes y funestos. El sistema, consecuencialmente, mutará tanto en su filosofía, como en la nomenclatura: “tiranía, oligarquía y democracia, siendo, también, viable de la tercera a la segunda y de alli a la primera”. El cambio del gobierno, lo consecuencial.

Apenas transcurridos los tres primeros días decembrinos, la desesperanza venezolana tropieza, además, con las probabilidades de un cambio de gobierno en Estados Unidos, dudándose de sí proseguirán providencias restrictivas en el área económica en lo que respecta al régimen caraqueño. En criterio del economista de Harvard Francisco Rodríguez, “al intensificarse las sanciones, Venezuela importó apenas una tercera parte de lo que hizo en igual periodo hace un año, pero, también, menos de una décima de lo comprado del resto del mundo en 2012. Corriéndose el riesgo de la primera hambruna en América Latina, en más de un siglo. No sabríamos cuál de los diálogos en el libro de Platón nos llevaría a ubicar la apreciación de Rodríguez. Pero lo que si puede expresarse, es que “la disgregación” política, social y hasta “person to person” en el país caribeño, suele pagarse con la sindicación de que el expositor ha de tener interés en que el gobierno prosiga.

¿A esta crisis social la amainarían los procesos electorales de diciembre? El gobierno dirá que ha de respetarse la elección de la AN y los promotores de la consulta plebiscitaria esgrimirán “el triunfo de la constitucionalidad”. El régimen impondrá por la fuerza la providencia que le es favorable. La fuente, una consuetudine “hecha ley”. Perversa para Platón.

Los abrazos de “felices pascuas”, sin duda, serán tímidos. Y quizás con lágrimas.

“Un buen 2021” pareciera más esperanzador, pues los pueblos se cansan, pero no se agotan, ni se rinden. Pero deberíamos superar el “confusionismo criollo”, el cual no es el mismo “confucionismo con c”, heredado de “Confucio en China”, hoy en la cima de la economía mundial.

@LuisBGuerra


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