Corría el año 2017 cuando miles de venezolanos salieron a las calles a pedir el fin de la tiranía chavista. Venezuela se encontraba sumergida en una crisis económica sin precedentes, el PIB se había contraído aproximadamente 80% desde 2012, la moneda había alcanzado cifras hiperinflacionarias, y los venezolanos migraban en masa escapando del autoritarismo y la pobreza.

En ese 2017, los esbirros del régimen de Maduro asesinaron a más de 150 venezolanos que pedían un cambio para el país, para así, a través de la violencia, frenar un movimiento popular que anhelaba la libertad de un país oprimido desde hacía 18 años.

Para ilustrar con mayores detalles el estado de calamidad en el que se encontraba la economía de Venezuela en aquel entonces, referiré una anécdota personal. A finales del 2017, antes de migrar finalmente de mi país, decidí con un amigo y tres amigas hacer un viaje a Tucacas, en el estado Falcón, uno de los destinos playeros por excelencia en Venezuela; en aquel entonces tenía unos contratos de creación de contenido con la plataforma eBay y mis ingresos eran en dólares, por lo que podía permitirme ciertos “lujos” que 90% de la población venezolano no podía.

Partimos un martes al paraíso playero en mi vehículo, y estuvimos hasta el lunes, fueron 6 noches en la que nos hospedamos en un apartamento lujoso cercano al mar, y en el que no intentamos limitar nuestros gastos que incluían alimentos, bebidas (alcohólicas y no alcohólicas), viajes en lancha para los cayos, combustible para el vehículo, además de una pequeña reparación que surgió en medio del viaje. La cuenta final, luego de 6 días de unas vacaciones lujosas en una de las mejores playas de todo el Caribe, fue de 240 dólares. Sí, 240 dólares, no por el hospedaje, no por persona, la cuenta de 240 dólares fue el total que gastamos un amigo y yo (120 dólares cada uno) en cubrir los gastos vacacionales de 5 personas.

Esto quiere decir que, en el año 2017, una persona podía pagar unas vacaciones de lujo en Venezuela con 50 dólares semanales, una situación abismalmente distinta a la que se presenta hoy en día en el mismo país, donde con 50 dólares, a lo sumo, se puede pagar una cena en un restaurante medianamente lujoso en Caracas.

Pero, ¿qué tanto pasó en 5 años?

Las sanciones y el giro de políticas económicas.

Sí, ya sé lo que todos están pensando en este momento. Pero, ¿qué tiene de malo, no? Qué fantástico poder vacacionar una semana con 50 dólares. Sin embargo, el gran problema es que en ese entonces el salario mínimo mensual del país no sobrepasaba los 2 dólares, y aunque 50 dólares podrían parecer poca cosa, para muchos venezolanos ese podía ser el sueldo de 2 años de trabajo.

Tras los innumerables crímenes de lesa humanidad cometidos por el régimen de Maduro, el gobierno de Barack Obama impuso unas tímidas sanciones a los responsables directos del aparato de represión venezolano, que poco importunaron al régimen. Sin embargo, en 2017 llegó Trump al poder, y la historia pronto empezaría a cambiar.

La arremetida de sanciones del gobierno republicano obligó al chavismo a replantear su estrategia de control absoluto sobre la economía. Por supuesto que, ni en sueños Trump pensó que las sanciones harían que el régimen de Maduro cambiara sus políticas económicas, pues lo que buscaba el exmandatario era precisamente acabar con la tiranía socialista, sin embargo, para bien o para mal, el mercado comenzó a arreglar lo que el intervencionismo había destrozado.

En 2019, con la aparición de Juan Guaidó en escena, una lluvia de sanciones, la falta de reconocimiento internacional, y el ahogamiento financiero, Maduro y su conglomerado criminal se vieron en la obligación de empezar a desmontar los controles económicos que habían cementado en las últimas dos décadas, así, de a poco comenzaron a dejar de sancionar y castigar lo que ellos anteriormente llamaban “delitos cambiarios o financieros”, como el hecho de comprar o vender dólares, importar ciertos productos del exterior, pasar alimentos por la frontera, entre otros.

De pronto, ante la necesidad de flujo de caja en el país, y a su vez, de la imposibilidad de los corruptos del régimen chavista a invertir su dinero en el exterior —por las sanciones de Estados Unidos—, empezó una inadvertida repatriación de capitales, con todo el dinero que en algún momento salió del país, entrando de nuevo, ante el miedo de ser congelado por gobiernos extranjeros.

En medio de la incertidumbre política y a pesar de las pugnas por el poder, en Venezuela comenzaron a parecer los famosos bodegones surtidos de productos extranjeros que desde hace más de una década no se veían en el país, los precios comenzaban a ser mostrados en dólares en la estantería sin ocultamientos, y el bolívar comenzó a desaparecer de las transacciones económicas cotidianas. Nuevas empresas comenzaron a abrirse en el país, los sueldos comenzaron a crecer, y la escasez de otros días, empezó a verse lejana.

Venezuela no es el paraíso capitalista que algunos intentan vender, pero el mercado se abrió paso a la fuerza.

El fenómeno de los bodegones, vehículos importados, y el lujo que algunos llamados “enchufados” venezolanos (personas con vínculos o negocios con la dictadura) empezaron a mostrar en redes sociales y algunos sectores de la sociedad, dio pie al nacimiento de artículos en medios de comunicación internacional como Bloomberg o The New York Times, que han intentado decretar el nacimiento de una nueva sociedad “capitalista” en manos del chavismo, lo cual está bastante lejos de ser cierto.

Si, evidentemente, tal como hemos venido explicando, el chavismo se vio en la obligación de desmontar los asfixiantes controles económicos en el país para:

1— Tratar de recibir inversión extranjera.

2— Permitir un comercio no regulado que permitiera a la población adquirir los bienes de primera necesidad que ellos habían fallado en otorgarle.

3— Aplacar así las protestas y el descontento social.

4— Poder generar un ambiente económico más positivo para reinvertir su dinero.

5— Intentar limpiar el rostro de su régimen a nivel internacional.

Indudablemente si usted preguntara a cualquier venezolano hoy en día dentro del país, si Venezuela está mejor hoy que en 2017, cuando era totalmente imposible encontrar un rollo de papel higiénico en el supermercado y medio kilo de pasta, sin importar cuánto dinero tuviese, una gran mayoría le dirá que sí. No obstante, eso no puede nublar el hecho de que, según un análisis de la Universidad Católica Andrés Bello, realizado en septiembre de 2021, 94,5% de los venezolanos vivían en condición de pobreza, mientras que 76,6% vivía en condiciones de extrema pobreza.

Y sí, hoy quizás sea un poco más sencillo encontrar un rollo de papel higiénico o carne en el supermercado (para quien tenga recursos), pero la mayoría de la población (con o sin dinero) no tiene un suministro costante de electricidad (Venezuela registra en promedio un corte eléctrico cada tres minutos), agua o Internet. Y en algunas zonas del país se deben hacer largas filas para poder surtir combustible.

Otro aspecto a tomar en cuenta es que la inseguridad jurídica en Venezuela sigue siendo exactamente la misma de 2017 o 2013, año en que falleció Hugo Chávez y Maduro tomó el poder. Si bien el chavismo, para su propio beneficio, ha decidido hacerse la vista gorda ante lo que ellos llaman “delitos financieros”, toda la legislación que criminalizaba dichas acciones sigue estando vigente. Lo que quiere decir que, hoy en día, un venezolano puede ir a la cárcel por comprar o vender divisas, o efectuar cualquier operación no permitida en un régimen socialista, lo único que determina que algún sujeto termine o no en la cárcel, es el favor de las autoridades.

Lo mismo sucede con las expropiaciones y cualquier otra vulneración de la propiedad privada: usted puede hacer hoy una inversión multimillonaria atraído por el supuesto mejorado clima económico en el país, sin embargo, nadie le garantiza que el día de mañana el chavismo decida robarle su propiedad o clausurarlo.

En Venezuela sigue reinando un régimen totalitario en el que no hay ningún tipo de separación de poderes, democracia, elecciones libres, o instituciones; en el país es ley, lo que al chavista de turno se le ocurra, o lo que Maduro piense en la mañana al despertarse. Hoy el tirano puede amanecer bastante amigable y entusiasmado con la inversión extranjera, y quizás mañana ya no le parezca tan apropiado, y volverán a sacar a las patadas a las empresas internacionales, como hicieron con ConocoPhillips, Kellogs, entre otros.

El último ejemplo de la falta de libertades económicas se produjo con el concierto del artista colombiano Juanes. Una empresa había realizado todos los trámites para llevar al cantante a dar un concierto en Caracas, sin embargo, al momento en el que el número dos del chavismo —acusado de narcotráfico por Estados Unidos, Diosdado Cabello—, se enteró del concierto, inmediatamente comenzó a arremeter en su programa de televisión contra Juanes, esto debido a que el cantante colombiano ha sido crítico contra el comunismo y también participó en espectáculos auspiciados por la oposición venezolana. El resultado de los ataques de Cabello fue que el show de Juanes se terminó cancelando, algo que evidentemente en una sociedad capitalista y con estado de derecho no hubiese ocurrido.

¿Las sanciones han beneficiado o perjudicado a los venezolanos?

Durante los últimos meses el gobierno de Biden ha buscado acercamientos con el régimen dictatorial de Maduro, supuestamente con el propósito de que este le provea petróleo —un escenario irreal tomando en cuenta la destrucción de la industria en el país a manos de la estatal Pdvsa—. Sin embargo, con el nuevo realineamiento de poderes, la llegada de Petro al poder en Colombia, una región cada vez más inclinada a la izquierda, y el presidente demócrata tratando de congraciarse con los regímenes dictatoriales de América Latina, el levantamiento de sanciones no parece algo improbable, no obstante, de esto llegar a ocurrir, mi pronóstico sobre la repercusión que esto tendría en la vida de los venezolanos es reservado.

¿Por qué?

En teoría, al levantarse las sanciones al chavismo, las autoridades podrán comerciar el petróleo, incluso con Estados Unidos, y habrá un flujo de dinero más grande para el régimen. Sin embargo, el levantamiento de las mismas podría precisamente generar lo contrario, a lo que hizo la imposición: hacer que los miembrosdel chavismo vuelvan a intentar ubicar sus fortunas en el exterior, vaciando el único pulmón económico que existe en Venezuela —lamentablemente, el dinero sucio de los enchufados del régimen—, y brindando una vez más a Maduro y sus secuaces una holgura económica que los lleve a intentar controlar con fiereza a la economía, para así evitar el nacimiento de una nueva clase empresarial con poder adquisitivo, que a futuro intente disputarle el poder.

Bajo las dinámicas políticas y económicas actuales, estoy completamente convencido de que las sanciones han beneficiado a los venezolanos de forma indirecta. Aunque ahora tengan que competir por el dinero sangriento de los enchufados, por lo menos pueden ir al supermercado y encontrar carne fresca, sin embargo, a largo plazo, es impredecible lo que pueda ocurrir en un país sin estado de derecho y que es gobernado sin ningún tipo de contrapesos por un régimen autoritario.

La Venezuela de Maduro a partir de ahora puede tomar innumerables caminos: seguir los pasos de China, de Rusia, de Irán, o de su socio ideológico y político más cercano: Cuba; pero eso es algo que solo Maduro y sus esbirros sabrán.

De nuestra parte, lo único que podemos aseverar con precisión es que:

1— Venezuela no es un nuevo paraíso del capitalismo

2— Sigue gobernada por los mismos delincuentes que desfalcaron a la nación

3— No hay Estado de Derecho ni respeto a la propiedad privada

4— El socialismo sigue siendo la premisa a seguir —pese a que el mercado momentáneamente tenga participación en la sociedad—.

5— Miles de venezolanos continúan migrando cada semana del país.

6— El socialismo fracasó y quienes por años criticaron al mercado, están acudiendo a él para salvarse.

7. Un tirano jamás dejará de ser un tirano, por más que la prensa lo revista de flores y cuente con la complicidad de otros mandatarios para intentar embellecerlo.

El 30 de agosto de 2022, un nuevo informe de la Plataforma para Refugiados y Migrantes de Venezuela determinó que el número de ciudadanos venezolanos que salió del país huyendo del régimen socialista alcanzó los 6,8 millones de habitantes, superando a Siria y Afganistán, y equiparándose a Ucrania, que actualmente está siendo bombardeada a diario por la segunda potencia nuclear del mundo.

Para contextualizar, Ucrania tenía 44 millones de habitantes y 6,8 millones han huido desde que la invasión rusa inició hace 6 meses. Venezuela tenía 30 millones de habitantes, y el mismo número de personas ha huido del país debido a las políticas represivas del chavismo y el hambre. El socialismo ha sido a largo plazo tan destructivo como los misiles de Putin que a diario destruyen las vidas de los ucranianos.

No hay maquillaje que pueda limpiar los crímenes de Maduro, y eso es algo que debería tomar en cuenta Biden si es que se le cruza por la cabeza desmontar las sanciones en su contra o tratar de legitimar su régimen.

@EmmaRincon


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