La reciente avanzada militar de Rusia sobre Ucrania es un evento geopolítico complejo que no se puede despachar con el simplismo de apoyar o de condenar a Rusia, ni de mostrar simpatías o indiferencia con Ucrania. El objeto de este artículo es examinar esta situación desde la perspectiva de los venezolanos que luchamos por el derrocamiento del régimen chavista abiertamente apoyado por la Rusia de Vladimir Putin ante la incomprensible indiferencia del imperio estadounidense en cuya área de influencia geopolítica nos encontramos.

Durante la Guerra Fría la búsqueda de un equilibrio militar-nuclear entre Estados Unidos y la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas justificaba la existencia de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) y el Pacto de Varsovia. Con el derrumbe de la Unión Soviética unas repúblicas se declaran independientes y otras deciden mantener su relación con Rusia como nuevo imperio heredero de la geopolítica soviética, pero con un modelo político y económico que buscaba copiar a los Estados de partidos occidentales con sus democracias de mercado pletórico.

El asignarle a Rusia una posición permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sería un reconocimiento a su relevancia geopolítica y militar en la región derivada de su inmediato pasado soviético. Sin embargo, a diferencia de la Unión Soviética esta sería una Rusia entonces ávida de copiar e integrarse a occidente sin perder su propia identidad aunque manteniendo sus pretensiones imperiales.

La desaparición de la Unión Soviética y la desarticulación del Pacto de Varsovia trajeron promesas para el desmantelamiento de la OTAN que ante el derrumbe del imperio soviético ya no tendría sentido. Sin embargo, la inestable situación política en los años de la transición y luego la llegada al poder de Vladimir Putin, ex director de la KGB, fueron dejando a un lado la promesa de disolver la OTAN ante el alegado peligro que podría representar la nueva Rusia. Estos temores fueron la base para aumentar la desconfianza entre Estados Unidos con sus aliados y Rusia en una escalada militar emprendida por ambos bandos. Los países miembros de la OTAN y vecinos de Rusia alentados por los gobiernos demócratas en Estados Unidos siguen aumentando su capacidad militar invocando el temor de una invasión rusa. Rusia por su parte tiene que ver con preocupación la instalación de bases militares a escasos minutos de su frontera.

Aquí no se trata de justificar o condenar la avanzada militar de Rusia sobre Ucrania sino de entender por qué Rusia lo hace y qué papel jugamos nosotros, los venezolanos , en ese complejo tablero geopolítico. Dejamos sentada nuestra solidaridad con los ciudadanos de Ucrania víctimas no solo de Rusia sino de los países que directa e indirectamente participan en el conflicto por una variedad de razones que no son precisamente los derechos humanos de los ucranianos. Sin embargo, estamos en presencia de una crisis que la diplomacia de pasillos y de consensos se negó a abordar y hoy vemos sus consecuencias.

No nos vamos a unir al coro que ataca a Vladimir Putin por defender por la fuerza lo que considera es una zona vital para el mantenimiento del imperio ruso. No es que Putin sea una hermanita de la caridad sino que por las mismas razones políticas los venezolanos, por ejemplo, tendremos que considerar la posibilidad de retomar por la fuerza el territorio Esequibo por ser parte de nuestro espacio vital.

No es por avanzar sobre Ucrania, un país al igual que el ruso controlado por mafias y oligarcas, que los venezolanos enfrentamos a Vladimir Putin. Es por el apoyo militar que Putin y Rusia le dan al régimen chavista de Nicolás Maduro que se beneficia por punta y punta del abierto respaldo ruso y de la indiferencia de Estados Unidos.

Y es que si realmente el gobierno demócrata de Joe Biden cree que Rusia es una amenaza para la paz mundial en lugar de aprobar inútiles sanciones financieras debería emprender una acción inmediata para desmantelar las bases militares que tiene Rusia en Venezuela y deponer al régimen de Maduro. No hacerlo solo demostraría una vez más el fracaso de la política exterior estadounidense incapaz de identificar a su adversario y legendariamente indiferente con sus aliados, sobre todo los de Suramérica.

En suma, reconocer la habilidad de Vladimir Putin para defender militarmente los intereses de Rusia, como lo acaba de hacer Donald Trump, no es apoyar a Putin. Es preferible caracterizar correctamente al adversario que subestimarlo como erróneamente insisten algunos políticos venezolanos frente al chavismo. La crisis Rusia-Ucrania tiene muy complejas dinámicas para simplemente quedarnos a escoger entre apoyar a los oligarcas rusos o los oligarcas ucranianos. Sí, los venezolanos no podemos ser neutrales frente a Rusia pero por la razones correctas y estas no pueden ser otras que la injerencia del gobierno ruso para sostener al régimen chavista ante la indiferencia de Estados Unidos.

@humbertotweets

 


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