A pesar de la similitud del nombre marcadas son las diferencias, tienen en común que afectan gravemente a la humanidad. Desde un punto de vista técnico ante la inminencia de una u otra, la reacción humana es ponerse las manos sobre la cabeza y ante el temblor pedir a Dios que no sea tan malo como se cree que viene.

La emergencia humanitaria compleja se basa en una serie de factores- desencadenadores de origen como causas políticas, conflictos internos armados, conflictos bélicos, pobreza extrema y violencia generalizada, entre otras. Por su parte, una crisis humanitaria se origina por desastres naturales o situaciones que sobrepasen sobradamente el límite de tolerancia hasta que implique, como es lógico, necesidades muy por encima de lo habitual.

Ahora bien, ¡buena vaina nos echaron! Tenemos por un lado, una emergencia humanitaria compleja producto de la incidencia del régimen dictatorial y enfrentamos ahora una pandemia, es decir, se le suma una crisis humanitaria.

Está demás decir que ambas atacan ferozmente a la economía local hasta el punto de estrangulación, requieren apoyo humanitario, diplomático, político y social, pero todo ello es inexistente cuando 191 países son rehenes de un tal covid-19, cada uno está tras los desastres que va dejándole la plaga a su paso y ninguno por apoyo al vecino.

Sabemos que la atención médica está colapsada en muchos países que destacan por la robustez de su sistema de salud, así da terror compararla con la de Venezuela. No se puede ocultar la incapacidad de hacer frente a la pandemia cuando en temporadas regulares exporta a sus enfermos, depende de la ayuda humanitaria y hasta llegó un barco hospital a sus costas. La ficción es pensar que la dictadura tiene control del virus, la realidad es que ahora es cuando más necesitamos de un gobierno sólido y con sensibilidad social, con capacidad para recibir ayuda internacional –en los peores momentos para pedirla, dicho sea de paso– y sobre cualquier cosa de instituciones sólidas y honestas, así que, otra vez con los brazos sobre la cabeza…

Cuando nos vemos afectados por dos de los peores males que un país puede enfrentar, alteramos el delicado equilibrio del orbe, nos aproximamos a un inevitable desenlace, “resolver ya” o “dar a pérdida”, o se arregla o se olvida, lamentablemente estamos en esa situación. La fase final de todo ciclo suele ser el momento más difícil en toda crisis, pero nos jugamos mucho más que eso, sí, mucho más, nos jugamos llegar al punto de decir “hasta aquí llegamos” y terminar nadando en el mar de la felicidad junto con Cuba.

Tanto la emergencia humanitaria compleja como la crisis humanitaria instauran serios retos al venezolano, requiere de unidad para enfrentar ambas, pero es incompatible a la inestabilidad política actual. La fragmentación política es una de las causas de empeoramiento y cuando se trata de un sismo presidencial y parlamentario es más difícil y sin mencionar que uno de los presidentes de Venezuela es considerado “capo de la mafia”, lo cual complica la capacidad de recuperación porque es un gran obstáculo para recibir apoyo internacional.

Si de mejorar se trata, hay que empezar por descomponer los factores que generaron la emergencia humanitaria compleja, que son los mismos que impiden el necesario apoyo para enfrentar la crisis humanitaria. No hay duda, el gobierno de Maduro es el principal obstáculo, se apropió de nuestra libertad, desplazó a nuestros jóvenes, desvencijó  nuestra economía y ahora depende de él en buena parte nuestra salud… aquí es donde el pasado se une al presente para hacer dependiente el futuro.

Emergencia humanitaria compleja y crisis humanitaria, más allá de sus conceptos, no dejan de ser circunloquios, estamos en presencia de una referencia a la realidad que pretende ser invisibilizada: la pura, dura y masiva violación deliberada de los derechos humanos del venezolano. Hoy más que nunca tenemos que reponer el Estado de Derecho, manos a la obra o manos a la cabeza por tercera vez, y sumando…

@salvadorpr

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