La Venezuela indígena que descubre Cristóbal Colon en 1498, pasa a ser un rato después una de las provincias de España, para el imperio la vía para gerenciar a “tierra firme”. La gestión, a cargo desde Juan Martin de Ampúes, en 1527, hasta Francisco Dávila Orejón y Gastón, 1674, por un número aproximado de 40 gobernadores. En 1811 a una “Sociedad Patriótica” integrada por Simón Bolívar y Francisco de Miranda se atribuye haber sido precursora de “la providencia libertadora”. Un largo periplo ilustra con respecto a más de un intento para consolidar el sueño: 1. Primera República (1810-1812), 2. La Segunda (1813-1814), 3. La Tercera (1817-1819), 4. Una calificada como Gran Colombia (1819-1830) y no contando bien el tiempo una quinta, la de 2022, en criterio de sus mentores, “la Primera República Socialista”, también “República Bolivariana”. Y, con Constitución “novedosa”, pero, también, “novelada”.

Es en este contexto que se acude a “los 2 octubres” insertos en las décadas transcurridas desde 1930 a 2022, reveladores de intentos reales para materializar tales sueños. El primero es la “Revolución de Octubre”, la cual dirige Rómulo Betancourt, convencido de que la “metodología”habría de ser “real, pragmática y sincera”, por lo que coordina a civiles y militares acerca de la necesidad de poner fin a un a proceso que no se entendía para dónde iba, por lo que sólo una coordinación de las fuerzas armadas y civiles facilitaría la modernización política. Ese “octubre” ha de calificarse, por consiguiente, como el punto de arranque de la modernización de un territorio en el cual reinaba anarquía y sus terribles consecuencias. Esto es, lo malo abundante y lo bueno muy poco. La otra pieza clave en la estrategia fue Acción Democrática, “el Partido del Pueblo”, el de la tarjeta blanca, el de los militantes que el genio describió con la máxima “adeco es adeco hasta que se muera”. Aquel hombre impregnado de ánimo, fe y esperanza, lector asiduo y sin dudas de sobrada inteligencia y capacidad de trabajo, condujo a Venezuela como consecuencia de ese “octubre revolucionario” a elecciones limpias y justas, a través de las cuales el pueblo escogió como Presidente al novelista Rómulo Gallegos, lamentablemente, depuesto por un “golpe de Estado” dirigido por militares bajo la bandera del denominado “Cesarismo democrático”, cuyos teóricos brindaron en bandeja de plata a los jefes castrenses. El intento Betancuriano de ese “primer octubre” sucumbió ante la convicción de que a los países que habían cometido el error de independizarse de España habría de gobernárseles con “el garrote”. No tenían la idoneidad necesaria para la civilidad democrática.

En el largo exilio de 10 años el jefe de ese “primer octubre” no decae, más por el contrario, adelanta una lucha titánica en contra de la dictadura que sustituye a Gallegos, la cual termina derrocada por reacciones populares estimuladas por gestos heroicos de oficiales castrenses asqueados del cercenamiento a los derechos civiles por el gobierno dictatorial. Betancourt regresa al país y le convoca, resultando electo presidente, conforme a la Constitución democrática de 1961. Inicia un arduo camino tipificado porque que en cada esquina había enemigos ilustrados por el castrocomunismo de Cuba. Termina el quinquenio constitucional y el gallardo expresidente se refugia en Berna, a curarse las heridas de unos cuantos atentados, pero sin dejar de estar atento a la democracia liberal y eleccionaria que había dejado establecida. Dios fue bondadoso, pues muere antes de lo que terminaría enel desastre del 2022, en cuya olla no hay conciudadano que nos haya metido las manos. Venezuela hoy, una especie de muñeco de circo que otrora cualquiera tiraba y siempre caía firme. El muñeco desapareció, pero, además, no aparece quien lo zumbe.

El otro célebre“octubre” está referido al presidente Carlos Andrés Pérez, el aprendiz de Rómulo, el caminante, el gocho para el 88, CAP, primer magistrado 2 veces, vicepresidente de la Internacional Socialista. Una diversidad de acotaciones revelan la capacidad de asimilación de este “titán octubrero”, entre otras, “La deuda externa no es un problema financiero, es político, razón para tratarlo como acción común de los países de la región”, “La búsqueda de una sociedad que no solo consagre una democracia representativa, meramente formal, de simples alcances cívicos y políticos, sino una auténtica democracia participativa de contenido económico y social”, “Hechos muy graves se han producido en los últimos tiempos como para llevar nuestra alarma a su máxima intensidad. Y así el prestigio norteamericano se deteriora, día a día, enajenándose la buena voluntad de las fuerzas democráticas que observan con preocupación el rumbo de las relaciones entre America Latina y Estados Unidos”, “Es momento propicio para la reflexión y para el análisis ponderado no solo sobre el orden económico universal, sino también sobre el destino de todos los pueblos afectados por este sistema mundial de relaciones económicas y políticas”. Defenestrado inconstitucionalmente de una segunda presidencia obtenida con el voto popular, predijo lo que le iba a suceder a Venezuela emitiendo un juicio premonitorio. El pueblo se ha volcado a recordarlo en el centenario de su nacimiento y quienes le acompañaron en el gabinete de ese quinquenio que lamentablemente no pudo terminar. Mira asombrado desde donde está, por haberse quedado corto en lo que predijo con su respecto a su amada Venezuela.

Para algunos, habituados a guarecemos en una simpática burla, deberíamos pensar si no hubiese sido más favorable una relación cómoda con los espanoles, dadas las bondades de la “Madre Patria”, no únicamente con respecto a cultura, sino, también, en comidas, vinos y otros estimulantes placenteros.  Hoy nos preguntamos ¿sueños, fantasías, ilusiones? Respuestas, entre la quimera y el temor. ¿Será acaso que así fuimos para la ruptura, pero, asimismo, a lo largo desde 1810 hasta nuestros días? Las interrogantes, ha de advertirse, no son exclusivas de este humilde comentarista, pues constan en fuentes escritas de serios analistas, quienes han analizado los intentos en procura de un Estado modelado a la luz del modernismo institucional. Esto es, una verdadera nación, no únicamente constitucionalmente hablando, sino concomitante con niveles aceptables de desarrollo en lo económico y social. En pocas palabras, “una democracia sincera, objetiva y eficiente».

@LuisBGuerra

 


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