Héctor Aguilar Camín, Ricardo Lagos y Jorge Castañeda, autores de La nueva soledad de América Latina

El gran poeta Antonio Machado nos escribió “Caminante no hay camino, se hace el camino al andar. La vida no es otra cosa que las experiencias que vivimos y que nuestros pasos son el camino que hemos recorrido”. Adicionemos que el genio español propiciaba “una abertura de caminos”, a cuyos efectos es imprescindible “la afluencia de gente recorriendo unos mismos pasos”.

La primera cuestión a plantear es si los venezolanos deberíamos reflexionar en lo pertinente a nuestra idiosincrasia, preguntándonos si cabríamos en los consejos de Antonio. No pareciera estar claro, acudiendo a la agudeza de Simón Bolívar en su lapidaria expresión “En Colombia cada colombiano tiene a un enemigo”, que la respuesta haya de ser afirmativa, pues pareciera que el aserto del Libertador fuese válido, también, en lo concerniente a Venezuela. Afirmar, entonces, que los venezolanos no hemos hecho caso a Machado. Nos ha faltado “una real reflexión sobre la vida”, la más conocida interpretación al poema.

Para Human Rights Watch confrontamos una emergencia humanitaria, la cual potencia un éxodo importante. Juan Carlos Hidalgo, de Cato Institute, acota que los análisis con respecto al país han venido repitiendo apreciaciones equivocadas, entre ellas la proclamación por sí mismo de Juan Guaidó como presidente, un país profundamente dividido, posibilidad de una guerra civil, la oposición entusiasma a las fuerzas armadas para un golpe y conflictividad entre el gobierno de Trump y el de Caracas (2019). En criterio de José Manuel Puente se demanda “un programa de ajuste y reforma financiera y que “el país sigue siendo una economía con un potencial extraordinario”. Para algunos, no pocos, se escucha que “la cosa se está componiendo”. Es cierto que las disidencias han de respetarse, pero como que nos parece cuesta arriba “recorrer los mismos pasos”. Pues, como nos lo recalca Machado, “a medida que abrimos camino estamos creando el propio camino”.

No ha de dejarse de lado que Venezuela no es el único país que “busca un camino”, sino que, con muy pocas excepciones, en ello parecieran merodear la totalidad de América Latina, así como la de otros, incluyendo al propio Estados Unidos, por cuya democracia no deja de temerse. Con Biden ante un país polarizado, sin dominio en el Congreso, especulándose, asimismo, del “fin de la hegemonía americana”. Un hecho que atañe a la humanidad como un todo y que ha de añadirse es el de “las empresas del mundo digital, fenómeno que ha puesto de lado “la soberanía de los Estados” (Ricardo Lagos, La nueva sociedad en América Latina, 2022).

Ha de expresarse, igualmente, que Venezuela confronta dificultades internas por la heterogeneidad de participantes y pareceres. Un porcentaje importante apoya al gobierno, mucho más sólido que la oposición, por lo menos, en lo que a la conducción respecta. Las estrategias a nivel interno no logran consolidarse y las internacionales suenan equivocadas, muy particularmente en lo relativo a “las sanciones” dirigidas a restringir el flujo de recursos financieros, cuestionadas, entre otros, por Claudio Fermín y Francisco Rodríguez. A las dificultades del norte ha de mirársele, para no llamarse a engaños, que Washington tiene sus propios “líos” y que los tiempos cambian observándose como obsoleto lo que pudiera titularse ¡Por unas bananas!, temática que encontramos en el libro Tiempos recios de Mario Vargas Llosa y que conduce a afirmar que “los cambures” determinaron el derrocamiento del gobierno democrático de Jacobo Arbenz, en Guatemala. Pero, sucedáneamente, el comienzo de “la ola de dictaduras” más dañina que, probablemente, haya tenido el continente.

El poema de Antonio Machado conlleva, también, a admitir, como pareciera imperativo, que los venezolanos vamos “camino” a un proceso electoral presidencial en 2024, en el cual competirán Nicolás Maduro, como es sabido y tal vez de sobra, y “quién lo sabe” por la oposición. Si se trata de “un camino”, en alusión al poeta, el oficialismo pareciera tenerlo, pero no la oposición, pues está en “veremos”. Escenario en el cual pareciera pertinente la frase “Hay dos cosas infinitas: El universo y la estupidez humana. Y del universo no estoy seguro”. De la autoridad de Albert Einstein.

Estaríamos describiendo una “estructura dramática”. Tal vez, particularmente, si se toma en cuenta que los entendidos suelen expresar que dentro de “sus elementos constituyentes” han de mencionarse “los conflictos y el entorno”.

En este último sentido, es oportuno señalar lo que Ricardo Lagos, Jorge Castañeda y Héctor Aguilar Camín comentan en La nueva soledad de América Latina. Para el último, si decidiéramos hacer una radiografía política, tomando el tema, por ejemplo, de la invasión a Ucrania, lo que encontraríamos sería una “enconada fragmentación”. Y se pregunta: ¿Está volviendo la marea rosa a América Latina? Pero, asimismo, ¿se enrumba hacia la izquierda? Lagos mira en Chile un gobierno de izquierda adecuado a la Constitución. Finalmente, Castañeda, percibe a Biden en una cierta afinidad ideológica con esa izquierda, particularmente, en lo referente a temas como “el estado de bienestar, el tamaño del gobierno y su injerencia en la economía”.

El libro termina con “América Latina en su laberinto”, como Gabo a Bolívar en El General en su laberinto.

Y las elocuentes palabras de Lagos: “A través de las ideologías difícilmente avanzaremos en posiciones comunes” y con una sola voz. Así nos respetarían un poco más. Esa voz desapareció. Ahora es cuando debemos crearla.

Respetado presidente, ¿encontrará Venezuela el camino?

Comentarios, bienvenidos.

@LuisBGuerra

 


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