El proceso para la consolidación de la democracia como forma de vida no ha sido fácil. Las más usuales definiciones, repetidas a lo largo de la historia, han pretendido enseñárnosla: “Sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes”, incluso, en lo que pudiéramos considerar como sus lineamientos de índole técnica: “Forma de sociedad que reconoce y respeta como valores esenciales la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley” y “Participación de todos los miembros de un grupo o de una asociación en la toma de decisiones”. La diversidad de opciones para hacerla realidad se ha encontrado, no obstante, con “la multiplicidad de interpretaciones de parte del propio “pueblo”, el sujeto llamado a ponerla en práctica, como lo revela una profusa terminología: “Democracia burguesa, censitaria, cristiana, directa, liberal, orgánica, popular y representativa. Hay razones, por tanto, para hablar de “la heterogeneidad democrática”. Asimismo, no puede dejarse de lado que ha tenido a “la dictadura como su histórica enemiga”, cuyos ataques han sido tan feroces que si contamos bien, preparémonos para no sorprendernos que en la humanidad han convivido más dictaduras que democracias.

En uno de los análisis más recientes, la uruguaya Hana Fischer se refiere a “la dictadura de las mayorías, uno de los problemas que, tal vez, define a la denominada “la no democracia”, una de las desviaciones que más daño ha causado a “la primigenia concepción democrática”. Y muy particularmente en América Latina, pudiéndose sostener que Venezuela es sujeto activo de la distorsión. La académica anota que “una vez que las colonias se independizaron de España, las élites “criollas” procedieron con el resto de la sociedad, del mismo modo en que ellos mismos habían sido tratados por los “peninsulares”. Establecieron gobiernos centralizados y políticas que otorgaban pocos incentivos para la expansión económica y que la situación perdura hasta ahora. Concluye en que los monopolios estatales en el pasado reservados a los reyes siguen siendo la regla en las Américas. A lo largo termina generándose un dirigismo exagerado y consecuencialmente gobiernos monstruosamente burocráticos y costosos. Antagonismo con los gobiernos limitados.

Los venezolanos, Dios quiera que asumamos que nuestra democracia no se ha extinguido. Más bien, se trata de una especie de “Niña perdida en el bosque”, cuento que Valeria Salazar narra así: “Había una vez una chiquilla que un día decidió ir al bosque a mirar cómo las ardillas cuidaban a sus crías, de repente escuchó un sonido agudo y desafinado, por lo que se asustó, cogió mochila y corrió hacia un árbol abandonado, muy seco y triste. La niña le preguntó ¿arbolito por qué estás seco, abandonado y triste? El árbol le respondió: Estoy así porque cuando era joven, bonito e hidratado la gente haló mis ramas, en mis raíces dejaron basura, es por eso por lo que estoy así. ¡Oh! Arbolito qué desilusión, dijo ella. ¡Espera! voy a traer un poco de agua del río, limpiare tus hojas y recogeré la basura que tienes y así podrás vivir unos años más! El problema venezolano está en que no ha sido un arbolito lo extraviado, sino la riqueza mineral, turística, natural y humana, más la política, representada en cuarenta años de democracia modelo en América Latina. Copiando una frase del presidente Caldera: “Le han metido las uñas a la República y no quieren sacárselas”.

La anécdota de “la niña perdida” viene a colación, por cuanto la esperanza para Venezuela de rescatar la democracia que se generara en 1958 es una mujer, María Corina Machado, quien presumiendo su infancia feliz ha debido jugar a menudo a “Una niña perdida en el bosque». Ha estimulado una reacción popular masiva en todo el ámbito del territorio nacional, se define como de “derecha liberal” y ha hecho política con seriedad, honestidad y dedicación. Tiene, además, a un asesor, el doctor en Derecho Gerardo Fernández, “un exitoso constitucionalista”

Don Gerardo, admirado por quien estas notas escribe, titula su programa “En la búsqueda de un nuevo sistema de gobierno para Venezuela. Del presidencialismo exacerbado, autocrático, inestable e ineficaz a un sistema semipresidencial”. Proponemos un modelo de gobierno, dice el “abogado constitucionalista”, que procura una mayor estabilidad política y, sobre todo, minimizar los riesgos de la autocracia y el totalitarismo, sin olvidar, además que todo sistema de gobierno debe diseñarse para garantizar la eficiente gobernabilidad, a fin de evitar frustraciones, desilusiones y pesares como los vividos en los últimos años y, en muchas oportunidades a lo largo de nuestra historia constitucional”. Esta apreciación del jurista Fernández conduce a la sincera apreciación del venezolano Carlos Rangel “… la América Española va a disipar el resto del siglo XIX en pugnas intestinas, guerras civiles y golpes de Estado motivados teóricamente por abstracciones, entre las cuales destacan la falsa disyuntiva entre Centralismo y Federación, y la dicotomía grandilocuente Conservadores o Liberales, pero desencadenados de hecho por una verdadera rebatiña por los privilegios implícitos en el control del gobierno y el Tesoro Público, únicos sustanciales en sociedades políticamente primitivas (Del buen salvaje al buen revolucionario, citado por Hana Fischer).

La buena suerte acompañe, pues, a esta corajuda mujer, a quien los ingleses ya la hubieran llamado “la dama de hierro”, en alusión a Margaret Thatcher y los alemanes “Madame Non”, la luterana Angela Merkel. Es muy remoto que no resulte electa en las elecciones primarias convocadas en Caracas para octubre del presente año y ello ha de tener forzosamente preocupado al gobierno, el cual con sujeción a la Constitución que el presidente Hugo Chávez se empeñó en llamar “bolivariana” debería permitir el desarrollo del referido proceso eleccionario.

El sufragio, con todas sus implicaciones, tanto para ganador y perdedor, ha de respetarse, no solo en las denominadas “primarias”, sino, también, en las presidenciales a realizarse en 2024. Allí, igualmente, “al voto” ha de darse la determinante importancia para gobernar con la conciencia tranquila. Y para evitar que llamen “dictador” a quien lo desconozca, detestable mención que se lleva hasta en la urna y se paga en el infierno.

Comentarios, bienvenidos.

@LuisBGuerra


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