En enero de este año, el FMI preveía una caída de 10% en el PIB de Venezuela; la Cepal en su último informe especial del mes de abril, prevé que será de 18%, imaginen el significado de esto para un país con un PIB de -35% en 2019.

Incomprensiblemente, los extremos políticos siguen viendo en la pandemia una oportunidad para librar su última batalla por el poder, sin entender que el mundo es y será otro. Luchan por un “botín” lleno de cáscaras vacías, en Venezuela todo hay que hacerlo de nuevo, a este nivel no se trata de reconstruir, sino de construir, desde cero, un nuevo país.

Mientras más se aferran a ganar la contienda, por encima del sufrimiento de los venezolanos, pierden la oportunidad de sobrevivir políticamente en el futuro: ¿por qué tendríamos que votar por quienes han sido indolentes y no les está importado nuestro sufrimiento?

Venezuela, la nación que pudo ser la Dubai del Sur, hoy es un país lleno de personas famélicas que deambulan por las calles viendo cómo conseguir algo de comida; una potencia petrolera sometida al autoconfinamiento y a humillantes colas para abastecer combustible; sin olvidar las dos generaciones perdidas por la malnutrición de sus niños.

Entristece escuchar a venezolanos desesperanzados, creen que ya nada puede ser peor y esto, literalmente, no es cierto. Todavía existen escenarios más crudos y crueles a los que nos vamos acercando, como, por ejemplo, la toma del poder por parte de los militares en caso de un desbordamiento social, lo cual abre la puerta de un futuro incierto; tampoco podemos descartar conceptos como balcanización o somalización.

Usted puede creer que esto último es un escenario exagerado, al respecto, es importante recordar que, en Venezuela, ya existen zonas costeras, fronterizas y periferias urbanas, donde la criminalidad está empoderada, síntomas notables de un Estado fallido.

Ahora bien, un sector de oposición apuesta deliberadamente al estallido social; el sector oficialista, intenta, a cualquier precio, mantenerse en el poder. Bajo este escenario, alcanzar el Marco para la Transición planteado por Estados Unidos, o cualquier propuesta de solución negociada a la crisis, no es una prioridad en ninguno de los dos bandos. La indolencia y el enanismo político se pierde de vista.

En paralelo, el monstruo de la recesión económica continúa su proceso de incubación sin que ningún sector del liderazgo político actual, entiéndase Guaidó y Maduro, estén trabajando en las medidas que deben tomarse para no ser devorados.

La Cepal ha reconocido en su Informe Especial Covid-19 N°2 del 21 de abril, que la pandemia nos llevará a la mayor contracción de la actividad económica en la historia de la región.

Se prevé que la región enfrentará una caída en su PIB de 5,3%, lo que generará casi 30 millones más de pobres, mientras que la pobreza extrema puede crecer en 2,5 puntos porcentuales, pasando de 11,0% a 13,5%, lo que representa un incremento de 16 millones de personas. Esto solo es comparable con la Gran Depresión de 1929, cuando el PIB de la región cayó en 5%.

La proyección del PIB para Venezuela es apocalíptico. De 33 países de la región, tendremos la peor caída en -18%, seguido por Santa Lucía que se estima en -8,1%.

El volumen de comercio mundial ha colapsado, en este sentido, la Organización Mundial del Comercio estima que caerá entre 13% y 32% en 2020. De acuerdo con los expertos, las condiciones financieras que tenemos hoy, a nivel mundial, son parecidas y hasta mayores a las evidenciadas durante la crisis financiera de 2008-2009.

Al parecer, nuestra clase política no está leyendo, no está revisando los números ni las proyecciones, no están entendiendo que su lucha por el poder no tiene sentido en el espacio de hoy, porque no tendrán un país al cual gobernar de seguir en esta vía.

¿Solución? Urge una tregua humanitaria para detener esta caída libre y poder resolver cinco problemas básicos: gasolina, pandemia, comida, medicina y seguridad. Debemos volver a un mecanismo de interlocución y de negociación para poder diseñar una solución política definitiva y en paralelo conformar un gabinete mixto de emergencia que comience a trabajar en cómo haremos para sobrevivir al choque con el iceberg.


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