Foto Juan Barreto / AFP

Venezuela es sin lugar a dudas un inmenso laboratorio de fenómenos en lo político, lo social, lo económico y demás. Un país prodigioso que fue premiado por la divina providencia con su ubicación, su territorio, recursos naturales por doquier (terriblemente administrados) además de recursos humanos valiosísimos que son tan o más importante que el petróleo, la bauxita o el titanio o la propia faja petrolífera del Orinoco y arco minero.

Hemos dicho y repetimos que Venezuela le ha correspondido pagar un precio alto por tener en estos años una dirigencia política nefasta no sólo en el gobierno sino en la oposición y esa variable – dirigencia política- explica los vaivenes, los retrocesos y situación de coyuntura y crisis que el país ha padecido, una dirigencia incapaz de impulsar cambios, una clase política que malversó recursos y que en el ciclo de mayor abundancia por ingreso petrolero no pudo hacer de Venezuela un país estable, solido y de progreso en todos los órdenes y con extraordinarios indicadores en lo que fueron estas dos primeras décadas del siglo XXI.

Ese laboratorio que llamamos Venezuela (país que no sólo nacimos en él sino que permanecemos en él y sentimos) se alejó de la globalidad, se aisló de los grandes cambios tecnológicos, además de retroceder en protocolos, producción, industrialización, prestación de servicios básicos, y la presencia de distorsiones que nos indican procesos regresivos no sólo con deterioro material, económico, financiero sino en términos de calidad de vida y espiritual. Y lo paradójico es que el alto gobierno ha hecho caso omiso de las academias, las universidades, el inmenso talento que tenemos en nuestras casas de estudio e incluso en sus egresados hoy regados por el mundo. Dijo un célebre economista venezolano que si se hubiesen propuesto hacerlo mal no lo hubiesen logrado. La realidad es adversa, cruda, ruda, agreste y enviste, nos enviste a todos, a unos más a otros menos, pero al final de cuentas nos enviste.

Nuestras preocupaciones no son sólo académicas o intelectuales, sino que están referidas directamente a pensar, evaluar, diagnosticar, medir y demás la trayectoria reciente del país en lo político, lo social, lo económico, etc. Es evidente la presencia de distorsiones que arrastran las políticas monetaria, fiscal, cambiaria, una real ausencia de política económica todo lo cual explica el país y economía díscola que hoy tenemos unido a incertidumbres, fenómenos de desaceleración, estancamiento, déficits y otros. Necesitamos producir cambios y transformaciones en muchas áreas, ámbitos, urge abandonar el llamado subdesarrollo científico, tecnológico, económico y social.

Ni hablar de los graves efectos de la indisciplina macroeconómica y la destrucción del sistema de precios, a propósito de la última semana lo referido al tipo de cambio, tasas de interés, el debilitamiento sistemático de las instituciones públicas responsables de la elaboración y producción de las estadísticas económicas. El gobierno no entiende que ha sido errático al combinar controles de precios, expansión monetaria a gran escala, desinversión privada por un clima de inestabilidad legal y ausencia de reglas de juego, respeto a los derechos de propiedad y marco constitucional, emergencia constante de mercados negros, y otros fenómenos incluyendo nuevamente escenarios de hiperinflación. Requerimos una política económica que el gobierno no termina de promover que permitiese restituir la disciplina fiscal y monetaria, reducir la tasa de interés y expandir el producto interno bruto a partir de producir y aumentar oferta en una diversidad de áreas.

Sin institucionalidad jamás Venezuela podrá avanzar. El gran trasfondo del país es un problema político, un tema de modelaje, de liderazgo, de visión, de programa, de conexión no sólo con el país nacional y su gente sino además de conexión con los grandes cambios y dinámicas que registramos a escala planetaria. Fedecamaras, entre otras instituciones, ha señalado la inviabilidad del modelo rentista además de instrumentos jurídicos como la Ley de Precios Justos y otros que afectan el principio de propiedad privada y desnaturalizan el proceso económico y particularmente al sector privado con marcos regulatorios y decisiones que en nada promueven desarrollo, crecimiento y progreso económico y social. Sin olvidar temas de vital transcendencia de política social, salarios, pensiones, escolaridad, la calidad de la educación, inequidades y otros que hoy requieren un tratamiento serio y sobre todo pensar en la población, en nuestros ciudadanos.

Economistas de la talla de Pedro Palma han explicado reiteradamente como la inflación en Venezuela es multifactorial pero fundamentalmente por el crecimiento desmedido de la oferta monetaria, desequilibrio fiscal y enormes déficits donde el papel del Banco Central de Venezuela no es para nada ni técnico ni eficiente. No se podrá derrotar la inflación sin una formulación de política fiscal, monetaria y cambiaria, aunado a estimular la oferta de bienes y servicios, y la necesidad de lograr un mercado más natural con menos controles de precios y de cambio entre otras medidas que persigan controlar nuevamente el fantasma de la inflación en Venezuela.

Venezuela no puede producir un cambio de modelo y sociedad si no asume ciertamente un conjunto de acciones de política macroeconómica orientadas a disminuir la tasa de inflación, política fiscal basada en una sostenibilidad fiscal, aspecto que demanda el balance del presupuesto y sus fuentes de financiamiento, mejorar la eficiencia del gasto público, reducir la vulnerabilidad fiscal; política monetaria, urge recuperar el valor del signo monetario o moneda, la confianza y capacidad de ahorro, aspecto vinculado a contar con una arquitectura fiscal y monetaria cónsona con la estabilidad económica. Política petrolera, es urgente lograr un tipo de cambio competitivo para estimular justamente a los sectores transables distintos al petrolero con un papel técnico y central del BCV en el manejo de la tasa de cambio; a lo cual se le suman un conjunto de política sectoriales en petróleo, industrial, capital humano, política social y afines como rasgos de un nuevo modelo viable, moderno, eficiente.

No hay dudas de las distorsiones y daños producidos a las sociedades y países por parte de las economías y gobiernos altamente planificadores bajo esquemas socialistas contrarios hoy al desarrollo y progreso. En el caso de Venezuela no hay dudas del daño producido por intervencionismo estatal a lo largo de la historia y acentuado a partir de Chávez y Maduro. Cuarta y quinta república raspadas.

Somos de la premisa y criterio y lo hemos expresado en nuestras columnas del diario El Nacional que no hay vuelta atrás, y no es un tema de añoranzas o lamentos. La evaluación, diagnóstico y toma de decisiones no es discrecional sino imperativa por parte del gobierno en temas cruciales, de transcendencia e impacto. Registramos cambios a escala planetaria en buena parte de las áreas, maneras de hacer negocio, el impacto de la educación y conocimiento experto, la promoción de energías limpias, la calidad de los servicios públicos, nuevos modos de generación de riqueza e inclusión basados en educación, tecnología y competitividad, transformación de hábitos de producción, distribución y consumo en esta modernidad liquida como la llamó Zygmunt Bauman.

Apostamos a Venezuela. Claro está, los retos y desafíos son impostergables y exigen asumir las fallas o tropiezos, las carencias como primer paso, y en simultaneo promover un gran dialogo nacional sobre bases ciertas y no falacias, sobre un nuevo modelo de desarrollo, sostenible, viable, incluyente, basado en el ser humano, en el talento, en las destrezas, en las capacidades, en las regiones, en la iniciativa y sector privado, en las universidades como grandes centros de formación de excelencia, y por supuesto también en la participación del sector público y del Estado venezolano, con imperio de la ley, es decir, con reglas de juego claras (rule of law), metas viables, objetivos claros y disciplina en todos los órdenes.

El país requiere repensarlo todo, desde la educación, el empleo, el ahorro, los servicios públicos, la salud que ni es preventiva ni curativa, pasando por la protección social incluyendo prestaciones sociales, poder adquisitivo, reformas de política monetaria, fiscal, económica, tributaria pertinentes, infraestructura, telecomunicaciones, temas energéticos, hidrocarburos, minerales, federalismo y descentralización, trabajo y emprendimiento, tecnología, hábitat y medio ambiente, ciudadanía, liderazgo, democracia y todo remite a concebir e impulsar un nuevo modelo de desarrollo anclado en la confianza, en el desarrollo y certezas no en incertidumbres.

* Profesor de la Universidad de Los Andes. E-mail: [email protected]

 


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