Quienes tenemos un contacto permanente, creciente y sostenido con la dirigencia de diferentes factores políticos de todos los niveles, con los ciudadanos de todo el territorio venezolano y con quienes se encuentran en el exterior por las circunstancias por todos conocidas, podemos asegurar que el pueblo venezolano frente a la creciente oferta electoral opositora carente de liderazgos, sin sustento y en su mayoría cuestionada, comienza a identificar y discriminar los elementos que persiguen dividir el sentimiento general de cambio. Una aspiración que renació con la esperanza al entender que en la actualidad el régimen está en su peor momento, como consecuencia de un modelo fracasado. Solo hay que ver la evidente e indiscutible diferencia que existe entre la minoría que respalda la continuidad de Maduro y la gran mayoría del país que se prepara para derrotarlo electoralmente hablando.

Ambos sectores moribundos, creadores e instauradores de la mercantilización de la política, movimiento mixto degradante e inmoral, generador de pobreza, tienen ya su valor en las estadísticas de las empresas consultoras y encuestadoras más importantes del país, con números pírricos en comparación a sus históricos alcanzados.

Los elementos coercitivos que acorralaban a la gente como salarios, cargos y prebendas han sufrido los rigores de la devaluación y perdieron su efecto de enganche automático para lograr la subordinación de la población por necesidad u obligación de preservar un trabajo para garantizar el sustento familiar. Ser empleado público de cualquier sector se convirtió en una historia triste, humillante y denigrante en la que el Estado venezolano pasó de ser garante de los derechos laborales a convertirse en un entramado criminal que ha vulnerado el bienestar familiar y priva de los beneficios alcanzados durante décadas, para rematar con el robo descarado de las prestaciones sociales de todos quienes cumplen sus años de servicio.

Vivir o subsistir en un país empobrecido, dividido y sin oportunidades, está directamente relacionado con la oferta devastadora llamada revolución socialista, esa que hoy representa para cada uno de los venezolanos la antítesis del progreso y desarrollo de la nación.

La degradación social producto del creciente deterioro institucional y el control que aspiran a tener sobre la población inducía a las personas a conformarse con las miserias que el Estado fallido les suministraba y hoy suministra en menor cuantía. Tanto atropello y desconsideración con el pueblo venezolano ha generado una reacción creciente que busca la unificación del país. Los partidos políticos perdieron el control sobre sus seguidores. Existe una rebelión pública creciente contra el andamiaje creado por el oficialismo que mutó a la oposición, donde ambos, en situación de precariedad y decadencia, hacen grandes esfuerzos económicos por frenar la implosión política de los factores que se niegan a dar paso y que se sienten cómodos con la permanencia del socialismo, militarista, entreguista, corrupto y mafioso que saquea las riquezas del país.

Indiscutiblemente, 80% de la partidocracia en Venezuela está contaminada y comprometida con el oscurantismo, no actúa en favor de los intereses nacionales y sus acciones y decisiones pretenden, con dificultades, arrastrar a parte de los venezolanos para que se mantengan leales al fracaso. 70% de los partidos políticos hoy vigentes, nuevos y de vieja data, están activos producto de la ilegalidad y complacencia de un CNE viciado y permisivo que no se rige por una ley, sino por normas que violan y cambian a conveniencia del momento. Ningún sector político, menos en estos tiempos de evidente convivencia, ha legislado en materia electoral para garantizar la participación política y el correcto derecho de asociación. Se ha negado el registro a muchas organizaciones, mientras a otras se les otorga la licencia de funcionamiento sin cumplir los requisitos mínimos establecidos para que ejecuten los acuerdos cupulares de quienes desangran al país y vulneran la expresión popular.

Esto, entre otros señalamientos y realidades, indica que las organizaciones políticas hoy convertidas en franquicias de poca monta tienen su fosa garantizada para los venideros procesos electorales, en los que el clamor popular definirá el camino para respaldar la opción que garantice la salida de Maduro de Miraflores. La dividida cúpula de la oposición entregó en el último proceso electoral muchos espacios de poder y quienes direccionaron esa desleal acción contra la esperanza del venezolano pagarán con el precio de la derrota, en esta era que se avecina que enterrará lo más perverso de la política venezolana de todos los bandos en aparente conflicto. Venezuela verdaderamente es otra en su pensamiento y lo va a demostrar con acción y su voto, en todos los retos que se avecinan. Existe un sentimiento popular creciente y esperanzador. Venezuela, para bien, les aseguro que reaccionó y cambió.


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