“Si miras al abismo, el abismo devuelve siempre la mirada”

Friedrich Nietzche

Si algo nos ha enseñado este interregno por el convulso siglo XXI, es la cualidad que tiene la historia para desarrollarse de manera cíclica, en eso que Giambattista Vico definiera como  corsi e recorsi. Volver al principio; en el caso del siglo XXI, hemos regresado a las malas prácticas del siglo XX, a los crímenes en contra de la humanidad, al imperio de la barbarie y el desprecio por cualquier postura racional. Acudimos pues a la reedición perversa de los convulsos catorce primeros años del siglo anterior, pero con un agravante, la depauperación del léxico, para calificar y definir, eso que los izquierdistas ultrosos llaman narrativa y que no es otra cosa que el poder del Logos, para definir y calificar las cosas tal cual son.

En este extravío por las páginas de esta trágica distopía lúdica de Huxley, todo el planeta es feliz frente a las tropelías de Rusia contra Ucrania, sus horrores cometidos dan cuenta de un proceso de levedad hacia el mal  absolutamente obsceno que puede llegar a justificar los atropellos contra la persona en pos del sostenimiento de un letargo cultural que implique anestesia de la moralidad y aprobación hacia la maldad, en estos tres meses de este terrible 2022, hemos acudido todos los habitantes del planeta, al hórrido escenario, no  de una guerra, sino de la invasión de un país guiado por un enajenado mental, en contra de un minúsculo vecino, que se atrevió a aceptar que la occidentalización no era un pecado, y asumió su derecho legítimo para vivir en libertad y progresividad, ese pecado debe y tiene que ser aplastado cuando la irascibilidad irracional y visceral conduce amoralmente los destinos del poder.

Así, las apetencias de Putin no son saciadas con la destrucción hasta las cenizas de la ciudad ucraniana de Mariúpol, sino que se extienden a los crímenes de guerra en Bucha, población sembrada de cadáveres y ruinas, cadáveres de civiles inocentes, madres desesperadas que escriben en las espaldas de sus hijos los números de contacto, para que en medio de esta aldea líquida que es nuestro planeta, se pueda geo localizar el cadáver de sus hijos; frente a estos excesos los eufemismos de Occidente dan cuenta de su mengua, de su miniaturización, asumen que las sanciones aplicadas para la economía rusa pueden influir en los ánimos de un loco moral que instrumentaliza la ira como vía de acción para el logro de sus objetivos.

La licuefacción ha llegado hasta al Vaticano, el vicario de San Pedro se horroriza ante la guerra y sus efectos, empero no reconoce que no se trata de una guerra sino de una invasión de un sometimiento por la fuerza del débil, de la imposición de la violencia a quien no puede defenderse, la Iglesia Católica debería sin miedo condenar los crímenes contra la humanidad perpetrados en la invasión de Ucrania por parte de Rusia, sin embargo, prefieren la levedad de dejar en manos del altísimo que este insufle razón en un alma extraviada por el ejercicio de la irascibilidad. De nada sirve verter los altares con la bandera ucraniana o colocarla en los estados de las liquidas redes sociales, sí no se enjuaga el lenguaje, para denunciar este atropello en contra de la humanidad, este culto a la violencia desde el poder y su innominado empeño por asesinar, destruir y aterrorizar a todo un país, dejándole claro a Occidente que los planes arteros para una agresión mayor son una realidad.

La invasión de Ucrania revive los horrores de 1914 y nos podría llevar a los trágicos momentos de los años del nacionalsocialismo y de la voluntad de Hitler, Putin se exhibe rodeado de la histérica muchedumbre, como bien lo hiciera Hitler en 1933 en Núremberg, así pues la historia es corsi e recorsi, principio y fin, e intervalo acotado con extremos horridos y tránsitos de levedad insoportable que nos llevan a aceptar que se ha perdido el tiempo.

Finalmente, son estos los años vacíos, los años perdidos de la derrota de la democracia, la libertad y la decencia, de la posible mengua y extinción de Occidente, mientras todo el planeta se aturde cual lotófagos en las redes, dispositivos inteligentes y sociedad líquida que nos permiten convivir con el mal, a punto de ser tocados por él. Tal vez sean estos los años en los cuales el abismo ve hacia nosotros y no al revés, si hay algo que reprocharle a este siglo XXI, es que jamás lo fue, es un ensayo de los errores del paso, un ciclo inconcluso de las derrotas, una oda a la nimiedad y al nihilismo.

“La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre”

Friedrich Nietzche

 


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