La oposición ha tenido innumerables desaciertos en los últimos 22 años, el problema pareciera es que no aprende de sus errores, o peor aún, hay un sector que no quiere aprender e insiste en mantenerse donde está. Su último éxito fue en el año 2015, cuando a pesar de las enormes diferencias en su seno, fueron unidos a una elección y ganaron (solo ellos no se han dado cuenta de que unidos son más y tienen mayores posibilidades de triunfo). Tristemente ese triunfo no lo supieron capitalizar.

Según cifras de encuestadoras, quienes quieren un cambio de gobierno, quienes no se sienten identificados con el actual, son entre 65-70% de la población, sin embargo y a pesar de ser una mayoría importante, solo una parte vota y cree en la oposición. ¿Cómo luchar contra una minoría y siempre perder? Haciendo las cosas mal, no teniendo estrategia, no prepararse para posibles escenarios adversos, hacer política para contentar a las redes sociales (las cuales no representan a la mayoría del país y mucho menos sus problemas) y seguir secuestrados en torno a egos, fantasías y equivocaciones. A la oposición le ha llegado el momento de la reconstrucción, del cambio generacional, pero también de entender que estos últimos años han sido un derroche de tiempo, recursos y aliados. La buena noticia es que se acerca enero de 2022, momento de cambios, de definiciones.

Hoy están en un momento histórico. A pesar del enorme desastre organizativo, estratégico y de desunión que mostraron el 21 de noviembre, no solo obtuvieron más votos que el gobierno, también multiplicaron por 5 las alcaldías en su poder. ¿Qué hacer ahora? ¿Seguir en parcelas negados a conversar entre ellos?, ¿seguir insultándose?, lo que garantiza que el gobierno no tendrá oposición, o ¿ponerse serios y trabajar en estrategias y acuerdos para las elecciones presidenciales de 2024? Todo parece indicar que escoger el camino del revocatorio es la ruta de un nuevo desastre, por lo tanto y si se pudiera apostar, pensaría que por allí tratará de transitar un buen grupo de la oposición.

El país necesita una oposición que vuelva a ser alternativa real de poder, que le represente desafíos y retos a la élite gobernante. En tres años tendremos elecciones presidenciales, tiempo suficiente para reorganizarse, para emendar errores y tener una agenda clara para producir un cambio político. Pero es menester entender que eso solo se logrará haciendo política, con trabajo y no esperando que desde afuera les hagan la tarea. Es momento de deslastrarse de estrategias fracasadas.


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