Estamos a pocas horas de cambiar de dígito.

El 2022 nos dejó muchas lecciones, como sociedad y en particular. Fue un año bueno, pese a todo, siempre es importante la gratitud de estar vivos y respirar en este cortísimo tránsito que se llama vida.

Muchas lecciones quedan de 2022: la invasión de Rusia a Ucrania mostró, de cuerpo entero, a una ex «superpotencia» como la ex Unión Soviética, o Rusia, que atacó a una de sus ex repúblicas, Ucrania, y que en medio año de guerra de agresión no la llegó a controlar, menos a dominar. Cae nuevamente el mito del comunismo/socialismo: Rusia no es ni fue la potencia que siempre nos decían que eran “gracias” al socialismo.

Ucrania sigue defendiéndose de la agresión, el mundo debe ser más duro con los agresores. Ucrania defiende la trinchera de la libertad.

El Perú mostró el camino que los populistas/socialistas que dicen tener “extracción de las raíces del pueblo” y sin formación no son garantía para dirigir un Estado. El racismo inverso (de algunos grupos indígenas contra los criollos mestizos) es notorio y “nueva arma” de la izquierda radical latinoamericana para convulsionar países. Menos mal el golpe de Estado del sombrerudo en el Perú no tuvo efecto porque se activó la institucionalidad democrática.

Algunas lecciones sobre economía digital: las monedas digitales aún no se consolidaron y en todo caso van para abajo. Más de uno se hizo millonario en esta nueva modalidad de estafa. La gente aún cree en sus monedas físicas (o billetes) con respaldo de bancos centrales de Estados. El intento de dar norma a las criptomonedas es un camino que debe avanzarse. Quizá las monedas digitales no estén “muertas” sino están consolidando su paso pero a punta de escribir nuevas narrativas que impliquen seguridad, confianza y trazabilidad.

Las redes sociales como Twitter, quizá la más importante de las plataformas, de igual forma nos dan una lección: no hay nada más valioso que la libertad de expresión. Vamos a ver hasta dónde va el supermillonario Musk en su cruzada de ser el paladín de la libertad de expresión. Veamos con qué disrupciones nos sorprende este año y si finalmente podremos llegar a Marte.

No llegó el calentamiento global, al menos en las proporciones cataclísmicas que la niña nórdica Greta nos indicaba. Ciertamente debemos mejorar nuestros sistemas de generación de energía, tratar de ser más eficientes en la producción de petróleo y gas y definitivamente impulsar renovables como solar y eólica y sin descuidar la nuclear, con mejores fortalezas tecnológicas, pero no debemos caer en el fundamentalismo ambientalista. El mejor método es el punto medio, el equilibrio. China debe dejar de consumir tanto carbón, eso sí.

Qatar demostró que no solo sabe vender gas y aprovechar de su riqueza sino organizar Mundiales de Fútbol.

Quedan temas pendientes para 2023: más libertad, más democracia, menos totalitarismos, menos socialismos, más tecnología disruptiva y más innovadores que reinventen mejores formas de vivir, de ser felices y tolerantes. Ojalá sea el fin del covid y de otras enfermedades y más bien sea el inicio de sociedades con sistemas de salud altamente sofisticados que permitan mejores días a sus ciudadanos.

¡En todo caso, que la energía de 2023 permanezca dinámica todo el año para que seamos plenos, prósperos, felices y en total sintonía con la naturaleza y el universo!

¡Vamooooooo’ 2023!


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