Entre los objetivos para el desarrollo sostenible se plantea, en la agenda 2030, la no pobreza, en primer lugar, enmarcado en la esfera de personas, lo que, sin duda, es una constante de nuestros pueblos. Ahora, si abordamos la pobreza humana desde varios frentes, es posible que los efectos resulten ser integrales y de impacto más significativo a nivel social. ¿Qué tanto atendemos socialmente la pobreza que se observa a nivel familiar en cuanto a la afectividad? Hijos reniegan de sus padres por no considerarlos modernos, certeros en sus juicios u otras razones, al tiempo que eluden todo compromiso que implique procrear.

Si observamos el menosprecio a los aportes de una persona con más experiencia, se genera una especie de pobreza familiar donde el sistema de pensamiento no permite valorar lo que esa persona es, ha podido vivir y su interpretación ante las situaciones de la vida. Es normal que los jóvenes sean temerarios, escuchen parcialmente algunos consejos, desafíen y se confronten con su entorno. Esto les permite aportar, generar cambios y asumir liderazgos significativos. Sin embargo, si lo expuesto anteriormente se hace sobre la base de una rebeldía y rechazo hacia quienes, de varias formas, han sido agentes formadores como los padres, abuelos, maestros, profesores, el resultado puede ser una generación insatisfecha y amargada, no solo en cuanto a su discurso y comportamiento social sino en la dimensión del pensamiento individual. Esto tendrá un gran impacto en todos los sentidos vectoriales que logre, naturalmente, su intervención humana.

En un intento por analizar la pobreza desde un ángulo afectivo-familiar, valorar las generaciones predecesoras tiene un efecto en nuestras vidas. Con apoyo, dirección y colaboración familiar se llega más lejos emprendiendo cualquier actividad, bien sea académica, empresarial o familiar. Contar con un sistema de apoyo emocional es de gran ayuda, se verá reflejado en los resultados finales, nos mantiene persistentes y nos hace diestros frente a dificultades o emergencias de cualquier índole.

Me permito hurgar un poco más en esta realidad de los pueblos, qué hace que no valoremos a nuestros predecesores: ¿acaso los modelos de éxito actual, en su mayoría, son discordantes con lo que se tiene en casa? Hombres y mujeres trabajadores se esfuerzan, día tras día, por mantener sus familias y ser productivos en tiempos de mucho ruido y pocas nueces (según el adagio). Probablemente, los medios tienen una gran responsabilidad frente a estas visiones erráticas del éxito, donde se comercializa la imagen de individuos de mal comportamiento, que hacen dinero vendiendo atributos físicos u cualquier otro rasgo perecedero con características de misceláneas.

Requiere mucha atención la pobreza que lesiona familias y poblaciones, aniquilándolas. Se apoderan, de forma silente, ciertas mentalidades que dispersan a los individuos en distractores de versiones modernas de esclavitud, como las redes sociales e identificaciones de grupos exclusivistas, discriminadores y autoexcluyentes. Situaciones que deforman la base de la sociedad y debilitan las capacidades naturales o potencialidad de los ciudadanos.

Imposible expresar un máximo de productividad cuando la amargura y desvalorización imperan. Porque, seguro sazonan la vida con soledad y desagradecimiento. También inoculan profundos temores, fomentan incapacidad para asumir retos y compromisos que requieren entrega, esfuerzos, preparación, ensayos y errores, como es el caso de la institución paterna. Una noble tarea que se constituye en compromiso de vida y una responsabilidad social respecto a la impartición de principios a otro ser humano, descendiente, que tendrá gran impacto eco circunstancial.

Los proyectos educativos de valoración familiar que enseñan a hijos escuchar y agradecer a sus progenitores son didácticos, necesarios e imprescindibles. Quizás obtendremos mayor y directo impacto en los índices de pobreza de los pueblos. Aunque los factores de empobrecimiento social sean múltiples y más complejos que lo planteado en mi reflexión. Una juventud dispuesta a honrar y ser productiva impactará. No podrá compararse con imágenes comerciales de miserias humanas, que suelen difundir algunos medios de comunicación, y adoptará un propósito de vida que empodere a sucesivas generaciones. Confrontará el miedo, asumirá retos y legará buenos ejemplos.

@alelinssey20


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