Foto: EFE/ Rayner Peña

I

Sí, yo recibí el mensaje de texto. Sí, decía el día, la hora y el lugar adonde tenía que ir para vacunarme. Sí, me pusieron la china. Sí, tardé unas cinco horas pero todo fue ordenado. Sí, lo agradezco enormemente.

Sé que me llegó el mensaje porque vivo en un municipio del área metropolitana de Caracas que medianamente funciona. Sin embargo, a mi hermana, mayor que yo y que vive en el mismo edificio, aún no le ha llegado nada; tampoco a mi madre, que tiene 86 años de edad. En conclusión, es una ruleta, una lotería, un juego con la salud de las personas.

¿Por qué no nos cansamos de repetir lo mismo? ¿Por qué los expertos saben que no se alcanzará a vacunar a la cantidad necesaria de personas que necesitamos para conseguir la inmunidad? ¿Por qué creo que con esto se viola el derecho a la salud, y más grave, a la vida? Porque todo está supeditado a una lista de la que escogen a quienes les da la gana.

II

Es posible que no se les haya encendido el bombillo porque son demasiado incapaces y actuar tanto tiempo como tal les hace perder el razonamiento lógico. El deber ser, señores del ministerio rojo de salud y demás oficinas que manejan esto de las vacunas, es que establezcan un cronograma de fechas y en ese calendario repartan los grupos desde la población más vulnerable hasta la menos vulnerable.

Es cuestión de matemática, pero de la simple, tampoco crean que son operaciones complejas las que tienen que aplicar. Si llegan 500.000 dosis cada 2 semanas, pues hay que aprovechar primero de vacunar al personal de salud, luego a los ancianos y población con patologías de base, luego a los más jóvenes, y así.

Pero, señores rojitos, nada de lista. Ocúpense de abrir centros de vacunación en todo el país, páguenle a la cantidad de empleados públicos que sean necesarios, coordinen con el voluntariado, iglesias, farmacias y muchas otras entidades que están dispuestas a colaborar. No tienen que darles caña, les sale muy barato porque a estos trabajadores solo hay que proveerles de agua y comida.

Y después, publiquen centros de vacunación y las fechas por grupos etarios. Lo único imprescindible debe ser una identificación en donde conste su edad. Déjense de ruletas y loterías.

III

Lo otro es seguir como van, ignorar el avance de la enfermedad, hacer caso omiso a los números reales, que ustedes los saben, y seguir dejando a la buena de Dios a la población.

Yo sé, tengo la certeza, de que en algún lugar de esta ciudad, ni siquiera del interior del país, hay una señora de mi edad que tiene cáncer y que no ha recibido la vacuna. Y créanme que me duele, porque ella no es menos que yo. Pero también sé que esta preocupación que siento por esa señora no la sienten ustedes.

Ni que se lo expliquemos con dibujitos, porque lo que les pasa a los rojitos no es que no entienden, sino que no les importa.

Después no se asusten porque la CPI está a punto de decirles en su cara que van a juicio por violación de derechos humanos. Aunque obstaculicen con recursos baratos la justicia, tarde o temprano llegará.


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