Leyendo y releyendo fábulas encontré una que, aparentemente, es anónima. Se trata de un campesino y su burro que, un día, mientras salían de su jornada diaria de trabajo, el animal tropezó con unas piedras y cayó en un pozo. El burro rebuznó desconsoladamente, puesto que no podía salir del agujero profundo en el que había caído. Por su parte, el campesino se sentía impotente para sacarlo él solo. Cansado de sus vanos esfuerzos, el hombre se convenció a sí mismo de algo que no era tan cierto, y se dijo: «Ya está viejo y no va a vivir mucho tiempo más; el pozo está seco y necesita ser tapado». Acudió a los vecinos y solicitó ayuda. También les pidió que trajesen palas. Así, comenzaron a palear tierra y la lanzaban sobre el burro, que rebuznaba cada vez más fuerte. Pero, de pronto, dejó de rebuznar. El campesino se asomó al pozo y, ¡Oh, sorpresa!, el inteligente animal – acabando con el mito de su brutalidad- con cada palada de tierra, avanzaba un paso. Al caerle encima la tierra, se la sacudía y se subía a la tierra que iba tapando el pozo. ¿Qué pasó? Pues, que el burro salió del pozo, los miró a todos triunfante y con ligero trote siguió su camino buscando mejores horizontes.

¿Moraleja? Sencillísima, en el texto que conseguí, dice: «La vida va a tirarte tierra, todo tipo de tierra… el truco para salir del pozo es sacudírsela y usarla para dar un paso hacia arriba. Cada uno de nuestros problemas es un escalón hacia arriba. Podemos salir de los más profundos huecos si no nos damos por vencidos…»

No parece costar mucho trabajo hacer un símil entre esa fábula y nuestra realidad.

Un día, en ese caminar azaroso que Venezuela viene transitando desde su conformación como país, así como el burro de la fábula, tropezó y cayó en una oquedad muy fea y profunda. El conductor (o como quieran llamarlo), al verla caer, intentó salvarla infructuosamente. Hizo lo mismo que el campesino, trató de silenciarla, desaparecerla, y empezó a enlodarla, ayudado por coterráneos y vecinos. Venezuela ha llorado lágrimas de sangre. Ha visto perder vidas, hijos, ahogados en el lodazal que le han lanzado por muchos años.

Le lanzaron pedruscos, tierra, lodo; el ardid, para salir del cenagal donde la han ido hundiendo, no es otro que sacudir esa tierra, esas piedras, ese lodo y ¡darle uso para saltar hacia lo alto! Es absolutamente posible emerger de los más obscuros y profundos fosos si no nos dejamos abatir y no nos damos por vencidos. Debemos mantener viva la esperanza.

Esa esperanza la podemos avivar recordando, a la vez, al Génesis 18:24-32. Cuando Dios decidió destruir a Sodoma y de Gomorra, por causa de sus muchos pecados, se lo notificó a Abraham. Este, solidario con el pueblo de esas ciudades, dijo a Dios: «¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Tal vez haya en la ciudad cincuenta justos. ¿Y tú vas a arrasar ese lugar, en vez de perdonarlo por amor a los cincuenta justos que hay en él?¡Lejos de ti hacer semejante cosa! ¡Matar al justo juntamente con el culpable, haciendo que los dos corran la misma suerte! ¡Lejos de ti! ¿Acaso el juez de toda la tierra no va a hacer justicia? El Señor respondió: «Si encuentro cincuenta justos en la ciudad de Sodoma, perdonaré a todo ese lugar en atención a ellos. Entonces dijo: «Yo, que no soy más que polvo y ceniza, tengo el atrevimiento de dirigirme a mi Señor. Quizá falten cinco para que los justos lleguen a cincuenta. Por esos cinco ¿vas a destruir toda la ciudad?». «No la destruiré si encuentro allí cuarenta y cinco», respondió el Señor.insistió: «Quizá no sean más que cuarenta». Y el Señor respondió: «No lo haré por amor a esos cuarenta».»Por favor, dijo entonces, que mi Señor no lo tome a mal si continúo insistiendo. Quizá sean solamente treinta». Y el Señor respondió: «No lo haré si encuentro allí a esos treinta». Insistió: «Una vez más, me tomo el atrevimiento de dirigirme a mi Señor. Tal vez no sean más que veinte». «No la destruiré en atención a esos veinte», declaró el Señor. «Por favor, dijo entonces, que mi Señor no se enoje si hablo por última vez. Quizá sean solamente diez». «En atención a esos diez, respondió, no la destruiré»».

Podría parecer pedante, atrevido, pero ¿acaso no tenemos a diez justos trabajando para buscar el camino que nos permita saltar del pozo?

¡Utiliza el barro que te arrojan para salir adelante!

@yorisvillasana


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