Para enfocar este tipo de afirmación, usaremos el concepto de guerra subsidiaria, desarrollado del siguiente modo:

“La guerra subsidiaria es un tipo de guerra que se produce cuando dos o más potencias utilizan a terceros como sustitutos, en vez de enfrentarse directamente. Aunque las superpotencias han utilizado a veces países enteros como subsidiarios, normalmente se prefiere utilizar a guerrillas, mercenarios, grupos terroristas, saboteadores o espías para golpear al oponente indirectamente. El objetivo es dañar, dislocar o debilitar a la otra potencia sin entrar en un conflicto abierto. Con frecuencia, las guerras subsidiarias se libran en el contexto de conflictos violentos o soterrados a gran escala. Rara vez es posible librar una guerra subsidiaria pura, pues los bandos utilizados tienen sus propios intereses, algunos de los cuales divergen de los intereses de los patrones. Entre las guerras que se considera que han tenido un componente de subsidiariedad importante se hallan la guerra civil española, la guerra civil griega, las guerras de Corea, Vietnam o Afganistán, la guerra civil del Líbano, la guerra de Angola, la guerra indo-pakistaní, la guerra de Irak, la guerra de Osetia del Sur, la guerra civil de El Salvador, actualmente la guerra en Siria y en general, los conflictos derivados de la Guerra Fría, entre las que encontramos las guerras revolucionarias de América Latina impulsadas desde Cuba”.

Ya explicado el concepto, debemos asumir que existen dos conflictos en proceso en la actualidad:

1. En primer lugar el conflicto existencial entre la República Islámica de Irán y el Estado de Israel desde 1979, dado que el gobierno de Teherán es el mayor defensor de la tesis del no reconocimiento de Israel y la necesidad de acabar con dicho Estado y que sus habitantes No árabes abandones la región, o sea que solo reconocen la existencia de un futuro y completo Estado de Palestina, lo cual hace de esta situación una guerra a muerte entre ambos países, sin importar el signo ideológico del gobierno de turno que sea favorecido en las urnas en un momento dado.

Esta batalla continua que se libra en Siria, Kurdistán, Irán (grupos rebeldes), mar Rojo, África oriental e incluso el ciberespacio, donde se han dado ataques y contraataques contra instituciones de servicios públicos e instalaciones nucleares en Irán (virus informático Stuxnet), ha creado la clara división del mundo entre los aliados de uno y otro país en términos de “blanco y negro” sin matices o términos intermedios, apenas encubiertos por el velo de la diplomacia. Lo que no debe quedar menos duda, es que quien suministre apoyo político, financiero, tecnológico o militar, queda automáticamente registrado en el radar de tiro del otro país y como tal queda expuesto a sus represalias, que varían de acuerdo con su importancia global que le proteja de las mismas.

No cabe la menor duda, después de muchos años de ferviente militancia política antiisraelí por el apoyo total a la causa palestina, que Venezuela está enmarcada dentro de este conflicto global, recordando que en América Latina aún queda por averiguar la tragedia del atentado a la AMIA (un ataque terrorista con coche bomba que sufrió la Asociación Mutual Israelita Argentina en la ciudad autónoma de Buenos Aires el lunes 18 de julio de 1994. Se trató del mayor atentado terrorista ocurrido en la Argentina, con un saldo de 85 personas asesinadas y 300 heridas, y el mayor ataque contra objetivos judíos desde la Segunda Guerra Mundial).

En este sentido, es más que preocupante la entrega total a una alianza militar, económica y política con el gobierno de la República Islámica de Irán, que además tiene muy malas relaciones con Estados Unidos desde la misma época y que desde la eliminación del general Soleimani el 3 de enero de 2020, altas figuras del gobierno nacional juraron vengar su muerte, a pesar de que ello implica un enfrentamiento frontal con los estadounidenses que puede pasar a la vía militar.

Declaraciones aparecidas en portales digitales sobre la situación de Venezuela en altos directivos de inteligencia israelíes (Mossad), hacen mucho más preocupante la deriva internacional que puede tomar la crisis política nacional en términos de enfrentamientos entre grandes potencias.

2. En segundo lugar, está el conflicto ya evidente, excepto para los más necios de una “guerra fría” entre la República popular China y Estados Unidos de América, que va desde el campo espacial hasta el biotecnológico (guerra de las vacunas), quedando aparte todo el conflicto comercial e industrial que exige varios artículos aparte sobre el tema. Es necesario explicar que esta guerra no declarada abarca muchas naciones desde Taiwán hasta sus aliados de Europa occidental y aquellos países donde tengan una esfera de influencia decisiva.

Es en esta batalla global donde el gobierno de Nicolás Maduro ha decidido enfrentar a las potencias occidentales en todos los terrenos, desde el cultural, con su apoyo a los frentes anticapitalistas y antiglobalización hasta el apoyo más firme y amplio a todo aquel que parezca o sea enemigo de alguna forma del gobierno estadounidense, sin importar su escala o naturaleza de dicho conflicto.

Es evidente que en esta guerra no declarada, se puede esperar cualquier cosa, menos sombrerazos y flores en la confrontación que se libra y se ha de librar a todos los niveles, por lo que no se entiende por qué algunos analistas políticos y opinadores no entienden por qué han de venir mayores sanciones o castigos ante la inserción en dicha situación global, donde cuatro países muy poderosos se están dando con todo, desde las sombras, para evitar caer en una guerra abierta, a pesar de que los medios oficiales del Partido Comunista Chino no han ocultado en sus periódicos la posibilidad de una guerra abierta con los estadounidenses.

Cuando se ve el panorama desde esta perspectiva, se observa los enormes riesgos políticos y personales que asume el gobierno de Nicolás Maduro con una radical posición política que no admite vacilaciones ni dudas en su enfrentamiento existencial contra sus enemigos ideológicos.

La gente común, no está viendo los peligros foráneos que están generando desde afuera hacia adentro, con este tipo de política de enfrentamiento que puede llevar a la primera intervención militar total del siglo XXI en América Latina.

Esperemos que aún haya tiempo y raciocinio para el diálogo político…


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