Normalmente es difícil escuchar o leer malas noticias de Uruguay. Es un país que en las últimas décadas sólo ofrece estabilidad y paz a sus ciudadanos y a muchísimos latinoamericanos y europeos que decidieron ir a vivir o invertir en Uruguay.

Basta leer lo que escuetamente dice el Banco Mundial con relación a Uruguay: “Se destaca en América Latina por ser una sociedad igualitaria, por su alto ingreso per cápita y por sus bajos niveles de desigualdad y pobreza. En términos relativos, su clase media es la más grande de LATAM, y representa a más del 60% de su población”. Como tiene una gran clase media significa que esa clase media es usuaria de electricidad: en acondicionadores de aire, lavadoras, lavavajillas y otros enseres que obviamente elevan el volumen de electricidad utilizado y ello se convirtió en un “tema” a ser resuelto. Más adelante volveremos a esto.

Sus últimos gobiernos contribuyeron a que haya una buena gestión macroeconómica y condiciones externas favorables respaldaron una expansión económica que ha durado décadas, con excepción de la recesión provocada por COVID-19 (2020). Luego de la pandemia Uruguay retomó su senda de crecimiento pero siempre apegado a la receta de mucha disciplina fiscal. En otras palabras: no dilapidan su dinero en frondosos y burocráticos aparatos estatales.

Por supuesto que como buen país latinoamericano aún tiene problemas y diferencias, pero no son tan marcados como las existentes en las cuatro dictaduras socialistas latinoamericanas.

Uruguay, junto a Paraguay, Costa Rica y Panamá lideran el crecimiento de LATAM y son verdaderos oasis para vivir, trabajar, vacacionar e invertir.

En 2022, la economía creció 4,9%. Para 2023 se espera que el crecimiento del PIB se desacelere a 1,5% debido a una sequía histórica, pero se proyecta que se recupere al 3,2% en 2024.

Entonces: cuando un país tiene una amplia clase media necesita darle electricidad a mejores costos y de forma permanente, con flujos sin interrupción y que sean, además, de fuente amable.

Para ello se propusieron ser un país generador de electricidad vía renovables, habida cuenta de que no tienen gas ni petróleo, en volúmenes comerciales suficientes e importar derivados siempre es costoso.

Resuelto este tema ahora se pueden convertir, como país, en un hub latinoamericano de generación eléctrica renovable.

El país logró políticas estatales de estímulo de por medio, reducir el consumo de fósiles (derivados de petróleo) para la generación eléctrica y empezó a utilizar generación de energías renovables.

Uruguay está de lleno en lo que denominamos la transición energética.

Veamos cómo: entre 2000 y 2022 la capacidad instalada pasó de 2.104 MW a 4.929 MW, con su mix energético: 54% eólica, 22% térmica, 14% biomasa y 10% de solar. Vale decir que las renovables siempre estuvieron desempeñando un rol preponderante y en Uruguay para tener una robusta red de generación eléctrica para satisfacer la demanda de una creciente clase media.

Para 2019 las renovables representaron 98% de la matriz (50% hidro, 30% eólica, 15% Biomasa y 3% solar).

Hoy, en 2024, el consumo de electricidad en Uruguay está rondando, fácilmente, los 13 TWh, con mayor consumo en verano. Según la Administración del Mercado Eléctrico (ADME), la generación eléctrica para el país en 2023 provino en 95% de fuentes limpias.

Lo importante es que Uruguay está creciendo, también, en su parque automotor eléctrico: a fines de 2022 circulaban 5.500 unidades eléctricas.

El desafío que se viene a LATAM y a Uruguay son las reformas energéticas de segunda generación: 1) electrificación del transporte, 2) industria del hidrógeno y 3) generación de energía eléctrica, a partir de energía eólica y solar fotovoltaica.

Este dato es espectacular: Uruguay puede generar más de 2.500 TWh utilizando únicamente 5% del área terrestre y 27% del área marítima; y ese volumen podría ser exportado a economías gigantes como Brasil o Argentina, de manera que podría ser una nueva vía de ingreso en dólares para el pequeño gigante del Sur. Así podría dejar de importar y más bien exportar excedentes de electricidad a esos países.

Algunos logros de la política energética de Uruguay: 1) reducción de consumo de fósiles, 2) incremento de presencia de renovables en su industria, 3) costos de electricidad sin subsidios gubernamentales que distorsionen la realidad del mercado y 4) contribuye a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y a la mejora de la calidad del aire.

Veremos cómo se comporta el 2024 y veremos la acción de privados, en mayores inversiones en plantas generadoras eólicas plantas solares, sistemas de distribución, vehículos eléctricos y otros para continuar contribuyendo al crecimiento de Uruguay.


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