Abrazo entre Gustavo Petro y Rodolfo Hernández

La ignorancia no es de izquierda, de derecha o del centro, está entretejida en las fibras de la sociedad en general. Personas que han recibido una gran educación, el fanatismo los ciega y se comportan como cualquier labriego ignaro. Es una condición que no se debe subestimar en política. La ignorancia llevó al poder a populistas como Hugo Chávez y Daniel Ortega, al demagogo de Trump y a Bolsonaro en Brasil. La demagogia de Trump trascendió las fronteras de Estados Unidos y alcanzó incluso a muchos latinos que no disimularon un fanatismo irracional por este delirante gringo. Del estigma de la ignorancia no escapa ningún país por más desarrollado que sea, es una anomalía consustancial con la sociedad y ha acompañado al ser humano desde sus orígenes.

Colombia estuvo a punto de revivir la experiencia de Estados Unidos o Brasil y parecía que sus instituciones no tenían la fortaleza suficiente para evitar caer en manos de otro demagogo de la misma escuela de Chávez y Trump. Pero el amplio soporte de Rodolfo Hernández no fue solo obra de la ignorancia, sectores de la derecha colombiana cifraron sus últimas esperanzas en este polichinela para seguir asidos al poder de cualquier modo. Gustavo Petro ganó, porque su mensaje fue consistente con su trayectoria personal. No hizo concesiones sobre lo básico de su programa progresista a pesar de la campaña fascistoide que trató de intimidar a los electores asociándolo con el fantasma de Hugo Chávez.

La intensa propaganda de asociar a Petro con Chávez y Maduro encabezada por un grupo de una derecha radical de Colombia, representada por la señora María Fernanda Cabal y acompañada por un entorno de un nivel intelectual básico, de algún modo debió afectar los números originales de Petro. Las maniobras de la señora Cabal para asociar a Petro con el socialismo del siglo XXI, como llaman cómicamente a la revolución bolivariana de Venezuela, fue tan pedestre y con tan pobres resultados que no deja de ser curioso que María Fernanda y sus pajes persistan en esa idiocia de “Petro/comunista/guerrillero”, al tiempo que pedalean para aproximarse a Uribe después de marchar con sublime devoción detrás de la procesión demagoga de Rodolfo Hernández. La persistencia en predecir a una Colombia dominada por el chavismo bajo el gobierno de Petro es una mojiganga más propia de una taberna que de grupos políticos. Los hechos demuestran que la indecencia política del grupo Cabal no fue suficiente para que muchos colombianos pudieran distinguir el progresismo de Gustavo Petro de la demagogia del bumangués.

El descalabro de la derecha colombiana se debe en gran parte a esta claque de Cabal que caminaba en la cuerda floja porque estaban persuadidos que podían cabalgar sobre la candidatura del viejito Hernández y salvarse del precipicio que, según ellos, le esperaba a Uribe con el supuesto triunfo del ingeniero de Bucaramanga. Peor, aún no entienden lo que está pasando, por eso persisten en la idiocia de que Petro es Chávez resurrecto. Se alejaron de Uribe y se encuentran en un callejón sin salida en espera del perdón. Aún no han entendido la admonición de Uribe. “Petro es mucho más inteligente que Chávez”.

Nada, la Cabal y sus pajes insisten en el ritornelo de Petro/comunista y la cursilería del socialismo del siglo XXI. Subestimaron al pueblo colombiano y a Gustavo Petro, un artesano de la política, quien pudo desbrozar esa tela impúdica creada por los bozos de Cabal, persuadidos de que Álvaro Uribe estaba ya fuera del juego y optaron por arrodillarse ante el Becerro de Oro de Rodolfo Hernández.

El silencio de Uribe

Los sonsos propagandistas de la Cabal actuaron y actúan como los fanáticos de una cofradía de la Virgen de la Consolación de uno de esos vecindarios de la Sierra Andina habitados por labriegos. Adularon a Rodolfo Hernández hasta la desesperación. Son los mismos que hasta hace poco pertenecían a una corte más seria de sicofantes, la de Álvaro Uribe. Bastó unos meses de campaña y los fuegos artificiales del bumangués, para que Cabal y sus pajes se ataviaran de nuevos trajes de librea, listos para cambiar de patrón. Dejar a Álvaro Uribe por el polichinela de Bucaramanga fue una idea que acuciaba las pocas entendederas de este grupo político colgado de las faldas de María Fernanda.

Después de la primera vuelta, Uribe se mantuvo en un silencio que María Fernanda mal interpretó.  Seguramente sus pajes pensaron que pronto un cortejo fúnebre se encargaría del cadáver político de Uribe. La emoción de asumir un liderazgo de derecha sobre la burbuja del bumangués reflotó sus viejos resentimientos con Álvaro Uribe. Las neuronas se le nublaron  por la emoción y apoyada por esta lastimosa cohorte se engancharon con Rodolfo Hernández. Ni siquiera reaccionaron cuando oyeron al Trump de Bucaramanga gritar con euforia: “¡El 29 de mayo hicimos historia!: murió el uribismo”. Entonces en este espacio citamos a Zorrilla: «Los muertos que vos matáis gozan de buena salud». Nosotros apostamos a que Cabal y su grupo se devuelven con el sombrero en la mano y la frente baja en espera de que Uribe reconsidere.

Entretanto, para Uribe no fue tan importante que Petro hubiera ganado como el hecho de que Hernández hubiera perdido. Con la aquiescencia de Petro, Uribe asumió sin pérdida de tiempo el liderazgo de la oposición. Nada despreciable, casi la mitad del país político. Rodolfo Hernández, por su parte, con la ayuda de la inconstante Cabal y servidores se apoderó de millones de votos y optó por correr y colocarlos a los pies de Gustavo Petro, colgarse de su cuello, pedir perdón y jurar amor eterno. Una escena más propia de una zarzuela que de un encuentro político.

En efecto, Uribe no estaba muerto, permaneció sentado en silencio frente a su casa esperando que pasara el cortejo fúnebre del Rodolfo Hernández. Así fue. María Fernanda, quien había lanzado a sus zombis detrás de la caravana circense del bumangués, ahora dice que está “decepcionada de la actitud poselectoral de Rodolfo” y asegura que Uribe es “la esperanza de Colombia”.  No obstante, la agitación anticomunista de Cabal no cesa. Para María Fernanda la entrada de Petro al Palacio de Nariño no será ni más ni menos que una réplica del asalto a Palacio de Invierno por los Bolcheviques en 1917.

Pareciera que Gustavo Petro, en algún momento de esta campaña, alzando los brazos al cielo, como alguna vez lo hiciera Voltaire, rogó al Todopoderoso: ¡Dios mío, haz a mis enemigos ridículos! Y el Divino Redentor lo complació.


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