movimiento estudiantil 6 de diciembre
Foto: Archivo

Somos redundantes en la apreciación de que el régimen avanza en el apoderamiento institucional con el claro objetivo de consolidar su plan de la patria, el Estado comunal y, sin miramientos, desplazará a la Asamblea Nacional, independientemente de que ella fuese convertida por obra y gracia de la usurpación en un gobierno de emergencia virtual, y que, al menos, fue reconocido nacional e internacionalmente. Dicha Asamblea fenecerá este mes de enero, será sustituida y luego vendrán por el resto de las instituciones sobrevivientes.

La universidad es objeto prioritario del régimen y será sometida a odiosa intervención; esa entidad, casi desaparecida como consecuencia de muchos factores, luego de lograrlo, seguirán los gremios y sindicatos, incluso instituciones como las academias y las religiosas no estarán a salvo.

La sociedad civil, dispersa, con objetivos comunes, pero no consensuados, está distanciada de la “oposición formal” construida sobre la base de errores cometidos, ella busca desesperadamente la unión sin conseguirla, y de reemplazar al liderazgo que no ha sido efectivo para desplazar al régimen, pero ha señalado con buen tino que la universidad en su conjunto es un bastión eterno, crítico y combativo, y a pesar de que está vestida de harapos tiene la conciencia y el valor necesario para propiciar los encuentros e inducir la necesaria resistencia de una comunidad maltratada, pero ética y moralmente clara, cuya influencia en los gremios educativos, y sindicatos las convierte en formidable fuerza de cambio.

Tenemos como universitarios mucho trabajo que realizar en la reconstrucción de Venezuela; no es solamente un problema de hombres o de líderes, es lograr la iniciativa necesaria para contribuir con la transición política, pensar, poner orden conceptual, recomendar, darse su propio gobierno autónomo y democrático, sin miedo y agresivamente frente a las circunstancias y el terror provocado por la dictadura.

Hay que trabajar para solidificar las bases de esa resistencia que provoque el cambio. Las circunstancias del país en dos décadas desdibujaron los objetivos de la universidad, la incapacidad de gestión, reforzada desde el régimen la deterioraron e inmovilizaron, la pandemia la detuvo, dispersó y arruinó. Las acciones paralelas del régimen de crear instituciones similares ideologizadas reemplazaron su producto y ha sido responsable de la creación de fanáticos políticos que refuerzan el esquema del gobierno socialista, el cual con dirección rapidísima va hacia el comunismo y el control social.

Frente a ello, debemos redefinir el rol de la organización universitaria, preparar los planes de contingencia, la reeducación de sus integrantes, la forma de gobernarnos internamente, y la revisión legal, pero, sobre todo revisar el ámbito político en el cual se desenvuelve, por tanto, es absolutamente necesario trabajar las bases sociales de la educación, revisar valores, principios y contenidos con alcance integral, desde abajo hasta los estratos más altos de la educación superior.

Es necesario llevar la información de cambio a las mayorías y convertirnos en multiplicadores de principios y de enseñanza que contribuyan a superar la caída moral y la perdida de los valores del venezolano común,  entrenar con otra visón para contribuir a salir de la pobreza, enfrentar las acciones delincuenciales y la especulación comercial, es decir, abrir las puertas al espíritu, moralidad,  dedicación al trabajo creador e integrador de la familia y de la sociedad, solo de esta manera lograremos el cambio político. La reconstrucción de las instituciones es imprescindible, educarnos para el emprendimiento, el desarrollo nacional, recuperar el liderazgo y la nacionalidad, e impulsar que el bravo pueblo, enfrente a los invasores depredadores y desplace los oscuros personajes de la rapiña y del hamponato para comenzar a ser nuevamente ciudadanos venezolanos y del mundo.

La educación superior dispone de las herramientas para impulsar una transición comprometida desde los niveles educativos básicos hasta la superior para poder catalizar los procesos sociales y políticos en los complejos tiempos en que vivimos. Se hace necesario una acción integral que aborde los temas de la ética, y la democracia como herramientas básicas para el ejercicio de las profesiones, y la trasmisión del conocimiento hasta llegar a la médula de la sociedad, lo que es imprescindible para contribuir con estos aspectos, enfocándolos a proceder a reconducir sus estrategias para el desarrollo humano. Es por eso, que la educación política es crucial para contribuir a la formación de un completo ciudadano y articularse con el sistema democrático y la libertad.

La universidad como ente autónomo, democrático y plural es la institución más adecuada para convocar a su comunidad y a líderes emergentes a objeto de definir nuevas estrategias ante la catástrofe nacional y la dictadura. Una vez logrado su clarificación, definición de objetivos y metas, convocar a los representantes claves de las agrupaciones civiles,  gremios, sindicatos, y a los sectores académicos y estudiantiles para iniciar una cruzada, resistente, unida, con metas de cambio y que pueda proporcionar los elementos necesarios para que la comunidad venezolana los asuma como bandera para el rescate de la libertad y sacudirnos de una dictadura que a pesar que está apoyada por militares antipatriotas, guerrillas colombianas, colectivos armados, y fuerzas heterogéneas cubanas, rusas, chinas, iraquíes, turcas e integrantes del crimen organizado internacional.

La lucha se define con estrategias, fuerza moral, credibilidad y estructuras organizativas que, en este caso, y dado el fracaso de organizaciones que terminaron cohabitando con el régimen, es desde el alma mater, con su valor moral, y su cultura de paz que tienen la fuerza necesaria para modelar la conducta social del venezolano. Para ello, requerimos nuevas autoridades comprometidas con el cambio, dirigentes dispuestos a enfrentar situaciones, gremios que vayan más allá de las necesarias reivindicaciones salariales, académicos y ductores espirituales que conviertan sus impecables ideas en soluciones objetivas y realistas, es decir, un nuevo liderazgo que asiente las bases de la democracia, propicie la expulsión de los tiranos, invasores y aprovechadores, sin miedo, y de manera ansiosamente rápida antes de que los enemigos de la democracia, y los destructores de un pueblo entero terminen con trescientos años de historia universitaria.

Tenemos mucho que hacer, en medio de tanta persecución infame al conocimiento, debemos ser irreductibles contra los tiranos, cumplir con nuestro deber inspirador, totalmente comprometido con la democracia, justicia social, solidaridad humana y estar abierta a todas las corrientes del pensamiento universal. Debemos asumir el reto con optimismo, llevando la palabra y la acción a los ciudadanos, así como también de quienes nos sucederán como académicos, científicos, y profesores. De lo contrario, seremos apisonados, intervenidos y desaparecidos, conjuntamente con las pocas instituciones que todavía quedan en el país. Los hombres de bien, no contaminados, doctos, preclaros, y la nueva dirigencia universitaria tienen la palabra

 


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