Puede que sea la perseverancia que me ha caracterizado o la no aceptación de caer en la resignación las que me mueven a insistir, una vez más, en poner sobre el escenario impreso lo que he pensado y reflexionado sobre nuestro devenir universitario, sus relaciones con el mundo educativo y político y sobre asuntos medulares como el derecho a la educación en democracia y la autonomía como principio de vida.

Un total de setenta artículos de opinión de mi autoría forman parte de este libro digital, recientemente editado por EBUC de la Universidad Central de Venezuela. Todos ellos publicados en el diario El Nacional* entre los años 2018 y 2021.

Destacan en esos escritos varias expresiones de la crisis profunda y multidimensional que padece Venezuela en la actualidad, con dimensiones que la ONU ha caracterizado como una “emergencia humanitaria compleja”. Una situación que traspasa lo que se denomina como crisis humanitaria y que denota el resultado de una combinación de inestabilidad política, conflictos y violencia, desigualdades sociales y una pobreza subyacente.

Esa emergencia humanitaria, no lo perdamos de vista, es el resultado de la crisis que ha sido forjada y potenciada por el chavismo a lo largo de veintidós años en Venezuela. Es a lo que nos ha llevado un régimen autoritario, de vocación totalitaria, obsesionado por conservar y aumentar insaciablemente su poder de cualquier modo, sin escrúpulo alguno para socavar la democracia, cercenar la libertad, violar la Constitución, empobrecer a la mayoría de la población y de sus trabajadores, desestabilizar y precarizar la vida de las instituciones y de sus miembros, entre otras no menos nefastas consecuencias.

No ha sido mi interés solamente denunciar o criticar determinados acontecimientos, sino que a partir de esas denuncias ha prevalecido la intención de provocar, alentar e incitar a acciones para combatir y derrotar a los responsables de los mismos y promover –tal vez la más de las veces sin éxito– voluntades y acercamientos unitarios para hacer los cambios que nos permitan salir del marasmo en que nos encontramos.

En esos textos he abordado temas como: la crisis de nuestra educación y el estado deplorable de las condiciones de vida y de trabajo de los docentes; la agonía universitaria y el acoso permanente a las universidades; los desencantos y las frustraciones de los estudiantes universitarios; los miserables sueldos del profesorado y los trabajadores universitarios; los ataques reiterados a la autonomía universitaria y a la academia; la reivindicación de la pluralidad y la unidad de voces en la lucha por la educación, las universidades, la democracia y la libertad; el llamado a vencer el silencio, el desaliento y la represión comunicacional; el derecho a la educación; el principio de autonomía, entre otros.

Como digo en uno de los artículos: Sabemos que cuando se toma la decisión de escribir sobre esos asuntos, tiene uno que ser consciente de que ello inevitablemente implica desafíos y riesgos que bien valen la pena por la noble causa que luchamos. Un reto a uno mismo, el de vencer las aprensiones que podamos albergar para decir lo que debemos decir de acuerdo con nuestras convicciones y principios. Un reto a los demás, para que se pronuncien sobre el contenido de lo que escribimos, si están de acuerdo o no, y lo que estarían dispuestos a hacer al respecto. Unos riesgos que uno debe asumir, en función de las diversas reacciones que provocamos en otros cuando escribimos.

Precisamente, uno de esos desafíos clave es lo que ahora me inspira a insistir en revisitar la lectura de los acontecimientos en estos últimos años, a fin de contribuir a conocer más y mejor a ese régimen y ese proceso que tanto daño ha causado a nuestra educación y a todo el país. Tal vez por eso, desde mi perspectiva como universitario y ciudadano, se me ha hecho crucial buscar conocerlo y comprenderlo, porque como nos dice Moisés Naím en La revancha de los poderosos: “Para derrotar algo, antes hay que entenderlo”.

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*Varios de esos artículos fueron publicados en la versión impresa del periódico; otros en su página web. En el año 2021, después de un implacable acoso en su contra por parte de un connotado personaje oscuro del régimen dictatorial de Maduro, El Nacional fue objeto de la expropiación de su sede. Otro duro golpe a la ya muy precaria libertad de expresión que hemos sufrido en nuestro país en las dos décadas más recientes.

 


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