Pronto, en unos meses debemos elegir una nueva Asamblea Nacional, es un mandato constitucional, pero además es una necesidad poltica, es necesario renovar la composición del Parlamento, escoger en serio a los mejores y enviar para sus hogares y trabajos a los demás, renovación que debe realizarse en las bases de los partidos de común acuerdo con las comunidades que se pretende representar y defender.

Las expresiones tanto sociales como políticas de la crisis estructural por la que hemos atravesado  y continuamos haciéndolo, son claros indicadores de que nuestra desempeño ciudadano debe mejorar sustancialmente, por lo que se ha convertido en una importantísima exigencia la democratización de los procedimientos, para escoger los candidatos a diputados en las organizaciones políticas, tanto en el gobierno como en la oposición.

Es indispensable derrotar el dedo del poder político y personal de los secretarios generales en todas y cada una de las organizaciones partidistas venezolanas, pero de igual manera el condicionante financiero, cuyo apoyo se ha convertido en una necesidad como consecuencia del monopolio ultraventajista que ejerce el gobierno del PSUV sobre los reales de la República.

La profundización y extensión del autoritarismo en la Venezuela del presente, siglo XXI, es conjuntamente con la miseria y la violencia, las patrióticas contribuciones que nos ha traído la aventura populista y militarista que han conducido los ciudadanos que dirigen el Estado desde 1999, aportes que están a la vista y completamente expuestos a los sentidos de nuestros ciudadanos.

En un panorama nacional identificado completamente con la pobreza, la violencia, la corrupción y las enfermedades, la responsabilidad de  las organizaciones políticas venezolanas en la selección de sus representantes a la Asamblea Nacional, es muy superior a cualquier otra época, por lo cual la democratización de los procedimientos es imperiosa, para tratar de que sean escogidos los mejores, los más comprometidos en la actividad cotidiana con los intereses de la población.

Y es,  en esa dirección, donde creo que el programa de Juan Guaidó debe colocar su acento, en la construcción de una base social y nacional conscientemente progresista, capaz de superar la seducción dolarizada y la represión, mecanismos utilizados por el poder político, militar y económico venezolano, muy presente hoy en los tiempos del PSUV, como lo fue ayer con Puntofijo.

Razones por las cuales me permito sugerirle a los partidos de la oposición democrática una apertura en sus bases, que permita debatir sus programas e identificar sus candidatos, para de esa manera estrechar los compromisos con las comunidades, la naturaliza del conflicto que vivimos exige una relación mucho más estrecha y permanente de las organizaciones partidistas, con las diversas agrupaciones en las cuales se ha organizado la población.

Los encuentros entre las comunidades organizadas y los partidos deben ser destinados a la consolidación de los compromisos programáticos, desarrollando de esta forma una lealtad mayor de los representación política con las demandas de los ciudadanos de a pie, que son votaciones independientes y constituyen la mayoría del electorado, fuerza indispensable para la victoria.

Definitivamente solo la construcción de una nueva mayoría política al interior de nuestra sociedad, ampliamente comprometida con un programa de gobierno democratizador, en el cual se identifiquen con claridad los instrumentos que permitan confrontar con éxito tanto la ignorancia como la corrupción presentes en el poder político, económico y militar venezolanos, es el principal instrumento que nos permitirá sobreponernos a la catástrofe estructural en la cual nos encontramos atrapados.


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