La unidad de la oposición venezolana, lo hemos dicho hasta la saciedad, es imprescindible para salir del militarismo chavista que está destrozando al país. Es forzoso seguir insistiendo en este tema aunque la repetición del mismo se haga pesada a quienes están convencidos de ello y consideran que tanta repetición es innecesaria. Pero ocurre que hay personas, que siendo incluso figuras importantes de la lucha opositora, se preguntan cuál unidad se pide y de inmediato y a priori fijan una posición irreductible en el sentido de que si la misma es para participar en las elecciones regionales de este año, ello constituiría un error fatal. La misma posición, suponemos, sustentarán en relación con el referendo revocatorio del mandato presidencial del año que viene, por tratarse de un presidente usurpador al cual se estaría reconociendo si se apela a ese recurso legal que es un derecho del pueblo venezolano y un medio ideal para salir de Maduro en forma pacífica, democrática y constitucional. Esto último y no lo otro, es lo verdaderamente sustancial del asunto.

Pues bien, a quienes asumen la actitud de supeditar la unidad opositora a requisitos previos basados en juicios personales y definitivos, hay que decirles: la unidad opositora es necesaria para lo que sea, para cualquier finalidad racional, ampliamente concertada y mayoritariamente aceptada que promueva el núcleo genuino y unido de la dirigencia opositora venezolana. Para ello es necesario, primero, que los dirigentes políticos de mayor aceptación se unan, dialoguen y concierten, y segundo, que una vez fijada una posición, mediante un debate serio, amplio, democrático y racional, se comprometan sin excepciones a acatarlo y ejecutarlo, sin otras consideraciones o intereses que no sean los de rescatar y restaurar al país.

El asunto de la Unidad Nacional Opositora (UNO) no es tan difícil como se cree. Lo ideal sería que se unieran todos los dirigentes (grandes, medianos y pequeños), los más viejos (en la lucha) y los nuevos que han surgido en los últimos años, incluidos también los que se apartaron del núcleo opositor legítimo representado por la Asamblea Nacional elegida en el 2015 con mayoría opositora para participar en los procesos electorales amañados de los últimos cuatro años (en los que, por cierto, no salieron muy bien parados) Pero, en última instancia, si la unidad total de la oposición es imposible porque la ruptura producida en los últimos años es fatalmente irreversible, bastaría que se unieran los cinco o seis principales dirigentes políticos de la oposición, que todos conocemos, sabemos quiénes son y que no es necesario nombrar, para que la masa opositora, multitudinaria, animosa y valiente se ponga otra vez en movimiento, como lo ha hecho siempre que la dirigencia genuina unida se lo ha requerido.

Ya hemos oído declaraciones al respecto de algunos de estos dirigentes políticos de oposición en el sentido de la unidad. Faltan otros y otras que son igualmente importantes, diríamos imprescindibles en esta empresa. Ojalá que lo hagan pronto porque el tiempo apremia. Repetiremos aquí nuevamente lo que ya hemos dicho otras veces: es la última oportunidad que tienen estos dirigentes de la oposición para ponerse a la altura de sus circunstancias, para aprovechar las ventajas que hoy están presentes y que son favorables a la oposición, para que se pongan al frente de las luchas que se avecinan, sin prejuicios, sin condiciones, sin intereses subalternos, sin manipulaciones de ninguna clase; en fin que actúen con altura de miras, con honestidad, con amor por Venezuela y por el pueblo que sufre. Frente a ellos está la Nación, los países democráticos que nos han acompañado en esta lucha y la Historia, con  hache mayúscula.

 


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