Se acerca el año 2020. En él, inevitablemente, habrá elecciones parlamentarias. Hasta el momento no se percibe, a lo largo del pluripartidista movimiento opositor, un claro mensaje, una estrategia global o una simple posición de altura en relación con ese evento. Nadie, en la variopinta dirigencia de los partidos opositores, ha expresado con claridad y sin rodeos la necesidad de acudir unidos, con una única tarjeta y con una sola organización política electoral a esos comicios. Ninguna consigna queda clara, por ejemplo, que “todos o nadie” de la oposición deben acudir a esa elección, o que proponga la formación de una alineación opositora única como la del título de este artículo: Unión Nacional Opositora (UNO) o algo parecido.

¡Que no vayan, a última hora, los partidos ilegalizados arbitrariamente por el régimen chavista, a recoger firmas para “legalizarse” ante el CNE, cualquiera que sea la composición resultante de este en las negociaciones que se realizan actualmente con el régimen! Lo que se impone en este momento es recoger firmas para inscribir ante el CNE una única representación política opositora, con una sola tarjeta, como se señaló anteriormente.

La dirigencia opositora no ha estado a la altura de las circunstancias en estos 21 años de predominio chavista, que tanto daño ha causado a la nación. Ha caído en todas las trampas urdidas por la “inteligencia” maquiavélica del G-2 cubano, heredera de la KGB rusa, que suman, entre ambas, más de 100 años de experiencia en materia de manipulación política ejercida sin ningún escrúpulo.

El país espera hoy algo distinto, algo como lo ocurrido en diciembre de 2015, cuando, con la Mesa de la Unidad y la tarjeta única de votación, se obtuvo el único éxito significativo y duradero de la oposición.


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