El Antiguo Testamento contiene episodios que describen a la naturaleza humana y sus ciclos históricos con ejemplarizante nitidez. Viene muy al día la historia de los hermanos en envidiosa junta frente a la preferencia paterna que suponen amenaza todos sus derechos a la herencia familiar y engañando criminalmente a su padre Jacobo, patriarca de la tribu canaanita en tierras de Judá, conspiran hasta vender como esclavo a José, para entonces el menor y de aspecto más frágil quien sobrevive múltiples agravios de mercaderes sin alma. Pero quien por su dura capacidad para resistir y sus dones intuitivos llega a gobernar junto al faraón egipcio. Por cierto, Sigmund Freud utilizó esta trama para sustentar su teoría del onirismo revelador, la del sueño personal como espejo imaginativo del inconsciente.

Por veintidós años en Venezuela, conspiradores de vieja data incrustados en las fuerzas militares constitucionales y sus poderes civiles, con y sin uniformes castrenses, forjan su reino castrochavista con base en el engaño seudo legal usurpador. Lo hacen sin escrúpulos ni piedad frente a su entorno y al vecindario mundial. Violan la ley vigente, secuestran, torturan, asesinan, suicidan, ejecutan, saquean, venden bajo sus propias leyes el patrimonio nacional al mejor postor de turno hasta convertir lo que fue un país en robada mercancía de compra interplanetaria dispuesta a seguir el juego de ese trono ilegítimo sin advertir, o no les importa ni conviene, que esa tramposa puesta en escena concluya atrapándolos también porque es jugarreta tinta en sangre fratricida y se proyecta como ejemplo en sus patrias. Por ahora Cuba, Nicaragua, Bolivia, ¿España?…

Cuenta el Génesis de qué modo contra múltiples trabas, el bíblico José, en su deseo indestructible de libertad individual y comunitaria, pudo sobrevivir a medias frente a la mano larga del imperio egipcio, hoy etiquetado como izquierda revolucionaria popular, en realidad una grupal tiranía sanguinaria forjadora de equipos delincuenciales. Llega entonces la hora de la verdad, cuando los hermanos traidores, interesados y obedientes mercachifles a su vez traicionados, pasan a suplicantes, esclavos que arrodillados frente al reino usurpador piden su prometido pago por servicios prestados.

En este caso existe la hora legal señalada de enero 5, cuando por azar legislativo justo y legítimo Juan Guaidó, sobreviviente José venezolano junto a un grupo de insobornables diputados de la legítima Asamblea Nacional, apoyados por la voluntad suprema de la sometida mayoría usurpada, a pesar de su debilidad física y su desamparo en la intemperie, les toca decidir el futuro nacional. Así mismo, le sucedió al pueblo canaanita en la diáspora egipcia, derivada de la inmigración semita que provenía de José y sus hermanos arrepentidos a juro por el hambre, productiva población de varias generaciones esclavizada en Egipto durante largo tiempo, sin la solidaridad de tribus aledañas también con idéntico futuro.

Puede que la emergencia del inminente y peligroso vacío de poder produzca la temporal coalición partidista opositora y los secunde, factor imprescindible para que Venezuela recupere su libertad, la verdadera tierra prometida luego de veinte años esclavos hacia una necesaria travesía por el desierto transicional hasta que un Moisés líder y sus juristas colegas, no camaradas, resuciten y adapten al hoy los sagrados Mandamientos constitucionales.

Es que las anécdotas bíblicas nunca son antiguas, de facto se actualizan cada vez pues al margen de si proceden o no de la divinidad celestial o de constantes descubrimientos arqueológicos, como lo relata Werner Keller en su libro Y la Biblia tenía razón, con seguridad son testimonio de experiencias acumuladas a lo largo de siglos que registraron escribanos sabios del Antiguo Testamento como legado para toda tribu sometida a fuerzas de barbarie en nombre de sus diversos dioses. Redactadas a mano, con carne, hueso, “sangre, sudor y lágrimas”, más el innato amor a la vida libre que bajo salvajismos aprendió a respetar la del prójimo mediante leyes racionales de convivencia.

En los Estados Unidos de Norteamérica hay el llamado Fondo Federal de Conciencia de remoto origen religioso que aplican los supremos poderes judiciales para comprobar dónde hay constancia de pecados de lesa humanidad, errores, violaciones legislativas, fechorías inconscientes o voluntarias. Con rigor se revisan al momento de otorgar ayudas y prevención de los delitos que dañen a la sociedad.

¿Existe algo semejante en la imperial China donde encarcelan a periodistas y científicos correctos, en Rusia que envenena a sus disidentes y  en sus imitadores satélites coloniales de los segundo, tercer y cuarto mundos?

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