Leopoldo López enemigo-España-Venezuela
EFE

Hoy no vengo a contarles de sus logros, decisiones, desaciertos, familia o de su prisión; Vengo a compartir unas anécdotas que tengo con Leopoldo López. Anécdotas que tal vez no él recuerde, pero que para un joven como yo fueron sumamente significativas.

En 2009, con tan solo 17 años, empecé en un proyecto llamado Redes Populares. Era un movimiento nuevo, fresco, abierto, donde nos sentíamos escuchados. Pronto, ese proyecto se convirtió en movimiento y de movimiento a partido; un partido llamado Voluntad Popular que abrió las puertas desde el primer momento. Como joven, veía increíble la oportunidad que se nos presentaba. En el año 2011 resulté electo dentro de la estructura del partido y me sentía incluido, con sueños y ganas de trabajar.

Con el partido recorrí Venezuela 4 veces, pueblo a pueblo, llevando un mensaje de esperanza, de la mejor Venezuela, el mensaje de los millones de venezolanos que no podían ser escuchados. Con el apoyo de los jóvenes del partido, llegué al Consejo Universitario de la UCAB y, con este partido llegué, a los 23 años, a ser director en la Asamblea Nacional de Venezuela.

Todas estas vivencias tienen algo en común: la esperanza y los sueños que el mensaje del partido transmitía, que Leopoldo transmitía.

En todos esos años dentro de Voluntad Popular compartí con personas increíbles, cercanas y fuera de serie; pero si hay uno que recuerdo con especial agrado es, justamente, Leopoldo López. Los que lo conocen saben que Leopoldo es una de esas personas que te escucha siempre, que recuerda cada una de las conversaciones que ha tenido contigo y que siempre escuchaba con atención tus ideas o proyectos. Recuerdo la primera ocasión que me reuní con él y con otros jóvenes del partido, y cuando hablábamos, aun siendo unos niños de 18 – 19 años, ese hombre, que era ya presidente del partido, anotaba absolutamente todos los comentarios que hacíamos, pero en forma de unos esquemas realmente extraños; al terminar la reunión nos mostró la hoja donde había escrito y estaba todo anotado, unido con el macroproyecto que tenía él en mente; mientras nosotros hablábamos, él ideó un plan maestro de cómo llevarlo a cabo y los recursos necesarios para lograrlo. Así es Leopoldo, un estadista, pero con una capacidad enorme de darle contenido a tus ideas y tomarte en serio.

El año 2013 fue uno de esos años que uno nunca olvida; mientras estaba en una reunión con mi equipo, liderado por Carlos Vecchio, recibí una llamada terrible: mi padre había sufrido un infarto. A los pocos días muere en la UCI del Hospital de Clínicas Caracas.

El día 31 de enero, el primer día del velatorio de mi padre, recibí una llamada y era él, Leopoldo López. Fue uno de los primeros en llamar y fue el primero en enviar un ramo de flores. Carlos Vecchio, Adriana Pichardo, Leonardo Trechi, Luis Somaza, Alfredo Jimeno, Arely López y Erick Rozo estuvieron allí desde el principio también, no porque yo tuviera un cargo importante, porque no era así, sino porque era uno más del equipo del partido, uno de esos miles de jóvenes que empezaron con la construcción de la mejor Venezuela.

Con Leopoldo compartí mucho: giras por el país, eventos que se transformaban en sancocho, recorridos en el famoso autobús por Venezuela y también participé en su oficina en el comando Tricolor de la campaña presidencial de Capriles del año 2012, en conjunto con Juan Andrés Mejía y su equipo de “Constructores del progreso”. Leopoldo es eso, una persona que cree plenamente en ti, que te da oportunidades de crecer, de desarrollarte. A él no le interesa que seas joven, mayor, expresidiario, religioso, transgénero, madre, abogada, viudo, homosexual, eso no le importa; a él solo le importa la persona y cree que todos los pensamientos pueden estar incluidos, porque todos los derechos son para todas las personas.

Yo creo en Leopoldo, lo conozco, sé cómo es y veo en él una esperanza para Venezuela. Es una persona que, lamentablemente, ha sufrido muchísimo, que ha tenido que dejar lo que más ama: su libertad, su familia y ahora su tierra.

Él y yo ahora compartimos mucho más, ya no es solo por lo que vivió en el partido, que puedo decir que fundamos, sino que ahora sabemos lo duro que es dejar Venezuela como la dejamos, sin querer irnos y siempre con ganas de volver.

Yo creo que, para Leopoldo, el exilio es la peor cárcel que puede haber porque, aunque puedas viajar a cualquier lado, el no poder volver a tu lugar, a tu sitio, a tu lucha, es el peor sentimiento que puede existir para una persona que ama tanto a su tierra.

Ahora Leopoldo, te escribo a ti, espero que puedas lograr desde aquí, desde Madrid, todo lo que te has propuesto. Pasa días de calidad con tu familia y empieza a trabajar. Lleva ese mensaje nuevamente, haznos creer que es posible. Hazle sentir a esos jóvenes lo que nos hizo sentir ese mensaje, ten cerca y presente a todos esos activistas del partido que subimos cientos de veces a Ramo Verde a gritarte desde la lejanía, piensa en tus hijos y en su herencia, Venezuela. Sé que nunca lo dejarás de hacer, más bien ahora, desde afuera, sé que lo harás con más fuerza.

Me despido recordándoles a todos que, aunque te guste más o menos el accionar de Leopoldo, este es un hombre que entregó todo por Venezuela, dejó de ver crecer a sus hijos por Venezuela, se sometió a la justicia injusta por Venezuela y ha dejado Venezuela por Venezuela.


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