Nicolás Maduro vuelve a agredir al pueblo venezolano al bloquear la entrada de 2,4 millones de vacunas contra el covid-19 de AstraZeneca. El lote estaba previsto que se recibiera la semana pasada a través del mecanismo Covax, la coalición de 172 naciones respaldada por la Organización Mundial de la Salud que busca garantizar a los países pobres la inmunización contra el coronavirus.

También atropella a los venezolanos con el racionamiento de gasoil a los que producen y distribuyen los bienes de consumo diario no perdurables. Condena a la población a la escasez y mayores precios de venta de los productos, pues –aunque cueste creerlo– con la imagen de las colas de vehículos pesados en las estaciones de servicio aspira a generar más presión a la administración de Joe Biden, para que desbloquee la orden ejecutiva que no permite el intercambio de petróleo por diésel desde noviembre de 2020. Si el heredero de Hugo Chávez suspendiera los envíos a Cuba y a sus mafias que manejan el contrabando fronterizo, el pueblo venezolano tendría el combustible necesario para satisfacer sus necesidades.

De la misma manera actuó Maduro la semana pasada, cuando la Fuerza Armada Nacional Bolivariana atacó un frente disidente de las FARC que desconoce el mando de “sus socios y aliados Iván Márquez, Jesús Santrich, el Paisa y Romaña, en el narconegocio del Cartel de los Soles-FARC”. El conflicto en esa región ha provocado la huída de 2.536 venezolanos al departamento colombiano de Arauca.

En el caso de la vacuna, todo iba bien hasta que se conoció que el fabricante era el laboratorio anglo-sueco AstraZeneca.

Ciro Ugarte, director del Departamento de Emergencias en Salud de la Organización Panamericana de la Salud, afiliada a la OMS, daba por hecho que Venezuela recibiría el lote de vacunas a través de Covax, que es el Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19.

Cabe recordar que, el 1° de junio de 2020, el régimen que usurpa el poder en Venezuela y el gobierno interino de Juan Guaidó firmaron un acuerdo para el manejo conjunto con la OPS de la respuesta al covid-19, en el que se fijaron unas líneas de actuación prioritarias, entre ellas la vigilancia epidemiológica, la atención adecuada y el aislamiento de los casos confirmados de coronavirus, así como la protección a los profesionales sanitarios.

Desde que el SARS-CoV-2 irrumpió en la escena global, los países establecieron una carrera por ser el primero en conseguir la vacuna para “salvar la humanidad”.

Rusia lanzó la Sputnik V, de hecho, lleva el nombre del primer satélite soviético que orbitó la Tierra e impactó en la carrera espacial contra Estados Unidos al ser el primero en lograrlo.

Actualmente, hay cuatro fuentes principales de vacunas contra el coronavirus: China (33% de todas las dosis producidas), Estados Unidos (27%), la UE (19%) y la India (13%), según los datos de Airfinity, una empresa de información y análisis científico.

De estos volúmenes, China ha exportado alrededor de 60% de las vacunas que ha producido, Estados Unidos 0% y la India 65% de su producción hasta la fecha. Mientras tanto, la UE mantiene un intenso debate sobre la conveniencia de controlar más estrictamente las exportaciones. Lamenta el bloque lo que considera un desequilibrio con Estados Unidos y el Reino Unido en el programa de inmunización.

Ante esta situación, el Kremlin ha iniciado una campaña de desinformación contra las vacunas producidas en Estados Unidos y Europa, de acuerdo con un reportaje de The New York Times. El objetivo: convencer a los países hispanohablantes de que la vacuna rusa contra el coronavirus es mejor que sus competidoras estadounidenses, según investigadores y funcionarios del Departamento de Estado. Agrega el importante medio neoyorquino que la campaña rusa se ha enfocado en países de América Latina, entre ellos México y Argentina, dos mercados importantes con gobiernos vinculados al Grupo de Puebla.

Por otro lado, el ministro de Cultura de Ucrania, Oleksandr Tkachenko, acusó a Rusia de llevar a cabo una campaña de desinformación contra la vacuna de AstraZeneca para promover la de su país, la Sputnik V, en el mercado europeo.

«Rusia utiliza la información para destruir la vacuna de la competencia y luego presiona a los políticos europeos para que permitan el uso de la Sputnik», escribió Tkachenko en su canal de Telegram el 16 de marzo.

En cuanto a Venezuela, en febrero, el régimen de Maduro informó que había comprado 10 millones de dosis de la vacuna Sputnik V por un valor de 200 millones de dólares. Hasta el momento se han recibido en el país 250.000 dosis en 3 lotes. Ahora bien, según el precio publicado por el Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya de Rusia cada dosis cuesta 10 dólares, pero las cuentas suministradas por el régimen de Maduro son otras: si es cierto lo que anunció, pagó 20 dólares por dosis, es decir, 100 millones de dólares adicionales. Matemática simple…

Por lo tanto, la razón fundamental del bloqueo a las 2,4 millones de dosis de AstraZeneca del mecanismo Covax no son los posibles efectos secundarios –está demostrado que la salud del venezolano no es algo que le impida a Maduro dormir como un bebé–, sino simple y llanamente el negocio hecho con el gobierno de Vladimir Putin.

El sucesor de Hugo Chávez satisface a su aliado y condena al pueblo de Venezuela a vivir con el riesgo del contagio por varias décadas, pues con la tasa actual de vacunación diaria el país alcanzaría la inmunidad de rebaño en 33.055 días, conforme a la página web Time to Herd: Tracking Covid-19 Vaccinations Rates.

Asimismo, convierte a Venezuela en una amenaza sanitaria para la región y el mundo en cuanto al control del covid.

Maduro evidencia cada vez más que desprecia al pueblo de Venezuela. Sus acciones lo demuestran al favorecer a las mafias del combustible y Cuba con el diésel, a sus socios de las FARC en el narconegocio y a Rusia en la compra de vacunas contra el covid.

 


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