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“El futuro es el origen de la historia.” Asdrúbal Baptista 

En un mes se realizarán si Dios quiere y luego de catorce años, los comicios para elegir nuevas autoridades en la Universidad Central de Venezuela y me uno a una cuarteta que se presenta como candidatos a ocupar esos espacios de responsabilidad. Acompaño a Humberto Rojas como candidato a rector, Aura Marina Boada como vicerrectora académica, Corina Aristimuño como secretaria y yo mismo como vicerrector administrativo. 

Se votará igualmente la designación de los demás entes de dirección para las once facultades que componen y que, por cierto, requieren urgentemente renovar su liderazgo institucional.   

Es una ocasión para nuestra querida UCV de iniciar su recuperación legitimando sus órganos de gobierno y acometiendo una tarea capital para la corporación y para nuestro país. Debe entonces su comunidad de profesores, alumnos, empleados, trabajadores y egresados, decidir soberanamente en manos de quienes pondrá el alma mater.  

Escribir o hablar sobre el porvenir en un país que parece no tener futuro no deja de ser audaz. Una encuesta reciente de la Escuela de Psicología de la Universidad Católica Andrés Bello, sobre el perfil psicosocial del venezolano, nos muestra la complejidad del momento espiritual del susodicho y sus aprehensiones sobre lo que constituye su devenir actualmente; inseguros, incrédulos, vulnerables, especialmente sus mujeres y sus viejos. (UCAB, 2023) 

En paralelo, basta revisar los acumulados informes consecutivos del “Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados,” Acnur, por sus siglas en inglés, para confirmar no solo la estampida de los coterráneos, en su mayoría los jóvenes y además, entre ellos, los profesionales, médicos, ingenieros, biólogos, bioanalistas, químicos, físicos, administradores, contadores, abogados, técnicos y especialistas por solo mencionar algunos segmentos de un todo de más de siete millones de compatriotas huidos, desarraigados que, expuestos a todos los peligros y sinsabores, fueron a buscar, a construirse una vida en otra parte. Para ellos, no solo no había un mañana, sino que, temían que ese mañana como hoy. 

Lo más grave, además, es que el fenómeno migratorio no ha cesado, sino que continúa, como una hemorragia en la que se nos va la vida misma, lamentablemente. Tal amputación augura toda una problemática, sobre la cual deberá estudiarse, para advertir su alcance y sus perniciosas radiaciones. 

Empero, es sobre el futuro que estamos pensando y deseamos compartir con ustedes, gentiles lectores de estas sencillas notas. E insistimos desde ya que, su consideración, su motivación y valoración, la del futuro, es la palanca con la cual haremos fuerza para superar la atrofia, el atraso, la postración, la miseria en la que se halla sumida nuestra patria y particular y gravosamente, nuestra patria universitaria, nuestra alma mater, nuestra Universidad Central de Venezuela y las otras casas de estudios superiores que yacen también ante la idea de futuro, como el erial triste que describe con doloroso brillo Miguel Otero Silva en Casas muertas y como la Yerma misma de Federico García Lorca. 

Cambiar lo que hay, es el imperativo ético y político para concretar, pero; cómo hacerlo es la obra y, para qué lo haríamos, la base racional del proyecto redentor de liberación y dignificación de cada uno de los venezolanos. Tengamos eso en mente y corazón. 

Para que haya futuro, es menester que nos reinventemos como nación y como Estado, pero, una protagonista fundamental de esa dinámica es la Universidad. Para ser lo que debemos ser, es indispensable nuestra transformación, redefinición, reencuentro y despliegue cualitativo. 

Aunque luzca de Perogrullo, cabe invocar al menos, cinco elementos imprescindibles para saltar, impulsarnos, desde donde estamos y haciendo el futuro en simultaneo. Ellos son y lo escribiré con mayúsculas; Concientización, Compromiso, Innovación, Excelencia y Sustentabilidad, los cuales suponen una impajaritable metamorfosis; pero, en el buen sentido de nosotros mismos. Mutar nuestro pensamiento, el ser, la conducta y nuestra axiología, nuestra deontología. Otra ciudadanía universitaria agregamos. 

El producto universitario que debemos engendrar tiene que corresponderse con lo que el país necesita, demanda, reclama y, en simultaneo, la sociedad económica apuntará y se dirigirá, hacia un modo de producción y consumo articulado en la informática y la digitalización.  

Ese es el horizonte estratégico y asumirlo, es la primera y más importante decisión. Ese es el prisma que irradiará la teoría y la praxis, el conocimiento y su instrumentación. Allí acciona el pistón y el motor que alimentará el movimiento enérgico de un nuevo desplazamiento del saber y de la universidad. 

El enganche se logrará entre la organización económica, sector privado y público, allí concurrentes; la universidad y la sociedad civil, funcionando en la concepción y programación de otra sociedad productiva, como una mesa de tres patas, simbióticamente. Uno y trino como la santísima trinidad. 

Ejecución y control se suman a la ecuación a despejar, acotando una sistematización de la gerencia de calidad. El porvenir es la competencia en un mundo ferozmente disputado, externa e internamente, como veremos luego. 

Es importante anotar que, la tecnología exigirá la mayor parte de las ocupaciones y empleos que, por cierto, no los está formando la universidad y ni siquiera las empresas lo tienen claro ahora. El desarrollo y la instantaneidad son parámetros inmanentes con los que se desempeña y evolucionarán la economía y el rendimiento científico, con afanes hegemónicos, además. Ese será el entorno y allí hay que compartir y pugnar, en una perspectiva económica y científica determinante. 

Vistas, así las cosas, señalaremos, algunas situaciones que hay que asumir y serán medulares en la focalización, redimensionamiento e impretermitible abordaje para domeñar el lastre del presente, camino a la invención de lo que debe venir.  

Comenzaré por la pobre remuneración que diezma no solo al país sino especialmente a la universidad. Una pobre economía solo puede y pagará una pobre contraprestación por el trabajo rendido. Los salarios que paga la universidad, en realidad es el estado quién lo hace debemos precisar, son de miseria y pobreza extrema. 

La secuela está clara; se nos va, se nos fue, se irá el capital humano en nuestro contexto y circunstancia, como agua entre los dedos. Claro, es una resultante de la destrucción del aparato productivo con una depresión de años y una caída del Producto Interno Bruto, en apenas una década, del 70% según cifras de Ecoanalítica. 

La mira debe ir entonces a, convertir la universidad, en una generadora de ingresos, insertándola con sus conocimientos y técnicas para incidir, en el sistema económico y, no solo privado sino público. Las empresas universitarias que existen y las que se crearían podrían atraer fondos comercializando sus prestaciones y especialmente, recibiéndolos para proyecto y desarrollo de investigación.  

Las ventajas comparativas disponibles abundan y la consecución de un presupuesto de funcionamiento sustentado de esa manera luce a la medida de sus capacidades. Universidad y país deben de la mano atravesar el desierto actual y crear otra ruta de realizaciones y progreso. Diremos un poco más en lo adelante, pero, una conclusión emerge; ¡Hay que hacerlo! 

No obstante, lo afirmado, resalta un vector a dibujar y mantener en la agenda de todos; la unidad de propósitos. En efecto; antes asentamos, la demanda de agentes sistémicos incontornables que son y lo repito, concientización, compromiso, innovación, excelencia y sustentabilidad.  

Brevemente las describiremos comenzando por una decisión nacional impostergable y no negociable, hacer de la educación, el capítulo prioritario y fundamental de la estrategia del país que se postula, para tomar el relevo del país que se va. La universidad tiene el deber de decirlo y de posicionarlo. 

Empero, será la semana próxima si Dios lo permite. 

 @nchittylaroche

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