A mí me da la impresión de que a los opositores venezolanos no nos van a quedar muchas opciones en las elecciones del año por venir, si las hubiese.

En absoluto se debe descartar que el madurismo tome el camino de Nicaragua, ya famoso  por su simpleza: a usted no le gusta el gobierno, pues si no quiere que lo martiricemos váyase y punto, sea usted cardenal o premio Cervantes –ya hay centenares de miles fuera-; nosotros vamos a gobernar hasta que la muerte lo permita. Sí, no es de extrañar que Maduro quiera morir en su cama presidencial como su ancestro el benemérito general Gómez. Que los espere el infierno es terreno que no domino. (Yo recomendaría a algún joven novelista que acopie mucha información sobre la pareja Ortega, allí hay de todo para una gran novela histórica, a la manera del Gabo o Tomás Eloy Martínez, entre otros muchos: guerras, brujerías, complicidades impensables y hasta incestos).

Lo anterior no es elucubración, los signos parecen elocuentes: inhabilitación de los candidatos mayores, en especial María Corina; cambio al parecer muy oscuro del CNE; violencia contra los candidatos en campaña; un generalote que amenaza inmiscuirse hasta en las apacibles  y golpeadas primarias. Yo he repetido que no es de extrañar que la inocente contienda sea suspendida acusada de alguna complicidad golpista o por alguna ocurrencia constitucionalista del doctor Escarrá.

Pero no seamos pesimistas. Aunque el gobierno las debe temer, con inhabilitados y todo, porque pudiera ser un apabullante ensayo final, si resultan tumultuarias con todo e inhabilitados.

En verdad el pueblo llano se está moviendo, despertando del largo sueño de la antipolítica.

Pero cuidado, hay otras cartas a jugar en sentido parecido. Ya lo dijo el segundón de Cabello, adelantar las elecciones lo más posible para detener las campañas y el fervor popular, dado que el PSUV siempre tiene listo su menguado aparato, de militantes y chicos malos, para defender la revolución. No olvidar tampoco los candidatos alacranes, que no tienen otros fines, títeres del gobierno, que atracar votantes, disfrazados de opositores, incluso feroces.

Por otra parte, las elecciones que se han pedido puras y limpias, pues no lo van a ser. Ya Jorge Rodríguez maldijo y desterró de estos lares a la Unión Europea, que era de las pocas esperanzas reales de realizar unas elecciones medio decentes.

¿Qué se hace?

Yo creo que la única estrategia posible que queda es la unión de la oposición, con un único objetivo: salir de Maduro a cualquier precio. Apoyar al candidato ganador de las primarias no inhabilitado, sea quien sea. Y que los inhabilitados se conviertan en los grandes electores. Sería el comienzo de otra vida; nos entramos a piña después. No veo otra. Y por último, pensar en transar con Maduro algunas formas transicionales que le garanticen sus billetes y seguridad, al menos por un tiempo, pero eso es feo, inmoral, para tratarlo en público.


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