Tenía año y medio sin viajar a Maracaibo, capital del estado Zulia. Demasiado tiempo para alguien que ya tiene más de cincuenta años viviendo en Caracas, pero que siempre, por lo menos una vez al mes visitaba la ciudad que me vio nacer, crecer e iniciar mi desarrollo personal. Por supuesto que esto incluye largos períodos en distintas etapas marcadas por campañas electorales y eventos especiales. En el Zulia fui electo gobernador en 1989 y reelecto a finales de 1992 con cerca de 70% de los votos. Como candidato presidencial gané en todos los municipios del estado, aunque nacionalmente no fue suficiente. Pero mi sentimiento de compromiso con la región creció y sigue creciendo.

Existencialmente me hace falta visitar mi región con frecuencia. Conozco toda Venezuela. Por lo menos cuatro veces he estado en todos los municipios. Algunos integran estados en los cuales quedaron sembradas amistades para toda la vida. Lamentablemente, la prudencia impuesta por la pandemia del coronavirus y las necesarias restricciones derivadas de las múltiples carencias existentes para viajar nos han mantenido hasta ahora recluidos en la capital de la República. Tengo la impresión de que lo peor ya pasó, pero aún no podemos darle rienda suelta al deseo creciente del reencuentro con toda Venezuela. Pronto lo haremos.

En esta oportunidad me he reunido con nobles amigos y compañeros. Y, por supuesto, también hemos repasado el dramático cuadro preelectoral con miras al 21 de noviembre, fecha fijada por el régimen para un evento que carece de las condiciones básicas para considerarlo como una verdadera elección democrática. Como suele acontecer hay de todo. Múltiples aspiraciones a los cargos legislativos regionales, a las alcaldías y también a la gobernación del Estado. Hay aspirantes viejos y nuevos. Buenos, regulares, malos y muy malos en todas las instancias, pero no emitiré opinión pública sobre ninguno de ellos porque no creo en el proceso.

Es impresionantemente dañina la electoralitis crónica de algunos dirigentes. Por ello ratifico lo dicho muchas veces. Lo electoral es muy importante en una democracia sólida, aunque no es lo más importante. En una dictadura totalitaria se reduce a una táctica del régimen para conservar el poder como sea, sin importar el país. En estos veintidós largos años del “socialismo del siglo XXI” se han realizado más de veinte procesos electorales de la más variada naturaleza. La participación popular ha sido cada vez menor, pero el control del régimen, después de la derrota aplastante que sufriera en las parlamentarias de 2015, ha crecido por vías al margen del ordenamiento jurídico existente.

Es importante que todos los  venezolanos, dentro y en el exterior, tengan claro que mientras el régimen madurista exista no hay, ni habrá, solución para ninguno de los problemas actuales. En consecuencia, la primera tarea de todos es ponerle punto final a la usurpación. Entonces, con la salida de Maduro y su combo, empezaría el anhelado proceso de refundación del país.

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