En medio de los rigores emocionales, que suponen más de veinte años de autoritarismo desarrollado en medio de una sociedad absolutamente falente de pulso reactivo democrático y absolutamente expoliada de capital y confianza social, totalmente desanimada, desesperanzada y desmovilizada, además por un proceso absolutamente fallido de procurar bienestar social y económico, se presenta de nuevo una hoja de lucha para existir y mantener en pie la dignidad hecha girones. Esta hoja o acuerdo surge en medio de una estafa electoral, sin representatividad, que desde ahora deja ver la pretensión de asaltar a una Asamblea Nacional condenada a muerte desde las urnas electorales, hecho que llevó al régimen a plantearse una postura totalitaria, la cual cada vez parece ser menos comprendida por sus víctimas y es a su vez laxificada por esa sociedad extraviada, que no se reconoce en los equilibrios de perlocución de la oposición y asumió que el copamiento del régimen es inevitable hasta el punto de desconfigurar la idea de país y  de república. En medio de semejantes amenazas para la libertad, el régimen logró dos hechos inadvertidos por el común de la sociedad, a saber:

  • El asalto y abordaje de los partidos de oposición a través del Tribunal Supremo de Justicia, el bufete personal de la tiranía, que de manera absolutamente escindida de todo pudor y contención decidió no el hecho absoluto de proscribir a la oposición, sino de hacerla a su imagen y semejanza, es decir, se construyeron una oposición a su medida, que apuntase a los intereses de la perpetuación en el poder, sin consultar a las bases de los partidos o apostando al estado de necesidad y la consabida falta de formación ideológica, decidieron pecuniariamente comprar o fingir adhesiones partidistas hacia los nuevos líderes opositores, ahora controlados desde los hilos del poder de La Habana.
  • La consecuencia derivada de la anterior subyace en la atomización, división intestina y lapidación del liderazgo opositor, la idea de ganar tiempo en medio de las bizantinas discusiones de una oposición que se encuentra igualmente fracturada en la confianza social y se desgasta en acusaciones estériles de traición y entreguismo, la trampa ideal fue la diatriba y el dilema de votar o no votar, cual Hamlet, todos cráneo en mano de la muerte republicana, nos identificábamos en uno u otro bando, los abstencionistas, entre los cuales aún figuran los líderes naturales de la oposición nacional y los concurrentistas, término este acuñado por un espurio rector del CNE, de permanencia fugaz en este Poder Electoral absolutamente comprometido con la farsa del 6 de diciembre. Ambos hechos inadvertidos por la colectividad, se pueden contar como logros de la entropía del régimen de la cual este suele alimentarse, mantenernos ahora polarizados entre quienes le adversan y que además representan un sentimiento de repulsa que engloba a 87% de la población. Se imponía así la neolengua para dividir, confundir y engañar, el reto es cómo lograr la resurrección de la sociedad, la ansiada reestructuración del espacio público, ese reto de reestructurar el espacio público es superlativo a desgastarnos en una discusión bizantina.

El clímax de este extravío colectivo se desarrolló con base en el comunicado de la Conferencia Episcopal Venezolana, el cual fue empleado para deformar su cabal e incontrovertible mensaje, de denuncia de las atrocidades y abusos cometidos por el régimen, un comunicado que no dejó de reconocer el carácter absolutamente falente de condiciones mínimas para la celebración de elecciones, basados en las evidencias ex ante al proceso en sí mismo y posteriormente denunciando la construcción de una oposición ad hoc, a los propósitos omnímodos de la tiranía. Sin embargo, en el punto en el cual instaban a la oposición a procurar capacidades de lucha, que fueran más allá de la mera abstención, se centró el óbice de la diatriba en una sociedad desesperada, en la cual la capacidad para lapidar parece ser la constante, no faltaron los ataques hacia la Iglesia, un actor social que ha demostrado su coherencia frente a este drama, tal vez esa galimatia intencional, estaba dirigida a insuflar un proceso de resurrección social, al logro de la dinámica desde la dominación autoritaria, el éxito del régimen autoritario estriba en la capacidad de atomizarnos socialmente, así pues el logro de imbuirnos en una discusión estéril, en medio de la cual se encontrase la Iglesia Católica era un éxito para nada baladí en el proceso de dominación y manutención del letargo social.

El exhorto de la Conferencia Episcopal y de algunas voces disidentes, estribaba en la crítica situación del país, en la pérdida de pulso de la vida social, en la parálisis de la progresividad social, en la trivialización del ejercicio de la ciudadanía, con la consecuente represión de la identidad política de los habitantes y la destrucción de los espacios políticos, reemplazándolos por una arena política y publica controlada por el Estado. Así, pues, el llamado de la Conferencia Episcopal estaba orientado hacia la oposición para que esta construyera canales perceptibles de capacidades, frente a la deconstrucción de los espacios públicos y políticos, por parte del Estado omnímodo, una acción políticamente eficaz frente a la farsa electoral, que defenestre la discusión vacua de un dilema de imposibilidad votar o no votar, discusión que  está por debajo de existir y recuperar la condición de ciudadanos, una postura que se cristalice en la construcción de hojas de ruta de una oposición que sea más perceptible, de la mera coexistencia y “paz social”, que comporta este asalto a los partidos de oposición por parte del régimen para asistir a un circo electoral. Estamos en una condición de agonía social, psicológica, ciudadana y moral, por ello la necesidad de encontrar una ruta para recuperar la ciudadanía y resucitar a la sociedad civil.

Así, los gestos de Juan Guaidó son un catalizador para la resurrección deseada de la sociedad civil, esta búsqueda de una ruta que empiezan a poner a prueba los límites del comportamiento político impuesto desde el régimen, lleva al descubrimiento mutuo de ideales compartidos, lo cual adquiere enorme significación política, precisamente porque se lo articula de manera pública luego de un prolongado período de privaciones y prohibiciones y colectivizaciones coercitivas de la vida ciudadana e individual. En los precarios espacios públicos de las primeras etapas de la transiciones estos gestos individuales tienen un extraordinario éxito en cuanto a provocar la resurrección ciudadana o revivir las identificaciones y acciones colectivas, a su vez contribuyen a forjar otras amplias identificaciones, siendo un testimonio vivo de una sociedad airada, que supera dilemas de imposibilidad y asume el proceso de empuje y reestructuración que incorpora las necesarias hojas de ruta de procura de intereses comunes para el logro de la liberalización, la democratización y la institucionalización de la sociedad.

La hoja de ruta que propone una unidad de propósitos prácticos busca la articulación de demandas ignoradas o reprimidas durante mucho tiempo por el régimen autoritario, es por ello que la Iglesia exhorta a la procura de una acción válidamente útil frente a la mera abstención, en el comunicado se evidencia el reconocimiento de la degeneración política que ha sufrido el gobierno desde el año 2005, cuando era un autoritarismo competitivo hasta 2020, en el cual se desarrolla una verdadera eclosión de una tiranía. Sin embargo, la respuesta hacia este tema complejo no puede subyacer en la inacción, en el abandono del ejercicio ciudadano, de allí la importancia que reviste este llamado a un acuerdo unitario, que amalgame capacidades, para lograr presentar una vía válida de acción frente al fraude pretendido este 6 de diciembre.

Artistas e intelectuales nos hemos opuesto a las pretensiones omnímodas del régimen, las muestras de oposición pública, mediante metáforas, indirectas e ironías ofrecen una protección débil, pero protección al fin, el talento y coraje de dramaturgos, artistas, poetas, comediantes, abre brechas en las pretensiones omnímodas del régimen por recrear un sistema de valores y virtudes nacionales supremas, la aceptación del público de estas críticas se tornan inmensamente populares, en sí la oposición al autoritarismo es una industria floreciente y cada vez más difícil de suprimir, en este grupo se encuentra una de las aristas a incorporar en la hoja de ruta para lograr la democratización. La propuesta de un vaso comunicante o gozne de vinculación con este sector social, es de fundamental importancia, para la incorporación de todos en la compleja empresa de la transición política. Las posturas de este sector por sí solas no garantizan que se logre penetrar hasta los   niveles en los que se ejerce el poder su actuación constante logra corroer las bases normativas e institucionales del régimen: “La desnudez del emperador se vuelve patente”.

Otro grupo que encuentra inscripción en la hoja de ruta para la resurrección social, se relaciona con los sectores cercanos al régimen, quienes han sido expoliados, pues asumen que dado el fracaso producido el mismo, este  puede ser prescindible, estos actores sienten que es tiempo de abandonar el apoyo pues el fracaso es inocultable, estos sectores sienten también la necesidad de apartarse de la corrupción del régimen, por repulsa moral, además de la represión generalizada, también pueden encontrar estos grupos intereses comunes, con capas de la sociedad que comparten sus resentimientos hacia la coalición dominante, actuando como una oposición de facto, que debe ser incorporada por esa hoja de ruta. Ahora demostraría esta hoja de ruta que el emperador no sólo está desnudo, sino sin la compañía de su séquito habitual.   

También sentimos que somos incorporados en esta hoja de ruta los profesionales, ya sea de ejercicio libre o de relación de dependencia, así los grupos profesionales de abogados se manifestarán por la necesaria capacidad de respetar las leyes, la inviolabilidad del marco legal y la necesidad de institucionalizar al país, así mismo los economistas evalúan el costo de la políticas públicas del régimen, pero profesionales, en apariencia más distantes de la esfera política, se aproximan a esta arena los psicólogos evalúan las micro consecuencias que la represión y la autocensura tienen en la vida personal, los docentes evalúan los daños infringidos a los procesos de enseñanza aprendizaje, arquitectos e ingenieros evalúan los costes de las paralizaciones de los sectores de la construcción y estas críticas al régimen y las propuestas tienen un gran peso ideológico por provenir de “los que saben”, estas propuestas tienen conferida una importante respetabilidad.

Las organizaciones de derechos humanos, familiares de presos políticos, torturados y asesinados,  así como la Iglesia, son los llamados a alzar la voz contra las atrocidades y facetas más repulsivas del régimen autoritario y lo hacen en medio de una feroz represión, la sociedad por otra parte se encuentra remisa y temerosa, el aval del apoyo internacional ayuda  pues contribuye a incrementar los costos de la acción represiva.

La hoja de ruta, la salida concertada a través de un consenso entonces nos compele a asumir la propuesta, por encima de la critica la disyuntiva, no es tan simple como votar o no hacerlo, comporta un gradiente superlativo que se incorpora a esta unidad con propósito práctico, unidad para la lucha, entendiendo que ya la oposición se encuentra fragmentada y se requiere un necesario reacomodo, una incorporación en comunidad de principios de todas las capas descritas para el logro de la transición, la sociedad está harta de recibir golpes, casi en una suerte de rigor mortis en plena conciencia, el llamado de Juan Guaidó, nos amalgama en un interés común lograr el cambio, encontrarnos, reconocernos, asumir la otredad y la alteridad, capitalizar descontentos y evidenciar el grave peligro que se cierne sobre todos nosotros.

Así, pues, sectores intelectuales, artistas, profesionales, exmilitantes del régimen y los vastos sectores populares, encontraremos la comunidad de intereses, en torno a la bienaventurada galimatia de la Conferencia Episcopal, la cual resume que la abstención no es suficiente para la resolución de este nudo gordiano, que debe ser cortado con base en acuerdos y no a diferencias intestinas y por demás estériles.

Este drama nos ha hecho muy rudos en el pensamiento, la incertidumbre y el miedo nos han imbuido, en esta fractura social y de confianza y el hambre y la sobrevivencia nos han reducido a la mera satisfacción de necesidades viscerales y reptílicas. El reto construir una ruta para enfrentar este proceso de inhibición y castración del pulso social. Por ahora en lo personal me suscribo a este llamado para evitar perder lo poco que nos queda de país, me niego a entrar en desesperanza, pues esa es la arena del opresor, por ahora y hasta siempre, en lo personal y en lo colectivo debemos oponernos a esta andanada de atropellos a la dignidad y a la decencia.

Como cantaba Benedetti, en su poema “Vuelvo”: “Todos estamos rotos pero enteros, diezmados de perdones y resabios, un poco más cansados y más sabios, más viejos y sinceros”. Nos corresponde, nos toca volver del exilio y del insilio, de este segundo que es aún más complejo volver, pues comporta asumir la responsabilidad de dejar atrás la indiferencia. En ese vuelo de ideas renacerá una ciudadanía y se reestructurará el espacio social y político arrebatado por la tiranía.

Ratifico mi intención inequívoca a encontrar índices de capacidad para evitar la expansión malsana y perversa del copamiento totalitario. El llamado es a ajustar la partida de ajedrez, como así lo expresaré el comunicado de un ex candidato presidencial de las fuerzas democráticas, las circunstancias mismas de este complejo proceso de transición deben obligar a los actores políticos a competir por sus piezas y espacios, en lugar de batallar entre sí para la eliminación de las fuerzas que restablezcan el orden democrático, la democracia es el fruto de intereses antagónicos  y de ideas discordantes entre sí, en un contexto que alienta la interacción de actores cautelosos y fatigados. Sin que esta fatiga y cautela nos lleve a un proceso de atomización y de desmoronamiento del tan necesario apoyo internacional y la posibilidad de aumentar los costos de permanencia a la coalición, son momentos de mucha prudencia, pues cualquier acto de vacilación en el discurso fomentaría las vías de acción para abonar a una narrativa absolutamente aviesa, por parte de la hegemonía, que les lleve a transferir sus cuotas de responsabilidad en el fracaso social al marco de presiones externas, para lograr la inflexión en la tiranía.

La transición a la democracia no es un proceso lineal o racional. Hay demasiada incertidumbre en torno a las perspectivas y demasiadas sospechas en torno capacidades y a los propósitos. Solo una vez que transcurre la transición, cuando ya los ciudadanos han aprendido a tolerar sus compromisos contingentes, es previsible que la democracia política induzca una toma de conciencia más confiable de los intereses convergentes y crea una actitud menos suspicaz respecto las intenciones. Es decir se deja de mantener como locus de acción política a la anormalidad y la entropía, minimizando los niveles de incertidumbre y redituando una racionalidad mantenida en quiebra por el régimen.

Este es un llamado a la prudencia, a la valentía, a la templanza y a la justicia, un impulso para no desatar o derribar lo logrado, los intereses particulares no pueden lapidar a los intereses colectivos de una República expoliada, desdibujada y absolutamente tiranizada.

“Las tiranías fomentan la estupidez”

Jorge Luis Borges

 

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